martes, enero 04, 2005

REVISTA DE PRENSA



“Falso o Verdadero”, la muestra que evalúa el lado oscuro de la restauración de arte a mediados del siglo XX.
Algunos de los cuadros flamencos desde la Edad Media hasta la actualidad no son lo que parecen. El Museo Groeninge, que alberga algunas de las mejores obras de los maestros flamencos del siglo XIV, quiere que los visitantes se fijen con más cuidado.

Publica El Tiempo en su edición del 29/12/2004

El museo, junto con la Universidad Católica de Louvain, analizó científica y detalladamente seis paneles primitivos, desde el lienzo hasta el marco. Luego colgaron los originales junto con el falsificado mostrando las zonas "restauradas" con los tonos rojos más vivos posibles. El color rojo es tan intenso que lastima los ojos.

"Se pierde la credibilidad en la autenticidad, en el aura (de la obra)"", dijo en una entrevista Till-Holger Borchert, el conservador del Groeninge.

Durante mucho tiempo la "Madonna Renders" fue atribuida a Rogier Van der Weyden, uno de los pintores primitivos flamencos más importantes. En la exposición, el cuadro está prácticamente cubierto de rojo debido a las excesivas restauraciones. La nariz, la boca, la barbilla y uno de los senos fueron raspados hasta la madera del lienzo, y luego vueltos a pintar. Lo más auténtico del niño Jesús son sus ojos, que se asoman en medio de un mar de rojo, además de los dedos de sus pies.

El "Retrato del Arquitecto Carnot"", que durante mucho tiempo se pensó era un original del siglo XV, se expone en la exhibición como un cuadro falso obra de Jef Van der Veken, un destacado restaurador belga activo entre las décadas de 1930 y 1960.
Primero fue raspado al grado que los análisis científicos ya no podían determinar qué había debajo originalmente, y luego fue pintado de nuevo desde el principio.

Con frecuencia, los primitivos flamencos asombran a sus admiradores por la forma en que dan vida a una prenda lujosa: piel, terciopelo y bordados tan reales que prácticamente pueden tocarse.

En el caso del "Descanso en la huida a Egipto"", atribuido a un maestro desconocido del siglo XV, la técnica es bellamente mostrada en el brazo de la Madonna que arrulla al niño. Sin embargo, es obra de Van der Veken. ¨Y el José con el burro de fondo? Parte de la imaginación del restaurador.

"Bien podría ser que Van der Veken no quería restaurar una obra dañada, sino incrementar el valor de un trabajo poco destacado"", se lee en el catálogo de la muestra.

Van der Veken estuvo detrás de las restauraciones de cuatro de las seis pinturas en la muestra. Pero había otros restauradores casi tan consumados como él. Sin la ayuda de la ciencia, sería imposible captar la diferencia entre el toque del restaurador y el del maestro Petrus Cristus en las otras dos pinturas en la exposición.

"El uso del pincel es tan virtuoso, la elección de color tan perfecta, y el manejo del dibujo tan exquisito que no se capta la diferencia entre los dos tercios de los que se encargó el restaurador y el tercio de Petrus Cristus", señala el catálogo.

El cuadro más conocido de Van der Veken en su larga carrera es una falsificación total, y así se le conoce.

Después de que el panel de "Los Jueces Justos" perteneciente a la que se considera la obra maestra de Van Eyck, la "Adoración del Cordero Místico"" fue robado en 1934, se le pidió a Van der Veken que pintara una copia.

Su trabajo fue tan perfecto que inclusive los turistas se quedan mirando al panel en la catedral de Gante y se les hace imposible detectar diferencias entre él y otros paneles en la pintura. Se desconoce exactamente cuántos cuadros de los primitivos flamencos restauró Van der Veken durante su larga carrera, que finalizó con su muerte en 1964.

Para muchos amantes del arte flamenco, la exhibición plantea preguntas preocupantes.

En el Groeninge se expone la "Madonna con Canon Van der Paele"", de Van Eyck, quizás el trabajo supremo del flamenco primitivo. En el cuadro aparece Van der Paele con sus anteojos frente a un libro de oración, y las gafas muestran un gran detalle.

Borchert dice que Van der Veken también trabajó en la obra.

"Es impactante para los que creen en la autenticidad"", dijo Borchert con relación a la muestra actual. Indicó que la restauración de Van der Veken en el “Van der Paele” tuvo menos impacto sobre el cuadro, pero reconoció que otros restauradores también habían trabajado en él.

La restauración excesiva, como la que puede apreciarse en la exhibición, fue un fenómeno específico de las décadas de 1930 y 1950.

"Tuvimos a un grupo de conservadores extremadamente talentosos que en sus restauraciones traspasaron lo que consideramos la línea ética"", dijo Borchert.

La exhibición sólo incluye seis cuadros, "pero pudimos haber mostrado cientos"", señaló.


”Arte es también crítica de las ideas”: La justicia argentina revocó la clausura de la muestra de León Ferrari
En fallo dividido, la Cámara en lo Contencioso Administrativo revocó la clausura a la muestra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta. La resolución incluyó argumentos muy fundados sobre la libertad de expresión y el significado del arte. Se cree que la exposición reabriría a principios de enero. El artista plástico recibió innumerables muestras de apoyo luego de la clausura pedida por la agrupación Cristo Sacerdote.

Publica Página/12 en su edición del 28/12/2004

Por Raúl Kollmann

La Justicia revocó anoche la clausura de la muestra retrospectiva del artista plástico León Ferrari y, por lo tanto, el Centro Cultural Recoleta reabriría la exposición al público a principios de enero, tras cumplir con indicaciones del fallo de poner más carteles advirtiendo a los visitantes del contenido de la muestra. La resolución de la Cámara en lo Contencioso Administrativo incluye argumentos muy fundados sobre lo que es lícito e ilícito, la libertad de expresión, el significado del arte y un análisis constitucional sobre la controversia.

El fallo fue dividido: dos jueces votaron a favor de la reapertura y uno en contra. “La libertad de expresión debe proteger al arte crítico y si es crítico es molesto, irritante o provocador. Es en el respeto de la libertad a esa forma de arte que la sociedad prueba la genuina tolerancia”, expresó el juez Horacio Corti en su fallo.

Corti y Carlos Balbín fueron los magistrados que revocaron la clausura pedida por la agrupación Cristo Sacerdote, mientras que Esteban Centanaro votó a favor del cierre de la muestra. Paralelamente ordenaron mantener la restricción a los menores de edad y que a los carteles ya existentes se agregue otro, visible, a la entrada del Centro Cultural Recoleta, en el que se alerte a los potenciales visitantes del contenido de la muestra y de la posible afectación que algunas obras pueden generar a sus sentimientos religiosos. La misma advertencia debe estar impresa en los catálogos de la muestra.

El fundamento decisivo del fallo mayoritario es la defensa de la libertad de expresión, pero se tocan otros puntos e interrogantes planteados por el cuestionamiento a la muestra.

- Libertad de expresión: “El arte es también crítica de las ideas arraigadas y de las creencias mayoritarias o minoritarias –sostiene el texto–. Y en esa crítica juega también un papel de envergadura la visión polémica que el arte entabla con las creencias religiosas, morales, sociales o políticas. Una obra como la de León Ferrari se enmarca en una larga tradición de polémicas con las creencias más arraigadas o difundidas. Ante la dimensión crítica del arte es posible una diversidad de reacciones emocionales e intelectuales, pero ninguna justifica impedir la expresión artística del otro. Cuando se prohíbe dicha expresión se entra al ámbito de la censura, que no es más que una forma de imponer al otro una creencia, una idea o un valor.”

- Lugar público: Uno de los cuestionamientos de Cristo Sacerdote fue que la muestra se realizara en un lugar público. Esta es la respuesta del juez Corti: “Inicialmente Cristo Sacerdote aclaró que no estaría prohibido efectuar la muestra en un lugar privado. Pero luego, frente al argumento de que a la exposición podía entrar quien quisiera, replicó que eso es indiferente porque ‘el insulto está ahí’. Resultaría entonces que las obras son en sí mismas hirientes, más allá del lugar en el que se encuentren. Pero dado que las obras son el resultado lícito de la libertad de expresión, pueden ser expuestas en lugares públicos o privados. En la realización de la política cultural, la ciudad debe actuar de forma pluralista y el sistema de política cultural está basado en la prohibición de censura, en el respeto a la libertad creadora y en la diversidad estética”.

- El delito y la violación a la intimidad: “En esta causa no hay ningún indicio que sugiera la presencia de una conducta que pueda ser subsumida en un delito o contravención. Ya un juez se expidió” (fallo del doctor Ricardo Baldomar).

Respecto de la violación de la intimidad porque la muestra atacaría creencias religiosas, Corti argumenta que “el derecho a la intimidad garantiza a su titular el desenvolvimiento de su vida y de su conducta dentro del ámbito privado. No resulta suficiente que algo moleste o hiera la sensibilidad de otros porque si así fuera el derecho a la intimidad podría convertirse en un peligroso instrumento para censurar opiniones que no se comparten. Habría violación de la intimidad si se divulgaran arbitrariamente las creencias religiosas de una persona o se le impidiera profesar libremente su culto o pretendiera imponérsele una determinada convicción religiosa. Por el contrario, la circunstancia de que parte de la comunidad católica se haya manifestado libremente contra la muestra es prueba de que la libertad de conciencia no se ha visto afectada”.


- La política cultural: “La actividad cultural de la ciudad en nada afecta el derecho de cada persona a escoger sus creencias. Así, por ejemplo, no puede entenderse que haber incluido en la programación del Teatro Colón en 2002 una obra de Paul Claudel implique, de por sí, imponer creencias católicas en los espectadores. Si toda la actividad cultural del gobierno sólo incluyera cierto tipo de arte, sí podría pensarse que se está, al menos oblicuamente, ante una forma de imponer ciertas visiones. La diversidad es la protegida en un Estado de Derecho.”

- La paz social: “No puede admitirse que la existencia de actos de violencia contra una muestra justifiquen su clausura. Sólo una sociedad articulada alrededor del miedo podría imaginar una solución de ese tipo. No es mediante la clausura de la muestra que se conserva el orden, sino por medio de la aplicación de la ley, la educación y el ejercicio mismo de la libertad.”

- Los carteles: “Que el gobierno de la ciudad incluya carteles que advierten sobre eventuales efectos en el espectador de alguna de las obras revela la prudencia de las autoridades administrativas.”

La procuradora general de la ciudad, Alejandra Tadei, manifestó su satisfacción por el fallo. “Creo que es serio y deja en claro el valor de la libertad de expresión. Vamos a pedir una aclaratoria para abrir la muestra, mientras instalamos los carteles que nos piden. Creo que se estará en condiciones de reabrir la muestra a principios de enero.”

Por su parte, Pablo Jacoby y Pablo Slominsqui, abogados de León Ferrari, consideraron el fallo como “un triunfo para la causa de la libertad de expresión. La muestra se debe reabrir de forma inmediata para que la ciudadanía pueda ver las obras y debatir sobre el contenido. Esto es lo que define a una sociedad madura. Esperamos que la muestra se abra mañana mismo para que el gran caudal de gente que la quiere ver no pierda un día más. Cada día de la muestra cerrada es un triunfo de la censura.”



En el bicentenario del más racionalista de los pensadores se publica “Kant: encerrado en Königsberg”.
En el bicentenario de la muerte del filósofo Immanuel Kant (1724-1804), de ineludible contribución al pensamiento moderno, se comenta la reciente biografía del estudioso Manfred Kuehn, “Kant".

Publica El Mercurio en su edición del 26/12/2004

Por Simon Blackburn

Hay una escena en la película Superman III en la que Lorelei Ambrosía, ese rubio bombón, está leyendo secretamente la “Crítica de la razón pura”. "¿Pero cómo puede sostener que las categorías puras no tienen sentido objetivo en la lógica trascendental? ¿Qué ocurre con la unidad sintética?", chilla ella antes de esconder apresuradamente el libro y retomar alguna tontería frívola cuando entra su jefe gángster.

La elección del libro por parte del director fue perfecta: ninguna otra obra podría ser, al mismo tiempo, tan improbable y tan reconocible para el público como ésa. Uno podría tomar quizá a Bertrand Russell durante unas vacaciones playeras (alguna vez lo hice), pero nunca a Kant. Entre paréntesis, si bien Lorelei no domina del todo la jerga, su pregunta es, efectivamente, una buena pregunta.

Kant no sólo es famoso por la oscuridad y dificultad, sino que también por haber vivido probablemente la, para un biógrafo, menos atractiva de las vidas imaginables. La suya la pasó casi enteramente dentro de los pocos kilómetros de la desolada ciudad costera de Königsberg, o Kaliningrado, en el noreste de Prusia. Nunca viajó. En toda su vida nunca vio una montaña, ni escuchó una orquesta decente. Nunca se casó. Una vez conoció a una "bella y bien educada viuda procedente de algún otro lugar", pero para cuando Kant había calculado ingresos y gastos, ella se había casado con alguna otra persona. También le gustó otra muchacha, una de Westfalia, pero él aún estaba considerando hacerle una proposición matrimonial cuando ella cruzó la frontera fuera de Prusia.

Casi con certeza no tuvo relaciones sexuales y es de esperar, por su tranquilidad espiritual, que así haya sido, dado que sostuvo que el sexo fuera del matrimonio deshonraba al género humano y en verdad "exponía a la humanidad al peligro de equipararse a las bestias". La vida de Kant, como la de un monje, fue regular hasta la caricatura: la conocida historia según la cual los lugareños podían ajustar sus relojes con ocasión de su caminata vespertina tiene, al menos, cierta veracidad en base a ello. La Universidad de Königsberg fue su monasterio. No hubo heroísmos: cuando se peleó en 1794 con los censores teológicos designados por Federico Guillermo II, se sometió y prometió no hacerlo de nuevo. Kant enseñó, escribió, declinó y murió como un cauteloso hombre de universidad.
No sólo lo externo es poco atractivo, sino que ello parece expresar perfectamente al hombre íntimo. Kant era pequeño, controlado y achacoso. Estaba preocupado por el estado de sus intestinos y parece haber dedicado mucha atención totalmente pública a lo que Hamann llamó sus "evacuaciones a posteriori". Encontraba difícil reír. Las virtudes prusianas de disciplina, eficiencia, austeridad, trabajo arduo y obediencia están canonizadas en su vida y escritos. Sorprendentemente, en todo caso, parece no haber sido un prusiano, sino un inglés llamado Green quien atrajo al joven Kant a estos rigurosos senderos. Fue Green, un comerciante y amigo cercano, quien inculcó en Kant las bondades de vivir según reglas o máximas inflexibles, y antes de Kant era por las actividades de Green que los lugareños ajustaban sus relojes.

En esta detallada y fascinante biografía, el distinguido estudioso alemán Manfred Kuehn se esfuerza por convencernos de que el Kant insensible y legalista es principalmente un mito. Según Kuehn, ni Kant ni su ciudad fronteriza son ni la mitad de fríos de lo que la imagen convencional los describe. Königsberg fue la primera capital de Prusia. Una ciudad cosmopolita, en la cual hombres de negocios rusos e ingleses se codeaban con académicos y nobles prusianos. Kuehn presenta una larga lista de académicos y teólogos, comerciantes y pequeños terratenientes, cuyas vidas giraron en torno a la universidad. Su Kant estaba en el centro de una rica vida social e intelectual.

No sólo Königsberg era una especie de Atenas del Báltico, sino que este Kant no es el frío autómata de la leyenda. En su juventud jugó billar lo suficientemente bien como para ser una suerte de estafador, y cuando sus víctimas rehusaban jugar con él, se cambiaba a las cartas como una fuente suplementaria de ingresos. Con su creciente respetabilidad, todo esto tuvo que cesar, pero Kant no fue inmune a la tentación, incluso una vez que había adoptado una de sus acorazadas reglas o máximas de conducta. De esta manera, emulando a Green, se dio a sí mismo la regla de sólo una pipa de tabaco por día, pero sus amigos notaron que a medida que pasaban los años la pipa se fue haciendo más grande. Parece haber sido un entusiasta invitado y anfitrión, rara vez cenando solo, dado a hablar de chismes y política más que de asuntos intelectuales, y nada reacio a una cantidad moderada de vino.

Inevitablemente, para alguien de un severo entorno pietista, toda esta disipación motivó una más bien seria búsqueda espiritual. En las tempranas Lecciones de ética, la glotonería recibe una especial censura -es, de nuevo, algo bestial-; en su más humanista y tardía Metafísica de las costumbres aún nos dice que atiborrarse de comida incapacita a una persona "para acciones que requiriesen usar sus facultades con habilidad y determinación". Es obvio que colocarse en un estado semejante viola los deberes de uno para consigo mismo.
Afortunadamente, no todo está completamente perdido: "Aunque un banquete es una invitación formal al exceso tanto en el comer como en el beber, hay algo en él que tiende a un fin moral; a saber, a mantener juntos a muchos hombres y durante largo rato para que se comuniquen entre sí; pero cuando la cantidad (...) sólo permite una escasa comunicación... la reunión contradice aquel fin... ¿Hasta dónde llega el derecho moral a prestar oído a estas invitaciones a la intemperancia?".

Con una pregunta así zumbando en su mente difícilmente se esperaría que Kant haya sido el alma de la fiesta. Sin embargo, "la broma, el ingenio y el capricho estaban siempre a punto", enfureciendo -el verbo es de Kuehn- al joven Herder, quien se apuraba en agregar: "pero siempre en el momento adecuado para provocar la risa de todos", estragando algo el efecto.

Kant habría quedado como una figura definitivamente menor en la historia de la filosofía si no fuera por una década de pensamiento y otra de publicaciones. En 1770, dictó su Disertación inaugural. Allí, por primera vez, se divisaron algunas famosas doctrinas de la "filosofía crítica". Kant insiste en una serie de nítidas divisiones. Separa conceptos e intuiciones, o intelecto y sensación. Separa las "cosas en sí mismas" de las "cosas como son para nosotros", o, en otras palabras, distingue lo nouménico de lo fenoménico. Considera espacio y tiempo como las formas de nuestra sensibilidad, impuestas sobre el mundo nouménico como una condición de nuestra experiencia del mismo. Pero también deja lugar para una auténtica "metafísica" o ciencia del mundo como es en sí, conocible mediante los puros principios del entendimiento.

Hay un defecto fatal escondido en todo esto. La llave hacia la metafísica debería ser la causalidad: porque lo nouménico causa el mundo tal como lo percibimos es que es un posible objeto de conocimiento. Treinta años antes, Hume ya había cerrado el camino a todo conocimiento puramente racional de qué es causa de qué. En Prusia, Hertz y Hamann pronto llamaron la atención de Kant hacia la crítica de Hume al razonamiento especulativo sobre la causalidad: ella misma tenía que ser considerada como obra de la mente, o una forma de la sensibilidad. Kant habría de decir más tarde que fue Hume quien "primero interrumpió mis sueños dogmáticos". Y le tomó una década alcanzar una solución al problema que Hume le había dejado.

El resultado fue de 856 páginas: La crítica de la razón pura, publicada en 1781. La doctrina central de la Crítica es la interdependencia entre conocimiento intelectual y experiencia: "Los pensamientos sin contenido están vacíos, las intuiciones sin conceptos están ciegas". Se requiere tanto la aptitud conceptual como su aplicación en la experiencia para generar un pensamiento inteligible. Se sigue de ello que la metafísica pura que había imaginado previamente, razonando más allá de los límites de la experiencia, podría no haber sido más que una ilusión.

Por otra parte, el razonamiento a priori o de sillón es posible, pero no sobre el mundo como es en sí. Únicamente le incumbe el mundo como se nos aparece. Cuando intentamos razonar más allá de esto, queriendo saber sobre la naturaleza del alma, o del mundo como un todo, o de la existencia de Dios, la razón cae en contradicción y su ejercicio está condenado a fracasar. Como indica su nombre, la Crítica es fundamentalmente una obra escéptica, y es así como fue considerada por sus contemporáneos. Kant llegó a ser conocido como el Alleszermalmer o demoledor y como el crítico de la teología racional y de la metafísica.

En el mundo contemporáneo, observa Kuehn, Kant es considerado más comúnmente como un adversario del escepticismo, más interesado en el campo de acción de nuestro conocimiento que en sus límites. Tales son las revoluciones de la interpretación filosófica. Pero si bien este lado positivo existe, es sólo parte del cuadro, ya que para el propio Kant el punto central de la filosofía crítica se encontraba por completo en otra parte, a saber, en sus implicancias religiosas y morales. A lo largo de las décadas de 1780 y 1790, Kant escribió las obras sobre temas morales y religiosos que se colocan al lado de la “Crítica” como su gran legado a la filosofía. “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” apareció en 1784; para 1790 había dos “Críticas” más, así como un libro que exponía su sistema de una forma más accesible (Prolegómenos a toda metafísica futura).

Filosofía moral

Aun cuando la vida de Kant estuvo salpicada con arranques de jovialidad, es difícil decir lo mismo de su filosofía moral, inflexible e intoxicada de normas. La psicología moral de Kant es una en la que el deber está siempre en guerra con la inclinación natural, ciega y servil, la que siempre es una especie de amor propio. Las emociones y los deseos son el enemigo. Sólo se anotan puntos morales cuando el deber vence sobre aquéllos, y sólo por ser el deber. De hecho, al menos en la mayoría de sus escritos morales, mientras menos uno se preocupe de otras cosas y de otras personas, mejor.

La dicha, para Kant, es igualada con la completa independencia de cualquier inclinación y necesidad, incluyendo los sentimientos de compasión y simpatía para con los otros. Pero dado que en cuanto seres humanos somos lo bastante desafortunados como para no tener esta libertad, debemos estar alertas para reprimir nuestros sentimientos. Únicamente cuando así lo hacemos ganamos crédito moral.

Tampoco una vida conforme al deber es un lecho de rosas. Como todo estudiante aprende, para Kant el deber de la veracidad alcanza a tener que decirle a un demente provisto con un hacha dónde están durmiendo tus hijos (si pregunta y pide respuesta). No hay sitio para escabullirse. No se puede sostener, por ejemplo, que el hombre del hacha no tiene derecho a la verdad. Eso sólo significa que no se comete una injusticia contra él al mentirle. Pero, aun así, se inflige un daño a la humanidad, y se viola un sagrado mandamiento de la razón.

En realidad, es muy fácil dañar a la humanidad de acuerdo con Kant, no sólo mediante las bestialidades de la glotonería y el sexo descarriado, sino en asuntos más de principios, como la rebelión contra un gobierno, lo que también daña a la humanidad, no importa lo injusto, arbitrario, usurpador o sencillamente malvado que pueda ser ese gobierno. Puede ser tan desconsolador cumplir el deber, que estamos compelidos a postular una vida después de la muerte donde la felicidad y la rectitud recuperen sus puestos. Aunque la filosofía crítica destruye totalmente cualquier proyecto de teología racional, a nuestras necesidades les corresponde meterse y llenar el vacío. No se nos permite mentir, pero sí esta muestra de ensoñación.

De manera sorprendente, a pesar de tales rígidas doctrinas, no cabe duda de que Kant es el más influyente filósofo moral y político de los tiempos modernos. En la actualidad probablemente tiene más, y más activos, defensores entre los filósofos morales y políticos profesionales que nunca antes. En parte, él es un contrapunto al "utilitarismo", igualado por muchos a una temible ingeniería social que coloca al individuo constantemente al servicio de lo colectivo. Mejor aun, Kant enfoca la atención lejos de cualquier necesidad educativa demasiado exigente. De acuerdo con la tradición griega, la virtud es excepcional y requiere un cultivo y práctica de lo más cuidadoso. Además, para los griegos la democracia requiere ciudadanos virtuosos. Para Kant, en cambio, las personas tienen la posibilidad de la autonomía, o libertad, y, ante todo, merecen, así como así, respeto. Ellas no tienen que trabajar para ganárselo. Y no importa cuán lerdas o estúpidas puedan ser, el republicanismo democrático es la forma de gobierno correcta.

Kuehn muestra en detalle cómo se desarrollaron estos puntos de vista. Como en la filosofía crítica, hubo aquí una revolución en el pensamiento de Kant. Él creció aceptando los puntos de vista éticos de Frances Hutchenson, el gran filósofo moral escocés del siglo dieciocho, quien fundaba la moralidad en un "sentido moral" o un sentimiento de imparcial benevolencia hacia la humanidad. Al parecer, Kant fue desengañado de este planteamiento al leer a Rousseau.

El problema con la benevolencia, llegó a sentir Kant, es que ella apela a nuestros sentimientos. Pero Kant quiere un orden moral en el cual no acabemos ocupándonos nosotros de los demás. Antes bien, tenemos un deber con ellos: su igual dignidad exige nuestro respeto y "lo que debidamente me pertenece no debe concedérseme como algo que supliqué". El problema con la benevolencia privada, así como con la caridad pública, es que quienes son objeto de ella son tratados como miserables, como mendigos, y esto es una manera de negarse a reconocer sus derechos. Se disimula nuestra propia injusticia. El mendigo ha de ser sumiso y agradecido; el benefactor es amable y generoso. Pero una persona con derechos no necesita ser ni sumiso ni agradecido, y la persona que respeta aquellos derechos no está haciendo más que atender una exigencia, lo que no es ni amable ni generoso, sino obligado.

Hay algo sublime aquí, algo que atraerá a cualquiera que busque legitimar un orden político y social liberal. Se afirma que, en efecto, existe algo así como una manera racional de vivir, y hay un deber de respetarla y buscarla. Este deber no es algo que inventemos, o encontremos por casualidad y nos obligue, como una tarea impuesta por nuestra propia voluntad o por la de alguien más. Es, más bien, algo racionalmente coercitivo. Su autoridad es notoria para cualquier agente racional. Y es, precisamente por esto -a diferencia de nuestras inclinaciones-, categórico e ineludible. Las máximas de comportamiento que apelan a nuestro bienestar solamente nos aconsejan, pero la ley de la moralidad, nos ordena.

De esta manera, Kant asegura proporcionar el modelo o forma para una política ilustrada, universal y liberal. Si el sistema funciona, no hay problemas de escepticismo, nihilismo o relativismo. Si nuestros principios están a la altura, no hay necesidad de temer que nuestra creencia favorita sea arbitraria o intolerante, o que estemos imponiendo nuestros pareceres, sin un fundamento racional, a otros sobre quienes tenemos poder. No es de extrañarse, entonces, que los filósofos políticos y morales deseen que el sistema funcione. Los filósofos, por consiguiente, no son sólo burguesas, egoístas y tímidas criaturas de un determinado tiempo y lugar, que esperan vanamente imponer sus criterios liberales sobre otras personas. Ellos están en la vanguardia, articulando las exigencias que, por la propia estructura de la razón, deben ser acatadas por todo el mundo.
Quizá Kant, a causa de su entorno protestante pietista, equivocase ligeramente esas exigencias. Pero queda la esperanza de poder moderar algo de su absolutismo, mientras se conserva la esencia de su propuesta. Esto implica exaltar los pasajes en los que Kant parece un poco menos severo de lo usual. Significa también hacer algún injerto, tratando de acarrear, por decirlo así, un poco de Königsberg hacia Edimburgo o Atenas. Ésta es una empresa importante en los departamentos de filosofía desde Cambridge hasta Los Angeles. Hay Kants aristotélicos, humeanos e incluso Kants existencialistas parisinos. Un rasgo sorpresivo, en este contexto, del libro de Kuehn es que mientras Kant mismo es presentado como un vividor, su tardía Metafísica de las costumbres, fuente principal de los movimientos humanistas, es considerada decepcionante: "Refleja el carácter de compilación de viejas notas de clase que realmente es".

Kant, hoy

Las manifestaciones contemporáneas del kantismo tienden a operar a través de nociones como "qué exigen las personas razonables unas de otras", o, en otras palabras, en términos de aproximaciones "contractualistas" y "procedimentales" a los fundamentos de la sociedad y la moralidad. El manantial fue la obra señera de John Rawls “Teoría de la justicia”, de 1970, y ha sido el Harvard de Rawls la oficina central del movimiento de "regreso a Kant" en la filosofía política liberal. Pero, a decir verdad, es una pregunta seria la de hasta qué punto los adornos kantianos de las obras de Rawls y las de sus seguidores son innecesarios.

Aunque no todos queremos volver a él, ninguno de nosotros puede librarse de Kant. Él inventó la metáfora orientadora del pensamiento contemporáneo y, en realidad, la de todo pensamiento posterior a su tiempo. Ésta es su "revolución copernicana", la de que el mundo como lo conocemos es al menos en parte una creación de los expedientes conceptuales y lingüísticos que nosotros le aportamos. Kant articuló los principios directrices del pensamiento político liberal. Puede no haber visto nunca una pintura decente, pero escribió la obra más interesante sobre estética en la filosofía occidental desde Aristóteles. Russell consideraba que Leibniz era el más grande ejemplo de intelecto puro que el mundo haya conocido. Russell (quien podía escribir bien) estaba naturalmente prejuiciado contra Kant (quien no podía escribir tan bien). Pero éste, seguramente, es el único otro posible contendor por aquellos laureles.

Sobre estética

La tercera “Crítica” de Kant es frecuentemente interpretada como un tratado de estética. Y efectivamente se ocupa de problemas estéticos. Pero no sólo de ellos, como precisa Kuehn (p. 481): "Kant también se ocupa en esta obra del problema de la unidad de su propio sistema, del problema general de la aparente finalidad de la naturaleza, de los problemas que plantea la pretendida necesidad de aplicar conceptos teleológicos en biología y de algunas cuestiones teológicas". De esta obra hay una nueva traducción como Crítica del discernimiento, en edición de Roberto R. Aramayo y Salvador Mas (A. Machado Libros, Madrid, 2003). Previamente existían las traducciones de Manuel García Morente como Crítica del juicio (1914) y la del chileno Pablo Oyarzún como “Crítica de la Facultad de Juzga”r (Monte Ávila, Caracas, 1991).

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FICHA:

Manfred Kuehn "Kant"
Traducción de Carmen García-Trevijano.
Editorial Acento, Madrid, 2003, 704 páginas.





Todo sobre el mal: El Tropenmuseum holandés repasa su representación en diferentes culturas.

Demonios, brujas, vampiros y monstruos en un entorno que recuerda al fuego del infierno forman la exposición que el Tropenmuseum de Amsterdam ha organizado sobre el mal: "Het kwaad-All about Evil". En la América precolombina el mal pertenece a la vida; en África, a caprichos de la naturaleza; así recorre la muestra las distintas representaciones de lo maligno.

Publica La Vanguardia en su edición del 27/12/2004

Por Carmen Montón

Cada día nos confrontamos con el mal, pequeño o grande: enfermedad y muerte, desastres naturales, pérdida de la cosecha o de un amor... o la mala suerte, anuncia la exposición en un cartel a la entrada justificando su programa. Y sigue: aunque tratamos de erradicarlo con ciencia, armas, muros y tecnología, no acabamos de tener éxito. Cuando los medios racionales no dan con la explicación, buscamos su causa en los sobrenaturales, porque la idea de que el mal está en nosotros mismos resulta humillante. El origen del mal, su representación y cómo lo mantenemos alejado de nosotros o luchamos contra él son las tres fases que completan la respuesta a esta cuestión universal.

El Tropenmuseum está en un antiguo edificio del este de Amsterdam que recuerda la grandeza colonial del país. En el inmenso vestíbulo se ha colocado una construcción de dos pisos que se asemeja a un monstruo: la boca es el descenso a los infiernos, y la lengua del monstruo, una especie de alfombra roja que nos guía a un interior plagado de representaciones de diablos. Vampiros aquí y allá. Paredes pintadas de rojo y negro flambeado, penumbras... un efectismo inquietante.

Antes de entrar en el interior del monstruo, cuatro gabinetes con sus correspondientes obras explican la interpretación del mal en diferentes religiones y culturas agrupadas en cuatro. Judaísmo, cristianismo e islam comparten la interpretación bíblica de que el pecado original fue la causa de la pérdida de la armonía en el mundo. Además, Dios le dio al ángel caído, al diablo, la prerrogativa de tentar al hombre. Una representación de Adán y Eva en el paraíso, del siglo de oro, y otra de Durero; un icono de san Miguel venciendo al dragón, de 1850; un grabado de Durero sobre el primer homicidio, Caín y Abel,de Gustave Doré (1866), y carteles de colegio para explicar la historia sagrada unifican el tema.

Otro grupo de religiones es el de la América precolombina, con su creencia de que el mal pertenece a la vida y sus alegres representaciones de la muerte. La visión africana culpa del mal a los caprichos de la naturaleza y el hinduismo aparece junto al budismo con la epodel Ramayana y el Mahabharata.

Las vitrinas en el interior de la construcción muestran grabados y cuadros e ilustraciones del juicio final; muñecos del teatro Wajang; héroes y demonios en lucha; un papiro del 350 a.C. en el que Anubis y Horus pesan el corazón de los muertos, o fragmentos de libros para la primera confesión de principios del siglo XX, con un ángel y el diablo.

El museo muestra cómo los diablos y sus consortes están inspirados en el mundo animal. En un apartado hay animales disecados junto a figuras demoniacas: se observa el origen de cuernos, cola, garras, colmillos y demás elementos. Otro capítulo aborda la tentación y la seducción, cuando el diablo se viste de forma atractiva. Jesús, Buda, san Antonio o la leyenda de Fausto con su Mefistófeles muestran el atractivo del mal.

En el piso superior se encuentra un lugar luminoso pintado de blanco donde están los amuletos y oraciones que utilizan las diferentes culturas para ahuyentar el mal. Pero no siempre se le ahuyenta. Los tatuajes y la moda gótica extendida entre grupos de jóvenes hoy día utilizan símbolos y figuras diabólicas. Igual que la fe en Dios se ha debilitado, el diablo se ha ido convirtiendo en un símbolo, explica la exposición. Aunque consideran que estos grupos utilizan dichas imágenes no sólo por cuestión estética, sino para provocar a los que verdaderamente creen.

El siguiente gabinete está dedicado a la presencia del demonio en la música. Hasta 55 melodías se pueden escuchar en una consola y ver algunos clips. Desde la ópera "La condenación de Fausto" de Berlioz o el "Don Giovanni" de Mozart, hasta canciones de Elvis Presley, Cliff Richard, Ella Fitzgerald o los textos satánicos de algunos números de rock and roll. Hay también un programa de una emisora evangélica americana donde se explica a los jóvenes por qué no deben escucharlos: They sold their souls for rock&roll.

No faltan, claro, fragmentos y fotogramas de diablos, brujas y endemoniados del cine: la bruja de Blancanieves,la Cruella de 101 dálmatas, el Scar de "El rey León";la alusión a las películas de Mojica Marins con "El despertar de la bestia" y todos sus filmes de horror, o La semilla del diablo de Roman Polanski.

Llama la atención cómo la ciencia ficción y la industria del vídeo se nutren de grabados antiguos para sus monstruos. Mientras que un grabado alemán del siglo XVII muestra que uno de los trabajos de Hércules fue luchar contra el Cancerbero, un perro con tres cabezas y cola de serpiente guardián del mundo de los muertos, hoy en día es un juguete de goma para los niños.

La exposición no ha pretendido responder a la cuestión del mal en profundidad, sino que ilustra con sus 500 objetos el aspecto visual. Cómo cada cultura y religión ha representado el mal, con sus inf luencias mutuas y coincidencias.Ala pregunta de por qué el ambiente del infierno envuelve toda la exposición aun sin ser un lugar común a todas las culturas, responde el comisario de la muestra, François Fontaine: "El castigo más temido por el hombre es el fuego, la peor tortura. Y el fuego se asocia con el magma de la tierra, en el subsuelo, igual que se habla siempre del cielo arriba. El fuego sugerido en la exposición no es sólo el del infierno. También aparece en un biombo japonés del siglo XVII que representa castigos según el budismo".

"La desigualdad es la mayor amenaza": Boutros-Ghali, ex secretario general de la ONU, define los retos del planeta. Diplomático, jurista, docente universitario, autor de más de cien libros, Boutros-Ghali nació, por azar, en Hanoi, Vietnam, en el seno de una prestigiosa familia copta. Antes de llegar a las máximas funciones de la ONU, trabajó en la diplomacia egipcia durante quince años. Actualmente es presidente de la comisión nacional egipcia de derechos humanos, del Panel Internacional Democracia y Desarrollo, de la Unesco, y miembro de numerosas organizaciones no gubernamentales.

Publica La Nación en su edición del 29/12/2004

Por Luisa Corradini

Como la diosa Isis de sus ancestros, el egipcio Boutros Boutros-Ghali ha decidido que la vida es eterna. A los 83 años, este ex secretario general de las Naciones Unidas (1992-97) insiste en mantener una frenética actividad que lo lleva, cada semana, a apartados puntos del planeta y que vuelve locos a sus colaboradores.

¿Cuándo va a parar? “Nunca. El poder vuelve loco: es como una droga”, confiesa a LA NACION.

Boutros-Ghali no oculta que la mayor de sus frustraciones fue no haber podido ejercer un segundo mandato como secretario general de la ONU. Su alejamiento fue provocado por Estados Unidos. "Es demasiado tercermundista", fue el argumento de Washington. Tuvo que dejar su puesto a Kofi Annan, de Ghana. Ese fue el precio por sus enfrentamientos con Madeleine Albright -por entonces, embajadora de los Estados Unidos en la ONU- y con Warren Christopher, el secretario de Estado "cuya mayor virtud era el corte impecable de sus trajes", según dijo años después.

-Cuando usted fue secretario general de la ONU, los demócratas le hicieron la vida imposible. Ahora es el turno de Kofi Annan con los republicanos. Entre ese puesto y Washington parece haber una pulseada permanente que consigue paralizar la organización. ¿Cuál es la solución?

-En sus 55 años de existencia, la ONU vivió numerosas crisis. Lo que sucede hoy es una nueva crisis. Pero la ONU siempre consiguió sobreponerse. Para que ahora sobreviva hay dos posibilidades. Una, acaso la más importante, es que Estados Unidos cambie de política. No es imposible. Le recuerdo que fue el presidente Woodrow Wilson, en 1919, quien creó la Sociedad de Naciones y que fue Franklin D. Roosevelt quien promovió la ONU.

Hay una gran tradición en Estados Unidos en favor del multilateralismo, de la colaboración interestatal y de la democracia mundial. Quizás, en los próximos años, Estados Unidos podría tener un presidente que se diera cuenta de que el interés del pueblo norteamericano es utilizar un sistema multilateral, para consultar y colaborar con otros Estados. Algún día se darán cuenta, por fin, de que no tienen los medios para ser los gendarmes del planeta. La segunda alternativa es que, en los próximos años, aparezcan nuevas superpotencias que actúen como contrapoder. Entre ellas, puedo mencionar China, India, la Unión Europea, cuando termine su proceso de integración y comience a tener una verdadera política exterior común, y Rusia.

-¿Tiene posibilidades de recuperarse después del derrumbe soviético?
Déjeme recordarle que las tropas nazis estaban a las puertas de Moscú en 1941. Apenas quince años más tarde, la URSS volvía a ser una gran potencia. Rusia tiene la voluntad política y la posición geopolítica ideal entre Asia y Africa. Además, cuenta con riquezas, un equipo dirigente y una tradición de jugar un papel ecuménico que viene del tiempo de los zares. Cuando aparezcan esos contrapoderes, volveremos a un mínimo de democracia. Siempre defendí esa idea. Si no conseguimos democratizar la globalización, ese fenómeno terminará por demoler las democracias nacionales. No sirve de nada tratar de alentar la democracia en América latina, en Africa o en el mundo árabe si no se tiene una democracia en lo alto de la pirámide.

-¿Por qué?

-Porque el poder del Estado disminuye paulatinamente por culpa de la globalización. A medida que ese poder disminuye, se desplaza hacia una autoridad - mundial. Y si esa autoridad mundial no es democrática, imagínese los peligros que entraña. Cuando yo era secretario general de la ONU también impulsé una reforma de la organización. Por entonces, había tres puntos de acuerdo: la reforma era necesaria, la democratización era necesaria, pero la ampliación del Consejo de Seguridad no debía ser demasiado importante para que no entorpeciera su acción. Mi equipo también había llegado a una cuarta unanimidad: el necesario equilibrio entre los Estados ricos y los pobres dentro del Consejo. Pero el problema era quién representaría a los Estados pobres.

-¿Quizá la representación podría hacerse por bloques, como plantea México en este momento?

-Sí, por bloques, pero tomemos el caso de América latina: ¿quién escogerá su representante?

-La región escogería a su representante en forma rotativa... Pero usted no puede imaginarse un pequeño Estado de América Central representando a la totalidad de América latina en el Consejo de Seguridad! Hasta hoy, no hemos conseguido resolver esa cuestión. ¿Será la Argentina, será México o será Brasil? La misma cuestión se plantea en Africa: ¿será Egipto, Africa del Sur, Nigeria?

-¿Cuál es su opinión sobre el proyecto de reforma de la ONU presentado por el secretario general, Kofi Annan?

-Se trata de un informe cuyas ideas no son nuevas. El habla de un cambio en la composición del Consejo de Seguridad y propone dos fórmulas. En la primera, a los cinco miembros permanentes actuales, que tienen derecho de veto, se agregarían otros miembros permanentes, pero sin ese derecho. No me parece que esa fórmula vaya a ser aceptada por numerosos Estados. En la segunda fórmula no se dice una palabra sobre una posible limitación del derecho de veto. Por otro lado, se amplia el concepto de seguridad.

Ya no se trata de "seguridad para los Estados", sino de "seguridad humana". Esto representa, para mí, un peligro, pues quiere decir que el Consejo de Seguridad pasará a ocuparse de problemas socioeconómicos: crisis económicas graves en un país, hambrunas, calamidades, etcétera. En todo caso, esto estaría sometido al derecho de veto. En resumen, es un proyecto que agrava el control del mundo por parte de las potencias.

Ultimo punto, extremadamente peligroso: la utilización de la fuerza para una acción preventiva. Sobre esto el texto no es muy claro, pero parece insinuar que, en algunos casos, se aceptaría la intervención preventiva. Yo diría más: una acción coercitivo-preventiva, que aumenta aún más el poder de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

-En otras palabras, ¿éste es un documento de compromiso?

-Es un esfuerzo. No es el primero.

-Hay quienes opinan -entre ellos, Jacques Attali- que dentro de algunas décadas habrá un gobierno mundial liderado por la ONU. ¿Usted también lo cree?

-Sí. Creo que así será. Dentro de 20, 30 o 40 años el mundo tendrá ese gobierno planetario.

-¿Cuál es, para usted, el peligro más grande que acecha hoy al planeta?

-Las desigualdades cada vez más grandes entre el Sur y el Norte. Déjeme darle algunas cifras sobre los países de la cuenca del Mediterráneo: en el Norte, la Unión Europea; en el Sur, los países árabes de Africa. Extienda esto al resto del planeta, pues el modelo se repite sin excepciones. La población del Norte nacida entre 1950 y 2000 aumentó un treinta por ciento; en el Sur, aumentó un 150 por ciento. En los próximos 50 años, la demografía europea disminuirá un 17%, por causa del envejecimiento de la población.

Europa estará obligada a recibir 1.600.000 inmigrantes por año para mantener la tasa actual de crecimiento. El norte del Mediterráneo representa el 15% del comercio mundial; el Sur, menos del tres por ciento. En términos de producto bruto interno, el Norte pesa cinco veces más que el Sur. Naturalmente, estos fenómenos crean una inestabilidad social y política en el Sur. Todo esto provoca un repliegue cultural. En otras palabras, fundamentalismo y fanatismo. Una tercera consecuencia es el aumento permanente de la demanda migratoria.

-Y un riesgo de guerra de civilizaciones...

-También hay entre estas dos regiones una tercera fractura, que es religiosa: por primera vez desde la Edad Media, el islam se ha transformado en una realidad en la Europa cristiana. Naturalmente, este encuentro entre dos religiones diferentes volverá a plantear serios problemas. Una última y cuarta fractura: la política. En el Sur hay una realidad marcada por los conflictos: Irak, los países árabes con Israel y muchos otros que podrían estallar por culpa de la distribución del agua y de otros recursos naturales. Imagínese: en Europa, los diez Estados que acaban de incorporarse a la UE recibirán 40.000 millones de euros por subvenciones, hasta 2006. Entre 1992 y 1998, los países del sur del Mediterráneo sólo recibieron 753 millones de dólares. Esto quiere decir medio euro de ayuda por habitante para el Sur, contra 185 euros por habitante para el este de Europa.

-Este es, sin duda, un grave problema a mediano plazo. Pero ¿y las crisis actuales? ¿La guerra de Irak, por ejemplo? ¿Cuál fue, para usted, la verdadera razón de Estados Unidos para hacer esa guerra?

-Hay varias interpretaciones. Yo prefiero aquella según la cual Estados Unidos debía realizar una acción absolutamente espectacular después del 11 de septiembre. Yo la llamaría "la razón psicopolítica fundamental".

-Y ahora, ¿cree que habrá elecciones?

-Lo espero. Esa es la única forma de darle legitimidad al gobierno iraquí. Será la única forma de dar un auténtico poder a los iraquíes. Ese día serán capaces de hallar una solución a sus problemas.

-Pero ¿cómo organizar esas elecciones?

-Hubo elecciones en situaciones extremadamente difíciles en otras partes del mundo. En Camboya, por ejemplo, se temió hasta último momento una intervención del Khmer Rojo. Las elecciones en El Salvador fueron lo mismo. Naturalmente, no estoy diciendo que la situación sea fácil en Irak. Pero, por el momento, no veo otra solución posible. Irak tiene un pueblo extremadamente civilizado, que obtuvo su independencia antes que todos los demás países árabes. Esto se olvida.

Irak estuvo presente en la Sociedad de Naciones antes que todos los demás países árabes, antes que Egipto. Irak es uno de los países más ricos. Tiene petróleo y ríos, mientras que otros tienen ríos y no tienen petróleo, o viceversa. Hay un proverbio egipcio que dice: "Se escribe en Egipto, se imprime en el Líbano y se lee en Irak". Es un país muy avanzado. Tendrá violencia, conflictos internos... pero es problema de ellos. Ellos los tienen que resolver.

-Pero si Estados Unidos se fuera, ¿no cree usted que la región está suficientemente desestabilizada como para que estalle un conflicto general?

-No, no lo creo. Tampoco creo que sea necesaria una presencia internacional. Los estadounidenses deberían retirarse y dejar que Irak se reorganizara solo.

-¿Y Siria e Irán? ¿Qué pasará con las pretensiones regionales de esos países?

-Irán tiene su petróleo. Las cosas marchan. Siria también marcha normalmente.

-Pero, mientras tanto, mantiene su ocupación sobre el Líbano y tiene grandes ambiciones regionales... ¿Eso a usted no le molesta?

-Usted evoca una visión eurocéntrica. La historia de América latina es una historia de intervenciones y de dictaduras que existieron y que dejaron de existir. Sus países se independizaron a comienzos del siglo XIX. Cuando yo fui a esa región en 1980, todos los regímenes eran militares. Ahora todo cambió. No se puede pretender que Medio Oriente viva una situación política similar a la de Europa. Medio Oriente obtuvo su independencia hace menos de 50 años, como Africa. Se trata de una región que será inevitablemente inestable durante cierto tiempo, antes de llegar a la estabilidad que vive actualmente Europa. No hay que ver lo que sucede en Medio Oriente con una mirada pesimista.

-¿Y el integrismo?

-El integrismo existió en Egipto desde comienzos de siglo. Hubo movimientos integristas y revoluciones en Somalia y en Sudán. El fundamentalismo no es nuevo, y actualmente hay un nuevo fundamentalismo cristiano, otro hindú y otro judío. Todo esto responde, para mí, a la mundialización. El ciudadano medio no comprende la mundialización. Le tiene miedo. Cuando ve por televisión el genocidio en Ruanda u otro drama, se produce en él un repliegue cultural, cuya respuesta es: "Quiero regresar a mi pueblo, a mi familia, a mi religión y olvidarme del resto del mundo".

-Pero no toda la gente que rechaza la globalización se repliega de ese modo...

-No, no he dicho eso. El fundamentalismo, en el cual se manifiesta el terrorismo, es un pequeño sector. Antes estaban la banda Baader-Meinhoff en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia, ETA en el País Vasco, Tupamaros en Uruguay. Esto no es nuevo. Todo el mundo hace un drama por el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Es verdad: fue muy espectacular. Pero hubo muchos más muertos por el terrorismo en Colombia o en Sri Lanka que los muertos de las dos torres de Nueva York. Yo quisiera poner las cosas en su verdadera perspectiva.

-¿Cree usted que con la desaparición de Yasser Arafat cambiarán las cosas en el conflicto entre Israel y Palestina?

-Es un proceso muy largo, que requerirá muchos años de esfuerzo. Yo no veo la solución en forma inminente. Entre israelíes y árabes será necesaria una nueva generación para establecer una paz verdadera.

-Usted era el canciller del presidente Anwar el-Sadat cuando él firmó la paz con Israel. Poco después lo mataron. ¿Quién lo mató? Nunca se supo oficialmente.

-Los fundamentalistas. Los mismos que mataron a mi abuelo, que era primer ministro en 1910. Y al primer ministro de Egipto, Ahmed Maher Pacha, en 1945, en pleno Parlamento. Egipto ha padecido el terrorismo mucho más que los estadounidenses o los europeos. Y en aquellos momentos Estados Unidos y Europa cerraban los ojos y ofrecían refugio político a esos fundamentalistas. Ellos depositaban su dinero en los bancos europeos y recibían armas de Europa.

-Usted escribió el famoso discurso que El-Sadat pronunció ante el Parlamento israelí cuando firmó la paz con ese país.

-Le voy a hacer una confidencia. Es verdad: yo escribí el discurso. Pero, a pesar de lo que se ha afirmado durante treinta años, ése no fue el discurso que El-Sadat leyó en la Knesset. Sin que nadie supiera, les había pedido a otras dos personas que también escribieran. Sin embargo, cuando le pregunté qué le había parecido mi texto, respondió: "Excelente, excelente". Aquel día yo estaba sentado en la Knesset, esperando oír mi discurso y nada, ni una palabra, ni una sola de mis ideas salió de su boca.

-¿Que sintió?

-Que El-Sadat tenía razón. El discurso que leyó era mucho mejor que el mío.