�Refritear?�Las asesinadas de Ju�rez?: Margo Glantz sobre los alcances de la tragedia.
�Las bellas narraciones que disfrazaban la violencia les conced�an a las mujeres griegas un lugar en la poes�a y su genealog�a remontaba a la �poca de una fundaci�n porque explicaba un origen. No es un atenuante, es una verificaci�n. Los asesinatos de mujeres en Ciudad Ju�rez son doblemente violentos: las asesinadas no alcanzan siquiera un lugar en la historia o el mito y se ven despojadas hasta de la posibilidad de iniciar su propia genealog�a.�
Publica La Jornada en su edici�n del 3/6/2005
Por Margo Glantz
Las bodas de Cadmo y Harmon�a, de Roberto Calasso, empieza relatando un mito, la historia de una violaci�n: Eros coloca suavemente sobre la grupa de Zeus, disfrazado de toro, a la bella y joven Europa para cruzar el mar; numerosos testigos contemplan el rapto, entre ellos Atenea, quien ""espiando desde el cielo se sonroja al ver a su padre cabalgado por una joven". El autor concluye: "Mientras, Europa no ve�a el sentido de esta loca navegaci�n. Pero imagin� su suerte en cuanto llegaron a tierra (...) Quiso invocar a B�reas para que, volando, la liberara, como hab�a hecho con su propia esposa Oritea, la ateniense. Pero se mordi� la lengua: �de qu� servir�a pasar de un raptor a otro raptor?"
Al terminar de leer, se refuerza la impresi�n de que la mitolog�a griega es s�lo la historia de una constante violaci�n, impresi�n subrayada por el ep�grafe de Salustio: "Esas cosas nunca sucedieron, pero existir�n siempre". Y al enterarnos de que: "Despu�s de la �poca de los h�roes, los griegos med�an el tiempo por la sucesi�n de sacerdotisas en el santuario de Hera, cerca de Argos. Durante la �poca de los h�roes, el paso del tiempo se contaba por la sucesi�n de violaciones divinas. El autor desconocido del �Cat�logo de Mujeres� elabor� una lista de 16 violaciones, nada m�s que para el linaje de los decali�nidas, y de ocho para el de los in�quidas".
Una sociedad patriarcal, la griega, conform� su mitolog�a como si las mujeres fuesen los hitos de la historicidad, pero fundando sus narrativas de origen sobre un cuerpo femenino violado. Es m�s, dice Christine Schmitt: "En Grecia no existe ning�n t�rmino que defina a la violaci�n, de tal forma que los textos recurren a la idea de violencia f�sica para designar este acto y utilizan vocablos que provienen del vocabulario pol�tico para explicar la verg�enza resentida por la v�ctima y la privaci�n del honor (...) Como el lenguaje, la imagen enmascara a la violencia".
Me he remontado a una de las explicaciones m�s visitadas y conocidas de la violencia contra las mujeres, porque con ella se construyeron mitos, bell�simos, obviamente, altamente po�ticos, siempre rele�dos, referencia obligada de nuestra cultura occidental y sin embargo muestra de esa "capacidad de aceptaci�n y obediencia que mostramos los seres humanos frente al orden establecido, con sus par�metros de dominaci�n, sus derechos, sus privilegios y sus injusticias perpetuadas f�cilmente, como sucede con La dominaci�n masculina", t�tulo de una obra de Bourdieu.
La aceptaci�n pasiva de la violaci�n, su posibilidad de erigirse en mito de origen -la fundaci�n del M�xico colonial y la Malinche, por ejemplo- y disfrazar, mediante la mitificaci�n, la violencia excesiva de la que procede, se agiganta cuando alguno de los pol�ticos en turno, relacionados por su cargo con los asesinatos y violaciones de las mujeres y ni�as de Ciudad Ju�rez -o ahora el presidente Fox-, declaran que "los homicidios de mujeres est�n resueltos y sus culpables en la c�rcel"; es m�s, cuando el Presidente agrega, reiterando un lugar com�n y una f�rmula viciada, "que hay otros lugares en el pa�s donde hay el mismo n�mero proporcional de homicidios con mujeres (sic) igual que los hay con hombres", constatamos esa severa enfermedad que corroe a todas las sociedades y constituye un esc�ndalo intolerable.
Porque, como bien dijo Irene Khan, secretaria general de Amnist�a Internacional, en 2004, en una campa�a mundial contra la violencia de g�nero, "...Una mujer de cada tres sufre violencias graves por violaci�n, agresi�n sexual o ataques. Es un mal extendido a lo ancho de todo el planeta que no conoce fronteras ni entre el Norte y el Sur, negros y blancos o ricos y pobres. Un terror disfrazado del que nadie quiere hablar. Las sociedades ignoran ese mal, los gobiernos cierran los ojos y hasta las mismas mujeres guardan silencio cuando son v�ctimas porque se las estigmatiza cuando lo denuncian y lejos de remediarla suelen agravar su situaci�n".
Las bellas narraciones que disfrazaban la violencia les conced�an a las mujeres griegas un lugar en la poes�a y su genealog�a remontaba a la �poca de una fundaci�n porque explicaba un origen. No es un atenuante, es una verificaci�n. Los asesinatos de mujeres en Ciudad Ju�rez son doblemente violentos: las asesinadas no alcanzan siquiera un lugar en la historia o el mito y se ven despojadas hasta de la posibilidad de iniciar su propia genealog�a.
Agencia Asturiana Informal de Noticias
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