sábado, julio 16, 2005


Anacleto, Comisario Importado.


De profesi�n vago, analfabeto, gordo y manso, sargento de la comisar�a del pueblo, ascendido a comisario por falta de postulantes.

Se siente todas los mediod�as a tomar mate en el negocio de diarios de su mujer. Un parador de trenes abandonado junto a no mas de veinte casas que representan toda la integridad de la aldea al costado de una ruta provincial.

"Desde un auto importado baja un hombre de traje y compra el �ltimo diario donde se reflejaba en primera plana el �nico orgullo del pueblo, la casa elegante edificada un tiempo atr�s junto a la plaza.

Mientras la mujer se lava las manos, Anacleto recibe el costo del diario, lo guarda y se sienta nuevamente".

Siesta de verano. Calor irresistible en medio de la pampa �rida en un pa�s del sur del continente americano.

En los pueblos de campo nunca sucede nada. �Qu� podr�a acontecer que no hubiera sucedido ya a lo largo de tanto tiempo?.

Sin embargo, el aire estaba enrarecido, como amenzando alg�n tipo de tormenta.

Los perros de la Mar�a Rosa, ladraban y molestaban a los pocos chicos que jugaban sobre la calle.

Lleg� la noche y todo volvi� a la calma, hab�a sido solo un presentimiento de campo esto de la tormenta.

Pero algo sucedi� y no precisamente esa noche sino en la madrugada del d�a siguiente.

Algo sucedio aunque nadie se percat� de ello, salvo los perros que volvieron a ladrar hasta la madrugada.

Solamente existi� alg�n sobresalto, un ruido extra�o que despert� a alg�n que otro vecino, pero como siempre pasa, no se le presta mucha atenci�n, se da vuelta en la cama para continuar con la tarea de dormir.

No se supo como, pero por la ma�ana los perros ya no ladraban mas, aparecieron muertos.

Todos trataban de no mirar ni escuchar.

Es mejor y mas sano, ignorar o hacer que se ignora.

Cuando alg�n habitante de la aldea pasa frente a la casa elegante que se levanta frente a la plaza, pasa r�pido, observando solo de costado, con el rabillo del ojo.

Ha ido pasando el tiempo.

El pueblo contin�a con la opaca, silenciosa rutina de los pueblos de campo.

Nunca sucede nada.

Salvo esos trajes de corte extranjero que enfundan los habitantes de la casa elegante, cuando trasladan encapuchados a otros personajes que bajan de los lujosos autos importados, claro esto visto siempre desde atr�s de la persiana baja de alguna humilde casa cercana.

Salvo cuando luego de una semana o dos, ingresan esas enormes bolsas negras en el ba�l de los mismos autos.




"Desde un auto importado baja un hombre de traje y compra el �ltimo diario donde se reflejaba en primera plana el �nico orgullo del pueblo, la casa elegante edificada un tiempo atr�s junto a la plaza.

Mientras la mujer se lava las manos, Anacleto recibe el costo del diario, lo guarda y se sienta nuevamente a cebar su mate.

Mira como el hombre elegante se sube a su auto importado y se aleja r�pidamente sobre el asfalto de la ruta provincial.

De profesi�n vago, analfabeto, gordo y manso, sargento de la comisar�a del pueblo, ascendido a comisario por falta de postulantes, tiene el presentimiento de que ocurri� algo, de que algo se le ha pasado entre las manos, desde que los perros de la Mar�a Rosa han dejado de ladrar, sin embargo no existe tormenta sobre el cielo claro y adem�s....

�Qu� podr�a acontecer que no hubiera sucedido ya a lo largo de tanto tiempo en ese su pueblo de campo donde nunca ha ocurrido nada?."

carloel22. PUBLICADO EN FICTICIA

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