jueves, noviembre 30, 2006

UN PRESTIGIOSO PREMIO A MAEVE; POR LA IGUALDAD



El último premio concedido a la Asociación contra la violencia de género, “Maeve”, por la Fundación Emilio Barbón es fiel ejemplo de la filosofía de vida del singular abogado de Pola de Laviana, a la vez que homenaje a su memoria y al espíritu de un luchador antifranquista por la Libertad. También, con tal reconocimiento, se distingue a todos aquellos que, desde cualquier ámbito o disciplina, hacen que esta sociedad en que nos ha tocado vivir sea mas igualitaria, democrática, justa y progresista.
Conocí a Emilio y Manolita por que los avatares del destino hicieron, que allá por los años setenta, forjasen una sincera amistad con mis padres. Así oí historias sobre como un “casín”, en las irónicas palabras, que salían de su sabia boca, desafiaba, a los “perros de presa” del brazo opresor, por no poder “ir a ver la playa de Xixón” cuando las huestes militares le esperaban, a pie de andén, para impedirle encabezar una manifestación cualquiera...Y todo ello desde la atalaya de su silla de ruedas o con la única arma de las muletas que lo sujetaban, allá en las tinieblas del periodo predemocrático. Por todo ello, y según mi parecer, creo que estarían orgullosos, Manolita y él, de que su premio, este 2006, se otorgase a una asociación que defiende a aquellas mujeres que ha sido vilipendiadas, ultrajadas y violadas física, o peor aún, psíquicamente, por canallas e indeseables con la autoestima por los suelos, incapaces de entender que el valor de las personas no estriba en la posibilidad de “mear de pié” si no en la capacidad de poder vivir en paz y no ser sencillamente un primate más, como los monos y gorilas.
Representa además un vuelco a favor de una educación que no discrimine en género, raza o condición social, y que empiece a inculcarlo desde la más tierna infancia. Debemos ser capaces de mostrar a nuestros “pequeños” que vivir en sociedad implica conocer a los demás, desde la pluralidad, el respeto y las libertades, tal y como transcribieron los padres de nuestra Carta Magna, la Constitución. No pueden caber comportamientos alienantes; nunca más debe amanecer una víctima asesinada por la violencia doméstica, sea mujer o varón. Nadie debe sufrir las necedades del prójimo. Otra vez; nunca más imperativos como: “ Ni se te ocurra coger ese p... teléfono; te rompo el alma; yo estoy aquí para ello”. “ O te quitas ese trapo; o te lo arranco yo... que vas vestida como una p...”. “ Si te hubiese dado una buena O... a tiempo, no te me habrías desmadrado tanto”... Y desgraciadamente, quien sufre este acoso, se ve incapaz de romper con las argollas que le atan, por una “jodida” dependencia emocional que les castra mentalmente...¿ Que voy a hacer yo sin...Qué va a ser de mi...? Se preguntan una y mil veces aturdidas, compungidas, sin esperanza, dejándose morir y enterrándose en vida. Y para evitar este círculo vicioso de narcosis galopante debe haber personas, que como en MAEVE, les ayuden a dar ese crucial, pero liberador, paso. Por cierto; lo penoso del asunto, y más aún por estar empíricamente comprobado, es que quien comete o permite el abuso contra cualquiera fue, a su vez, víctima infantil de tales circunstancias. Y consiguientemente, sin una sólida formación fuera de su putrefacto núcleo familiar, esta condenado a repetirlas en su futura familia, amigos o trabajo. De ahí la importancia de educar desde la Libertad y el conocimiento del prójimo; demostrando que todos los seres humanos somos iguales y merecedores del mismo respeto.
Desde estas líneas, no quiero cerrar mi columna mensual, sin dar mi sincero reconocimiento a las mujeres que desde MAEVE trabajan por el bien y el progreso social. Va por vosotras mi aplauso.

Heri Gutiérrez García.