lunes, marzo 08, 2004

¡Y arderás en la hoguera del Invierno!

1.


Algo así me vino a decir mi abuela poco antes de morir, poco, muy poco antes. Y si es cierto espero hacerlo por algo que merezca la pena. Encontré al fin el libro que volveré a escribir palabra a palabra, poco, muy poco a poco. Lo haré una y otra vez, abocado, como todos, a mis propios abismos cotidianos. Paco no se lo creía cuando se lo estaba contando. En aquella taberna frente al mar. Ni yo mismo lo imaginaba en los paseos que pude pegar en los últimos tiempos. Cruzando frente a Correos, el nuevo edificio, o en el paseo del río llegando hasta la tienda de informática de la esquina, los ocho pisos ganaron cuando abrió la tienda. Pero contra todo pronóstico comienzo a escribir mi libro que no es mío, que es de otro, de Saramago. Don José me perdonará el atropello. Debo aprender de los maestros, por lo menos lo intento. Voy traduciendo con cuidado, leyendo atentamente, degustando cada una de las palabras desplegadas. Las personas están sentadas en un paisaje de Dalí con las sombras muy recortadas por causa de un sol que diremos quieto.
Cuando el sol se mueve como sucede fuera de las pinturas la nitidez es menor y la luz conoce mucho menos su lugar
No importa que Dalí haya sido tan mal pintor si pintó la imagen necesaria para los días de 1993
Este día en que las personas están sentadas en el paisaje entre dos plomadas de madera que fueron una puerta sin paredes por encima y a los lados
No hay casa ni siquiera la puerta que podría no abrir precisamente por no haber para donde abrir
Apenas el vacío de la puerta y no la puerta
Y las personas no se sabe cuántas no fueron contadas deben ser por lo menos dos porque conversan levantan los cuellos de las chaquetas para defenderse del frío
Y dicen que el invierno del año pasado fue mucho más dulce o suave o benigno aunque (por mas que) la palabra sea antigua en 1993
Mientras hablan y dicen cosas importantes como esta
Una de las personas va garabateando en el suelo unos trazos enigmáticos que tanto pueden ser un retrato como una declaración de amor o la palabra que faltaba inventar
Ahora se ve que el sol al final no estaba parado y el paisaje por eso es mucho menos daliniano de lo que quedó dicho en la primera línea
Y una sombra estrecha y cumplida que es tal vez de una piedra aguda espetada en el suelo o de una plomada distante de la puerta que ya perdió compañía y por eso no atrae a las personas
Una sombra estrecha y cumplida toca en el dedo que rasca el polvo del suelo y comienza a devorarlo
Pasando luego a los huesos del metacarpo y después subiendo por el brazo devorando
Mientras algunas personas continúan conversando
Y ésta se calla porque todo esto sucede sin dolor y cuando la noche desciende


Hace tiempo que no me escribe nadie y realmente tengo la sensación de que se han olvidado de mi. No será así, pero el olvido resulta un pesado abrigo que te aleja un poco más de la realidad que escogiste para vivir. La nostalgia me aprisiona contra los huesos impidiéndome dar un solo paso que no sea hacia la eternidad, no hay vuelta de hoja y camino con paso firme hacia la nada absoluta con predisposición de pionero. Como siempre apretando los puños en los bolsillos para que no se vean y silbando mi canción. Labrando surcos propios sobre la pantalla del televisor. Dejando un rastro hertziano para que no os olvidéis de mi. Para que me recordéis. Lembrar-os de mim.

¡Y arderás en la hoguera del Invierno!