sábado, octubre 30, 2004

ISLA COFRE MÍTICO



AMPLIFICATIO DE UNA RESEÑA:
ISLA COFRE MÍTICO, HISTORIA SURREALISTA
(de Eugenio Fernández Granell)


Las divagaciones sobre la isla le dan pie a Granell para elaborar una especie de geografía visionaria y antropomórfica -que no “biografía” de André Breton (del Surrealismo). La isla es el libro y es el Surrealismo y es la imaginación. Y como André Breton y el Surrealismo podría decirse que son la misma cosa, pues también Breton es la isla. Todo esto está en Isla Cofre Mítico (Editorial Caribe, Puerto Rico, 1951). Pero, a diferencia del autor, nosotros hemos sido asediados, de repente, por otra idea, directamente derivada de este título: Cofre, y de nuestros particulares paseos por la literatura isleña.


CONTENIDOS + FORMAS + UN TÍTULO

A lo largo de la historia literaria islas y cofres han sido compañeros muy a menudo, ambos términos han pertenecido al mismo campo semántico, porque, en la novelística de aventuras, los cofres que contenían tesoros eran, casi siempre, encerrados en islas. El centro más atrayente, entonces, de la isla, era el cofre, continente último del oro, del brillo. Y se convertía, por lo tanto, en el corazón de la isla.

Del mismo modo, siguiendo inmersos en la transposición metafórica de Surrealismo (término real) en isla (término imaginario), podríamos interpretar a cofre (término imaginario) como el elemento continente, casi mágico, del que salen los vapores de la revolución bretoniana (término real). Pero al hacer esta interpretación desvirtuamos las conexiones primeras que habíamos hecho entre los términos isla y cofre, ya que en ellas era la isla quien contenía al cofre y no al revés. Lo cual tampoco es que importe demasiado, porque, en realidad, ya nosotros mismos estamos divagando -contagiados, sin duda, por esa tensión surrealista que leer el libro nos ha proporcionado-, habiendo tomado como base no sólo contenidos y formas, sino también el peso apabullante de un título.


DINÁMICO DIBUJO

Isla Cofre Mítico, además de ser una loa a Breton y, como dijimos, una descripción paisajística suya, es también un cuadro que se mueve. Nos da la sensación de que Granell, ante el estatismo inherente a la pintura, tuvo que bucear en la literatura para recoger sucesiones de hechos que, en su movimiento más ondulante y más encrespado, no habrían podido ser reducidos a las limitadas dimensiones de un cuadro. Así, Granell consigue lo inconcebible, un dibujo en movimiento que, además, posee dimensión temporal (que se sepa, hasta ahora, solamente existe un medio al que le cuadre tal definición, ni más ni menos que el denominado comic), una forma literaria que lo es por no haber podido ser exactamente pictórica.

¿Qué mejor manera que ésta -la literatura- para pintar a un Breton disímil, movido, transoceánico?


¡OH, AMÉRICA!

El Surrealismo bretoniano y el -permítasenos la expresión, porque creemos que es totalmente válida- granellano son complementarios. Tienen que serlo desde el momento en que los dos escritores se “tropiezan” con América en un momento crucial para ellos. Colón es uno de los personajes que más aparecen en este libro (y no es que aparezcan pocos, porque la muestra de erudición que nos da Granell es amplia, medida y, además, entretenida, consiguiendo, con ello, elaborar un ensayo tan creativo que, desde luego, no es un ensayo), lo cual no es casualidad. Ellos, los surrealistas -Masson, Mabille, Lam…- que, con Breton a la cabeza, llegan a la Martinica y luego a Santo Domingo -en donde se encuentra Granell- en 1941, son también descubridores; la nueva tierra va a ser para ellos el crisol nuevo, la distinta naturaleza que preserve sus acciones (sus vidas) y que permita dar rienda suelta al principal postulado de su credo estético (vital): la liberta. Dice Breton: “La belleza es (…) el gran refugio”; Granell dice: “Así es la isla el único refugio (…) Libertad y belleza se identifican”. Ellos, los surrealistas recién emigrados a América, son también Colón -“colones”, colonos-; “colonizarán esta parte del mundo y “colonizarán” sus islas, esos lugares tan hipersensibles de la tierra.

Pero es que toda América es uno de los lugares más hipersensibles de la tierra, es un continente -un mundo- que se está haciendo. Los exiliados españoles encontrarían en él una enorme prolongación del suelo patrio que les habría de brindar el calor y el reposo que necesitaban para acometer sus actividades intelectuales y artísticas. Y Granell entre ellos, claro está -y tan entre ellos, para vergüenza nuestra-, llegó a ser tan conocido y apreciado en Nueva York como desconocido en el azotado solar que, hasta no hace tanto tiempo, era la España fascista. Pero aquel mundo nuevo -este mundo nuevo- tiene un parangón en el Cofre de Granell; así, leemos en la página 15: “A este respecto, las Antillas deben compararse con las colonias de la Gran Grecia. Asistimos al nacimiento doloroso de una nueva civilización en la cual el Atlántico jugará el papel del antiguo ‘mar griego y latino’”, palabras que Eugenio atribuye a Pierre Mabille.


¿UN GÉNERO?

Estelle Irizarry ha calificado a Isla Cofre Mítico como libro de poesía, ensayo, biografía, estudio literario y divagación lírica. Y es cierto. Pero sobre todo es un credo, el credo total en el Surrealismo más puro, y una forma de reseñar, de manera histórica, uno de los momentos más importantes del movimiento. (No olvidemos que Granell era, en aquella época -la que aparece descrita en el libro-, un periodista, y como tal habría de hacer acopio de unos materiales que luego serían preciosos para la redacción del texto.) Lo que sucede es que tampoco la forma “ensayo”, como ya antes hemos anotado, nos sirve para definirlo, pues haciendo historia, rompe con la historia y, siendo poesía, no llega a ser lírica…

Reseña de lectura por Francisco J. Lauriño
(REY LAGARTO Núm. 8, 1990, IV, Monográfico especial dedicado a Eugenio F. Granell)