jueves, febrero 17, 2005


NOCHE DE JAZZ CON SAXOFONES Y BOGART AL FINAL DEL CAMINO, CON UN PARÉNTESIS DEDICADO A QUIENES CREEN QUE LA MÚSICA HA DE SER MODA Y CONSUMO SOLAMENTE.
Sensación de una noche,
jazz en las venas y un saxofón
dilatando
el aire y las sombras,
la cálida expresividad de quien arranca
sangre expectante a los ángulos nocturnos.
(El polo opuesto:
Modernilandia
y un hospital de menudencias enfáticas,
tierra escapatoria del análisis mental.
Modernilandia
y chorros de oro en las entrañas
y en los pies
hongos parasitarios que crecerán contigo.
Un raudal de estúpidos,
venal concordia de sonidos
que alegran gargantas de los sabios reconocidos, “artistas”.
Mientras, el silencio
espera siempre una misma respuesta.)
Aquí, vendavales misteriosos y deambulantes,
al final del camino
Casablanca
y una cita anónima con Bogart moribundo, ¿verdad?
Te crispas
un instante
y un candil concupiscente rememora
jazz y conclusiones,
patrios jamelgos del dolor y de la espera.
Al partir
una maleta plena
de surtidores plateados y misterios opacos,
palomas cristalinas
y albos estanques. Sainetes del good-bye
y la mecánica transferencia del realismo.
¿Has observado la longevidad de las notas del piano?
Siempre tan ancianas, juventud omnipresente.
Un saxofón nocturno adelanta los compases.
Sordina romántica
que cuenta nuestra historia: lejano Oeste
y whisky con hielo a tragos de luz incierta.
Noche de jazz
y en las venas un saxofón brillante
que acompaña las suaves ruinas de la felicidad.
(En el polo opuesto:
Ellos nunca podrían comprenderlo.)

Francisco J. Lauriño

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