domingo, junio 26, 2005

contra todas las torturas



1-01-1995 por Hernán Reyes
La tortura y sus consecuencias
Tomado de TORTURE, volumen 5, nº 4, pp. 72-76, 1995


Este artículo fue publicado en la revista TORTURE, volumen 5, número 4, pp. 72-76, 1995, y se reproduce con la autorización del editor.

Índice

Visitas del CICR a los presos

Cometido del médico

Acerca de las definiciones de la tortura

Acerca de la documentación sobre la tortura

Conclusiones

Hernán Reyes, DM*, es licenciado en obstetricia y ginecología por la Universidad de Ginebra. El autor se especializó después en los aspectos médicos de la detención. Desde 1984, es coordinador médico de las actividades del CICR relacionadas con la detención; reside actualmente en Ginebra. Su trabajo incluye la visita a los presos -con los equipos del CICR sobre el terreno-, la coordinación médica en la sede, así como el enlace y el intercambio de experiencias con muchos grupos médicos del mundo.

* División Médica, Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Ginebra, Suiza

Punto de vista de un colaborador del CICR

Durante el seminario sobre tortura y violencia organizada, que COMPASSION organizó y tuvo lugar en Moscú, el mes de septiembre de 1994, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) describió someramente sus principales actividades sobre el terreno por lo que atañe a las visitas a los presos, haciendo hincapié en la labor que despliega en relación con el conflicto de Alto Karabaj. Desde entonces, el conflicto en Chechenia ha adquirido una nueva dimensión. Los principios entonces proclamados en cuanto a las visitas a los presos de todas las partes implicadas son igualmente válidos en este reciente conflicto, como lo son en todos los ámbitos en los que trabaja el CICR.

Al escribir este resumen, el autor decidió definir algunos principios generales relativos a la tortura y a sus consecuencias, dado que están relacionados con la labor que los delegados y los médicos del CICR realizan sobre el terreno.


Visitas del CICR a los presos

Entre las múltiples actividades que el CICR despliega en zonas conflictivas figuran las visitas a los presos en todo el mundo. En 1994, sus delegados y sus médicos visitaron a más de 99.000. La finalidad de tales visitas es cerciorarse de que las personas detenidas se benefician de las adecuadas condiciones de detención, y de que no son sometidas a tipo alguno de malos tratos, es decir, que se respeta su integridad física y moral.

Las visitas del CICR y los requisitos necesarios para que éstas tengan lugar se negocian previamente con las autoridades detenedoras. Son varias las condiciones sine qua non que las autoridades han de aceptar antes de que el CICR inicie las visitas. Las condiciones y los objetivos de las visitas del CICR se describen en un documento publicado en la revista TORTURE [1, 2] del International Rehabilitation Council for Torture Victims (IRCT). Todos los aspectos sanitarios no relacionados con el problema de la tortura se reseñan en el mismo, y no serán mencionados aquí.

Cuando los presos son víctimas de tratos crueles, inhumanos o degradantes, los delegados del CICR se documentan sobre el empleo de la tortura, a fin de presentar a las autoridades un minucioso informe acerca de la situación, instándolas a hacer que cese esa manera de proceder. Además, los médicos del CICR tienen que ver y examinar a dichos presos para evaluar su estado de salud.


Cometido del médico

Los médicos del CICR reciben una formación específica y disponen de documentación especializada que les permite prestar una asistencia lo más eficaz posible a las víctimas de la tortura a las que visitan. El cometido del médico en este ámbito específico de trabajo es obviamente muy diferente del de un médico "ajeno" al entorno penitenciario. No se trata, en absoluto, de que el médico del CICR "atienda" -en el sentido generalmente aceptado de la palabra- a esas personas mientras están detenidas. Es más, una vez puestas en libertad, la cuestión del tratamiento sigue estando fuera del alcance de los médicos del CICR; pero, al menos, se puede enviar a esas personas que precisan tratamiento a cualquier centro inmediatamente accesible.

Lo que sí se puede lograr en el breve lapso asignado al médico durante la visita del CICR es dar al preso la oportunidad de consultar con un médico que se compadezca de su situación (una visita médica a un preso puede durar entre 15 y, rara vez, 40 minutos; a veces, incluso más; los médicos del CICR han de explicar que es necesario el suficiente tiempo para que todos los que precisan ver al médico tengan la oportunidad de hacerlo). El médico del CICR puede, si procede, asesorar y orientar tras haber efectuado un examen médico independiente. Así, el preso podrá contar con un defensor médico para cualquier terapia necesaria y disponible mientras sigue detenido. Los médicos del CICR procuran hacer todo esto; uno de sus cometidos, a menudo difícil, es intentar que se efectúe un examen médico externo (rayos X, análisis, etc.) a los presos que ven, o que se les ingrese en un hospital de rehabilitación para recibir un tratamiento específico, un establecimiento donde el médico del CICR podrá seguir el caso del paciente.

No se debería minimizar la importancia de que un médico independiente -en este caso del CICR- pueda llevar a cabo un examen médico. Ver a un médico independiente que se preocupa sinceramente por la salud de los presos es tanto más importante cuanto que, en muchos (¿o en la mayoría?) de los países donde se practican los malos tratos o la tortura, los presos dependen de los servicios de médicos institucionales; los médicos externos no están autorizados a atender a los presos. Las más de las veces, en esas situaciones, los presos no confían en el personal médico "interno". Quizá sea porque hay países donde los médicos participan, por ejemplo, en los interrogatorios. También puede deberse a un sentimiento de desconfianza comprensible que todo preso puede tener mientras está detenido.

De mediar alguna cuestión de tortura, la importancia de un médico independiente es manifiesta. Por muy profesional que sea un médico penitenciario, es fácil comprender que los presos que han sido torturados no confíen en un médico a quien consideran como parte del sistema penitenciario o represivo.

Así pues, aparte del indiscutible interés que supone recabar datos de primera mano sobre la tortura, los médicos del CICR están en condiciones de prestar cierta asistencia médica y de aportar un poco de consuelo a esas personas a quienes se ha negado consuelo y alivio durante su penosa experiencia.

Por una parte, una evaluación profesional acerca de la situación de tortura conduce a la redacción de un informe -el cual, de conformidad con los satisfactorios métodos de trabajo del CICR, es confidencial- que se envía a las autoridades superiores instándolas a que pongan término a todas esas prácticas. Por otra parte, sobre el terreno (es decir, en la prisión), con ventajas inmediatas y prácticas para las propias víctimas, el médico del CICR puede asesorar, explicar y tranquilizar a las personas que sufren de las variadísimas molestias y repercusiones de la tortura.

A pesar de que, por supuesto, el principal problema de los presos -su privación de libertad- es una cuestión de la que el CICR no puede ocuparse, y habitualmente no lo hace (aparte de los casos médicos excepcionales en los que se pueden hacer gestiones para la puesta en libertad por motivos médicos o humanitarios), ese contacto único mientras siguen detenidos puede ser útil. Poder explicar los síntomas y asesorar sobre lo que se puede hacer mientras están detenidos, o lo que cabe esperar a largo plazo, es en sí, en muchos casos, un tipo de terapia. Es posible explicar a alguien, incluso si está detrás de unas rejas, que los síntomas de la tortura son la "reacción normal de una persona normal a una situación anormal" (cita de la doctora. Genefke [3] en IRCT). En nuestra opinión, es un servicio que puede ayudar a los presos mucho más de lo que una persona ajena puede pensar a primera vista (por dar un ejemplo, para un preso puede suponer un gran alivio que un médico independiente le diga que, a pesar de que su cuerpo ha sido golpeado y objeto de abusos, aparentemente -tras haber sido examinado- no hay lesiones permanentes en su sistema reproductor; cabe recordar que, a menudo, los torturadores blanden la amenaza de una futura esterilidad como parte de la penosa experiencia).

Muchos de los conocimientos, adquiridos gracias a la gran experiencia de los centros de rehabilitación para las víctimas de la tortura que hay en el mundo -información que ha sido debidamente publicada-, pueden ser utilizados por los médicos del CICR en su intento por aliviar lo más posible a esos presos mientras siguen detenidos, presos que a veces cumplen una larga condena, con escasas esperanzas de ser puestos en libertad en un futuro próximo.


Acerca de las definiciones de la tortura

Los motivos de la tortura son muchos. Han sido objeto de largos debates en incontables publicaciones e informes, particularmente en estudios y documentos médicos realizados por el ICRT en Copenhague y en otros centros de rehabilitación similares. Aunque la finalidad de este informe no es volver sobre el tema, parece necesario y útil hacer una serie de comentarios basados en la experiencia adquirida por el autor en el CICR.

La "tortura de Estado", política gubernamental cuya finalidad es acabar con cualquier -o con toda la- oposición política y, como tal, infligida a todo sospechoso de ser un "enemigo" de las personas que ostentan el poder, sigue siendo, desafortunadamente una práctica muy real. La tortura de "presos políticos", especialmente de sus líderes, sigue practicándose en muchos países (la expresión "preso político" se emplea aquí por conveniencia para designar a los oponentes, reales o considerados como tales por el Gobierno; pocos Gobiernos -de haber alguno- reconocen tener "presos políticos"). Este uso de la tortura es el que mejor se aviene con la descripción de "el arma más eficaz contra la democracia" como lo emplea el IRCT danés (cita de la doctora Inge Genefke [4]). Desafortunadamente, esta más bien restrictiva definición tiende a hacer olvidar que se puede utilizar -y de hecho se utiliza- la tortura en muchos otros contextos.

Evidentemente, este tema tiene otras muchas vertientes. El CICR no tiene su propia definición de la tortura y emplea, cuando es necesario, las ya existentes -o ninguna-, según convenga en una determinada situación. A lo largo de los años, las definiciones de la tortura se han vuelto más complejas, y no necesariamente más claras (véanse las definiciones de Amnistía Internacional y de la Asociación Médica Mundial, ambas formuladas en 1975, así como la de 1984 de las Naciones Unidas en su Convención contra la Tortura). La definición generalmente aceptada hoy es la de la ONU: se define la tortura como una forma agravada de trato o castigo cruel, inhumano y degradante.

Cabe destacar que mediante las definiciones de la tortura se ha intentado corroborar los propósitos de aquellos que la practican (en las primeras definiciones, como por ejemplo la del profesor Chet Scrignar de la Universidad de Tulane, Nueva Orleans, no se pretende determinar las intenciones del torturador, sino sólo describir los efectos de ésta en la víctima; el profesor Scrignar define la tortura como "un trauma internacional deliberadamente concebido por personas viles para ocasionar sistemáticamente dolor y sufrimientos a un individuo determinado, y que culmina con el colapso físico y psicológico de la víctima"). La antigua noción de que la principal finalidad de la tortura es hacer "hablar" a las personas (y dar información) fue correctamente contrarrestada en el decenio de los setenta por la noción opuesta, es decir, que su intención es, de hecho, hacer que la población en general guarde silencio... Es este tipo intencionado de tortura el que realmente intenta reprimir la democracia.

Sin adentrarnos en un minucioso análisis de la tortura tal y como se practicaba a mediados de la década de los noventa, hay que decir, no obstante, que la finalidad de la tortura no es tan claro como lo era, por ejemplo, a mediados de la década de los setenta o a comienzos de la década de los ochenta. En aquellos años, la fórmula la "tortura contra la democracia" era, si no la regla, al menos, qué duda cabe, la forma más visible y difundida de tortura de Estado sistemática. Era el tipo de tortura que se había aplicado a las víctimas (o "supervivientes", como se les denomina hoy) que lograron llegar a los distintos centros de Europa y América del Norte, donde fueron acogidas y atendidas por profesionales de la salud y por especialistas en derechos humanos preocupados. Esas personas han sido las fuentes de información para muchas de las publicaciones sobre la tortura.

Pero, al igual que ocurría ya entonces, la verdadera finalidad de la tortura tenía, a mediados de la década de los noventa, un espectro mucho más amplio de razones que la "mera" disuasión de los disidentes políticos. La tortura siempre se ha empleado, y sigue empleándose, por muchos otros motivos. Una de las formas más perversas de tortura es su utilización para obtener la sumisión y la colaboración de personas que no están involucradas en un determinado conflicto, pero que son torturadas y chantajeadas para que se infiltren o presten declaración contra supuestos "enemigos" del Gobierno.

La colaboración forzada, con todas sus implicaciones, es sin lugar a dudas uno de los más trágicos aspectos del empleo de la tortura. Las víctimas que se han visto forzadas a colaborar son rechazadas y marginadas por todos, y corren gran riesgo de ser asesinadas o torturadas por su propia gente.

La tortura y otras formas de violencia perpetradas en aras de lo que hoy se denomina "limpieza étnica" constituyen otro ejemplo que hace al caso. Se ha torturado brutalmente -muchos han muerto despiadadamente- a personas civiles inocentes sin postura o ideología política, únicamente para obligarles a abandonar su tierra. Esas personas son víctimas de una política que poco tiene que ver con la represión de la democracia.

También podemos mencionar un tercer ejemplo de tortura que no se atiene a la definición de "antidemocracia", a saber las palizas y otras formas de violencia increíblemente crueles e inhumanas -que sólo se pueden calificar de tortura- propinadas a los presos en algunos países. Esas personas son presos de derecho común, y no disidentes u oponentes de ningún tipo, y se les tortura para disuadirles de huir. Cuando se dice a los guardias de las prisiones que su ya de por sí miserable sueldo se verá reducido al 50% si un preso se escapa, no dudan en emplear formas inimaginablemente violentas de represión.

Podría proseguir la lista. Lo que se trata de dejar claro aquí es que hay que considerar la lucha contra la tortura como lucha que abarca todas esas formas de tortura, y no sólo la tortura de disidentes políticos, reales o imaginarios. Es en ese sentido en el que en la definición de la Convención de la ONU sobre la tortura, al determinar las posibles intenciones de la tortura, se dice con razón como punto fundamental : "... o por cualquier otra razón".

La misma expresión violencia organizada es quizá defendida con razón por muchos grupos que actúan en favor de los derechos humanos. Esa violencia se ha empleado, y sigue empleándose, con los mismos propósitos que la tortura y, en algunos casos, ha habido una política gubernamental para aplicarla. En otros, el motivo que se oculta tras el empleo de la violencia organizada puede resultar menos claro ... La expresión incluye seguramente la noción de tortura, sea cual fuere la definición, y es posible que, en muchos casos, su empleo sea preferible al siempre controvertido término de "tortura" (de lo que aquí se trata al decir "controvertido" es de que el propósito de intervenir contra la tortura es hacer que cese, y no andarse por las ramas diseccionando definiciones; ésta es una de las razones por las que el CICR no utiliza definición específica alguna, sino que prefiere describir lo que está sucediendo).

Los efectos de la tortura o de la violencia organizada (¿y qué decir de la violencia "no organizada?) para las víctimas son, evidentemente, muy diferentes dependiendo del grupo destinatario. Cuando se es sometido a la tortura de Estado, los activistas políticos, que están "preparados" para la tortura -en algunos casos, incluso "formados" para contar con ella- disponen de mecanismos para hacerle frente; obviamente, de tales mecanismos carecen los hombres, las mujeres y los niños que son torturados, porque se encuentran en el lugar equivocado o pertenecen a un grupo étnico mal visto (o ambas cosas), pero que no son militantes en causa específica alguna. En varios países, las personas civiles presas de las distintas formas de "limpieza étnica" son ejemplos de personas que no están, en absoluto, "preparadas" para la espantosa violencia que contra ellas se perpetra.

Seguramente no se trata aquí de comentar los divergentes parámetros de esos grupos médicos profesionales que aprueban lo que se puede resumir como el enfoque "síndrome de la tortura", ni de aquellos otros profesionales que creen que los efectos de esa misma forma de tortura variarán mucho dependiendo de la fuerza interior, de la personalidad y de los mecanismos de respuesta de aquellos a quienes se aplica.

Baste decir que todavía queda mucho trabajo por hacer a ese respecto. El punto principal que cabe señalar aquí es que no hay que considerar la tortura únicamente como una forma de represión de potenciales presos políticos, sino como un mal mucho mayor.


Acerca de la documentación sobre la tortura

Se puede decir que el CICR tiene una gran experiencia en esta materia, porque ha estado visitando a presos políticos sin interrupción desde 1918. Desafortunadamente, con frecuencia, la tortura ha sido uno de los puntos abordados durante dichas visitas.

Los delegados y los médicos del CICR recaban los datos sobre la tortura durante sus visitas a los presos en los lugares de detención (rara vez, los médicos del CICR ven a los presos una vez puestos en libertad). Lo hacen durante la fase esencial de la visita, que incluye el diálogo y el contacto directos con los detenidos. Esas entrevistas sin testigos son una de las condiciones no negociables para que se lleven a cabo las visitas del CICR. Sólo gracias a ese contacto personal y directo con el preso puede el CICR esperar obtener información fiable sobre los distintos temas que le interesa tratar.

La cuestión de la tortura y sus consecuencias es evidentemente una de las principales preocupaciones del CICR. Al entrevistarse con los presos individualmente y posibilitarles el hablar de sus problemas y preocupaciones, los delegados y los médicos del CICR obtienen una imagen general de la situación. Una vez que el CICR tiene una idea clara al respecto, el principal objetivo es abordar el tema a nivel oficial con las correspondientes autoridades, instándolas a poner término a esas prácticas.

Ya se ha mencionado el cometido específico adicional de los médicos. En algunos casos, el personal enfermero del CICR también asiste al delegado y a los médicos en estas tareas.

En los informes remitidos a las autoridades se ha de dar una imagen completa y precisa de la situación de los presos. Trabajar con profesionalidad, con delegados y médicos formados, cotejar minuciosamente toda la información recibida -de las autoridades y de los presos- permite al CICR determinar lo que realmente ha sucedido. Se insiste, en particular por lo que respecta a los médicos que examinan a las víctimas de la tortura y obtienen la mayoría de la información clave gracias a su relación privilegiada médico-paciente, sobre el hecho de que han de describir minuciosa y ampliamente la tortura. El principal objetivo es evaluar las consecuencias generales de la tortura, y no sólo hacer una lista de los métodos empleados.

Éste es un punto importante, que comporta, al menos, dos subsecciones. Primera, cabe decir que limitarse a "enumerar métodos", un proceder demasiado empleado al documentar la tortura, no es una manera eficaz de abordar el tema. En dichas listas no se puede reflejar el verdadero horror de una situación, y se tiende a separar los "métodos físicos" de los métodos psicológicos". Segunda, hay que destacar que las lesiones visibles y aparentes sólo son una parte de la historia, y quizá no la peor. Los delegados del CICR están formados para ver más allá de las meras cicatrices y marcas de la tortura que pueden ver o que se les muestra en un primer momento. "Las peores cicatrices están en la mente" (dice del doctor Sten W. Jakobsson, Estocolmo) [5]; a las víctimas de la tortura les resulta mucho más fácil mostrar las heridas de su espalda que hablar de las del alma. Debería evitarse a toda costa lo que podríamos denominar el enfoque de documentación "LQVELQH" (término que significa "Lo que ve es lo que hay") Las secuelas de la tortura han sido ampliamente descritas en otro lugar [6, 7]. Desafortunadamente, muchos profesionales de la salud que trabajan con solicitantes de asilo, por ejemplo, han de presentar "pruebas físicas" para demostrar que ha habido tortura. En muchos países, todavía no se aceptan las pruebas psicológicas de la tortura como argumento válido.

Sea cual fuere el método de análisis empleado por los profesionales en estudios e informes acerca de la tortura, parece necesario decir algo en cuanto a la manera de consignar la documentación en general. Hay una tendencia a utilizar "listas de control" y otras listas por el estilo en las actividades sobre el terreno. Con frecuencia, la información obtenida de las víctimas de la tortura es muy variada y, dado el empleo cada vez más frecuente de ordenadores y sistemas de bases de datos, los profesionales de la salud inexperimentados que tienen que manejar esa información, la presentan, a menudo, en forma de cuadro, limitándose a comprobar qué métodos de tortura se han utilizado, y a enumerarlos. Peor todavía, las cifras y las categorías de esos cuadros se introducen, con frecuencia, en un sistema que calcula "estadísticamente". Es posible que, en algunos casos, esas cifras confieran profesionalidad a un informe; pero, a menudo, inducen a error y son, qué duda cabe, limitativas.

En el CICR se insta a los delegados y a los médicos que se hallan en período de formación a que eviten esa mentalidad "tabular". Nada puede reemplazar un informe escrito por un profesional, en el que se describen los métodos y las observaciones con frases objetivas y con cuantos ejemplos sean necesarios. Esos ejemplos pueden ser la transcripción de las palabras de la víctima o un resumen, lo que sea más conveniente y práctico. Muchas organizaciones de derechos humanos profesionales trabajan de esta manera, y no se basan en engañosas presentaciones tabulares.

En el siguiente cuadro, intencionadamente simplista (cuadro 1), se ilustra el tipo de documentación que, en opinión del autor, convendría evitar. Las deficiencias deberían ser especialmente obvias en el ejemplo de tres casos que figura más adelante, pero el principio es válido para cualquier cuadro de este tipo.

Cuadro: Ejemplo ficticio de tres presos víctimas de la tortura

Métodos
Presos
Golpes

Electricidad

Capucha

Amenazas e insultos
Sacha
++

+

-

+
Aylosha
++

+

+

+
Pavel
++

-

+

+

Este cuadro es el resultado "gráfico" de una hipotética visita a una determinada prisión donde fueron entrevistados a tres presos que habían sido torturados. El cuadro resultante es parecido a muchos resúmenes tabulares de ese tipo utilizados por personas bien intencionadas que trabajan con víctimas de la tortura e intentan organizar y consignar la información.

Según el mencionado cuadro, Sacha fue golpeado (brutalmente: ++ es peor que +) y sometido a choques eléctricos. Alyosha también fue brutalmente golpeado y también se le aplicó corriente eléctrica. Además, se le encapuchó. Pavel recibió el mismo trato que Alyosha, pero sin choques eléctricos. Los tres fueron víctimas de lo que de forma eufemística se denomina "amenazas e insultos".

Lo que no aparece en el cuadro, pero bien podría ser una columna adicional, son las "estadísticas"; En este caso simplificado, habría 100% de golpes, 66% de choques eléctricos, 66% de capucha, y todos los presos (100%) fueron amenazados e insultados mientras eran torturados (el hecho de que nunca se deberían hacer estadísticas sobre la base de un número tan limitado de casos es indiscutiblemente importante; sin embargo, se ha producido demasiado a menudo).

Precisamente ese tipo de "cuadro metodológico" justifica un examen más minucioso. El primer preso, Sacha, que recibió golpes y choques eléctricos, debería ser un caso bastante claro. Aparentemente, se le dio una "gran paliza". Pero, ¿qué significa eso? ¿Se basa el doble signo "++" en la descripción que dio el preso? ¿O corresponde quizá al estado físico en que se encontraba cuando tuvo lugar la entrevista? ¿Se tienen en cuenta al calificar de "++" las diferencias entre recibir una paliza cuando el sujeto es un militante robusto, atlético y obstinado o la mujer de un campesino que pertenece al grupo étnico o a la religión equivocados y que no tiene ni idea de por qué se la está maltratando?

Se practicaron choques eléctricos. Pero un mero signo "+" en la casilla apropiada no indica en absoluto los efectos que tuvieron para esa persona. El signo "+" reduce la información a la presencia o a la ausencia de su empleo.

En sus resúmenes, los colaboradores sin experiencia desechan, con frecuencia, "las amenazas y los insultos" por considerarlos parte inevitable de la tortura. Al consignarlos en el cuadro, el lector puede considerarlos una especie de efecto secundario, como las náuseas y los vómitos que, a menudo, se considera que son efectos secundarios de algunos medicamentos... Ése no es el caso aquí, como toda persona que haya tratado con víctimas de la tortura sabe.

El segundo preso, Alyosha, recibió los mismos malos tratos. Supongamos por caso que las circunstancias fueron aparentemente las mismas (mismo torturador, misma duración, mismo lugar...). Las amenazas y los insultos también fueron una realidad de la tortura para Alyosha.

El hecho de que fuera encapuchado durante la "sesión" puede resultar de gran importancia, una característica que un mero cuadro no puede reflejar. La angustia y el dolor adicionales de no saber de qué ángulo llegará el próximo golpe o cachiporrazo cambia totalmente la situación. La "misma" paliza surtirá efectos considerablemente diferentes en esos dos presos. En muchos estudios se demuestra que este detalle aparentemente superficial es un importante factor que hace que la tortura sea más insoportable todavía.

A la angustia mental debida a la incapacidad de ver de dónde llegará el siguiente golpe, se suma un componente físico real. La incertidumbre hace que los músculos del cuerpo se contraigan con antelación haciendo que el golpe sea todavía más doloroso, más aun si se trata de un choque eléctrico. Los espasmos musculares producidos por la corriente eléctrica en esa situación se describen como mucho peores que cuando se pueden prever los choques, y ha habido casos en los que han causado lesiones adicionales.

¿Es necesario repetir que la capucha forma parte integrante de la tortura, y que no es, como siempre alegan los torturadores, "una mera precaución de seguridad"? Incluida en una sesión de golpes y choques eléctricos, agrava los efectos de la tortura. Este hecho es difícilmente comunicable en una simple columna de un cuadro.

En el tercer caso, Pavel (este ejemplo -uno de los muchos- está basado en un caso real, el de una persona entrevistada por el autor en 1994), el trato parece haber sido el mismo que el que recibió Alyosha, con la diferencia de que no se empleó la electricidad. Sin embargo, ¿cómo se puede reflejar en un cuadro de ese tipo lo que quizá fue la peor parte de la penosa experiencia de Pavel? El preso Pavel fue detenido al mismo tiempo que su hijo de 14 años. Mientras recibía la misma paliza que en el caso precedente (golpes mientras estaba encapuchado), lo peor de todo -en el caso de Pavel- era no saber si "ellos" iban a infligir el mismo trato a su hijo, sumado a las amenazas de que iban a aplicarle la corriente eléctrica. Es posible que se presupusiera directamente la tortura de su hijo (y se consignara debidamente en la aséptica columna del cuadro "amenazas e insultos"), o que fuera simplemente imaginada por el padre. La amenaza contra el hijo pudo ser real, o quizá sólo fuera utilizada por los torturadores como una forma más de tormento. El resultado es que, para ese tercer preso, el miedo que sentía a causa de su hijo eclipsó completamente todo sufrimiento físico (en el caso real, el preso declaró que apenas recordaba el dolor causado por la -brutal- paliza, porque estaba preocupado a causa de su hijo). Sin embargo, la angustia mental se prolongó hasta mucho después de finalizada la "sesión" propiamente dicha, hasta que por fin pudo saber lo que había sido de su hijo.

Es imposible incorporar ese factor psicológico ("las peores cicatrices están en la mente") en un cuadro de esos. Es imposible transcribir en una tabulación el efecto psicológico que la tortura produce en la gente. En un texto cuidadosamente redactado, es irremplazable una descripción exacta de los efectos que los diferentes métodos de tortura surten en las personas, Sobre la base de este ejemplo -intencionadamente simplista-, debería ser obvio que describir situaciones de tortura es una compleja tarea, y que la imagen real no se puede comunicar mediante cuadros y listas. El falso carácter de "evaluación científica" que se da haciendo tales cuadros y sus "estadísticas" puede, de hecho, resultar contraproducente. Ésta es una de las trampas contra las que se pone en guardia a los delegados y a los médicos del CICR a los que se envía sobre el terreno para visitar a presos.

Lo que hace falta para reflejar la situación real ante una autoridad responsable de esas cuestiones -con la esperanza de convencerla de que la tortura ha de cesar- es un amplio informe con una incuestionable descripción, no sólo de los métodos empleados, sino de los efectos posteriores de la tortura para las víctimas. En las descripciones médicas, si se justifican, se debería dar una imagen general, y no sólo una descripción forense de las cicatrices y demás secuelas. Los aspectos psicológicos deberían acompañar a los aspectos físicos, a fin de que no se produzca una falsa dicotomía de lo que, en realidad, es una única entidad indivisible.

Otro punto -frecuentemente descuidado o minimizado- a saber, los aspectos degradantes y humillantes que juegan un papel fundamental en el ámbito de la tortura, también se deberían explicar y destacar. Estos aspectos fueron omitidos en el ejemplo anterior (cuadro) para simplificar el mensaje, pero es evidente que tampoco se pueden transcribir en una columna.

En resumen, un "cuadro clínico" de la situación no debería dejar lugar a dudas de que las víctimas fueron sometidas a algo que sólo se puede calificar de tortura. De esta manera, es posible comenzar a debatir cómo poner término a ese proceder, en vez de discutir inútilmente de definiciones, métodos o porcentajes.


Conclusiones

Sería presuntuoso sacar conclusiones definitivas sobre un tema tan difícil como el formulado en el encabezamiento. Digamos simplemente que, en sus actividades, el CICR presta socorro y asistencia a todos los presos que visita en una situación de conflicto, e intenta garantizar su integridad física y moral. Esto es válido para todas las partes y para todos los bandos.

Se ha destacado la necesidad de contar con intermediarios neutrales, en particular médicos. Esta necesidad es tanto mayor cuanto que se trata de tortura. Con información directamente recabada de todas las fuentes, y mediante evaluaciones de primera mano efectuadas por su personal, incluido el personal médico, el CICR está en condiciones de redactar minuciosos informes que remite a todas las autoridades concernidas. Garantizando que todos los informes sean lo más profesionales posible, se podrán hacer las oportunas gestiones a todos los niveles para que cese la tortura.

En este sentido, los delegados y los médicos del CICR, al realizar su evaluación, tendrán que esforzarse continuamente por mantener un enfoque profesional. Al poner en conocimiento de las autoridades los casos de tortura, habrán de evitar las trampas inherentes a las catalogaciones y simplificaciones de las bases de datos. Es mejor dejar el empleo de tabulaciones y estadísticas a los médicos y a los grupos médicos que realizan investigaciones en entornos adecuados, y que utilizan una verdadera metodología científica. Ambos enfoques son complementarios; pero, la mayoría de las veces, no son intercambiables.

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Referencias:

Reyes, H.: "Comments by Hernán Reyes, MD, on the 1993 WMA Statement on Body Searches of Prisoners". Torture vol. 4, nº 2, 1994, pp. 54-55.

Reyes H. Visits to prisoners, Torture, vol. 3, nº 2, 1994, p. 58.

Genefke I. The purpose of torture, torture methods and sequelae. Copenhagen: International Seminar 1986.

Alocución de la doctora Inge Genefke en el IV International Symposium on Torture and the Medical Profession, Budapest, Hungría (24-26 de octubre de 1991).

Alocución del doctor Sten W. Jakobsson (CTC: Centrum for Tortyr- och Traumaskadede, Karolinska Sjukhuset, Estocolmo), en el V International Symposium on Torture and the Medical Profession, Estambul, Turquía (24-26 de octubre de 1992).

Rasmussen OV. Medical aspects of torture (tesis). Danish Medical Bulletin 1990: 37 Suppl. 1.

Basoglu M, redactor. Torture and its consequences: current treatment approaches. Cambridge: Cambridge University Press, 1993.

Original: inglés