miércoles, febrero 22, 2006

Casino Royal: limpieza y sumisión



Desde las 8 de la mañana de ayer, día de la inauguración del Casino de Gijón, varios empleados de la Empresa Municipal de Limpieza del Ayuntamiento de Gijón (EMULSA), se emplearon a fondo en lustres, manguerazos y brillos, en las calles de Fernández Vallín y Padilla. Uno de ellos, con una manguera a presión y otro con una maquina de vapor y abrillantado, como las que se usan para limpiezas delicadas en amplias superficies interiores; ambos bajo la atenta mirada de uno, incluso dos y tres, coordinadores de los de “gualqui”, traídos y llevados al lugar en un constante ir y venir de coches municipales de EMULSA. Y digo yo:

¿Era necesaria limpieza tal, en una zona del centro habitualmente bien asistida en barridos y limpiezas?

¿Era necesario celo semejante, en unas calles de reciente reparación, perfectos asfaltos, bordillos y señales recién pintadas?

¿No sería responsabilidad de quien hace la obra y mancha, la limpieza de la zona?

¿O será que los delicados pies, enfundados en tafilete, de los inauguradores, solo pisan sobre alfombras, parquets o deliciosas moquetas y hay que ponerle el suelo municipal a su altura?

No me consta qué así sea. A la Señora Alcaldesa, la conozco andando calellas y vericuetos llenos de cagadas de cabra y caballo, camino del Mazucu. El señor Presidente del Principado ha paseado sus extremidades, incluso hasta por algún patio carcelario. Y los pies del señor Carbajosa, prototipo del “hombre que se hace a sí mismo”, imagino conocerán senderos que muchos serían incapaces de andarlos.

Pero no, no es eso. De lo que realmente te trata es de dar pruebas fehacientes de sumisión. De dejar bien claro a todo dios, que aquí hay unas autoridades públicas dispuestas a poner los medios de todos, al servicio de intereses privados, tengan estos la catadura que sea. Incluso tratándose, como en este caso, de inaugurar un Casino: una de las excrecencias más inmorales e infames del capitalismo y que, según parece, va a procurarnos no se qué desarrollo.


Boni Ortiz