ESPÍRITU EGOCHEAGA
Llevo más de veinte años practicando atletismo, concretamente pruebas de velocidad. En todo este tiempo, las páginas de los diarios, los programas de radio y televisión, especializados o no, se han visto sembrados de noticias sobre el resultado positivo de un análisis, respecto al consumo de productos dopantes, recogidos en la lista de prohibidos por el Comité Olímpico Internacional ( COI ), de deportistas de cualquier especialidad, Ben Jonson, Jorg Mülleg, Gurpegui, Landis,... Y la lista es interminable. Las sustancias proscritas, van desde los anabolizantes, esteroides o ciertas hormonas, fabricadas por el propio cuerpo humano o sintéticas, introducidas artificialmente, hasta opiáceos, cocaína e incluso algunas otras que son de consumo diario por cualquier persona enferma. El daño causado al DEPORTE “ con mayúsculas” es enorme. Pensemos, si nos deja la canícula del estío, en un niño cuyo ídolo futbolista, atleta o nadador es vilipendiado públicamente por tramposo, por participar fuera de la ley. Y en estas edades, e incluso en el caso de ciertos adultos, mal informados, el problema se acrecienta por el efecto imitación. El irracional ¡ A lo mejor si me la juego, no me cogen...!; pero que desgraciadamente a la larga pasa factura y convierte el hígado en los riñones en paté. Si a usted esto le resulta difícil de entender; recuérdese en la tertulia del bar o en “chiringuito de la playa”, refrescándose con unas cañas o unos “culinos” de sidra, animando cada verano a su ciclista favorito, en la Vuelta, Tour o Giro... ¡Menudo Chasco! El positivo de... Hay muchas personas que se sienten engañadas, frustradas y mancilladas por qué alguien descubrió que la figura del momento tenía “los pies de barro”. Vamos; qué no era limpio, oiga. Dirán seguramente: ¡Jo, Justin Gatlin, el último campeón olímpico de los 100 metros, era un tramposo... Quizás Asafa Powell, recordman de la distancia, también lo sea!... Y posiblemente temblarán. Otros se pueden plantear la disyuntiva entre cortar de cuajo y ser un “Torquemada” en la Inquisición contra el dopaje o la “barra libre” para todos. Sobre esto debemos ser claros y tener mucho ciudado. El que se dopa y consigue una marca estratosférica, antes de haber dado ese paso, ya era un “crack”, o en Román Paladino un “ fuera de serie”. Nadie que corra los cien metros en once segundos, por tomar sustancias, va a ser campeón del mundo; mejorará, como mucho, tres décimas, no más. Mi consejo es que se olviden de todo. Los que amamos el deporte, no a la doble moral que lo corrompe, y lo consideramos una manera de desarrollarse personalmente, de disfrutar de un entorno, de unos amigos o unas sensaciones, sabemos que aquella persona que vive para entrenar, que cobra por ello y por lograr unas marcas o unos goles cada temporada, no son deportistas en la esencia del concepto. Son profesionales del deporte, que es algo distinto. Son trabajadores a los que se les exige una productividad, cada vez superior, y que recurren a todo tipo de “ayudas” para conseguirlo. Deportista es el jugador de fútbol que, después de salir de trabajar o de sus clases, va al entrenar diariamente bajo las inclemencias del tiempo, el chico que tuerce clavos en las pistas de atletismo, asfalto de las ciudades o campos de nuestra Asturias, o del resto del mundo, y todos los que, teniendo su principal actividad en otros terrenos, dedican parte de su tiempo libre a hacer deporte. Deportista es, un gran amigo y mejor persona - en este caso el tópico si que es cierto - Jorge Egocheaga; que en silencio, sin que nadie se entere, casi de puntillas, por que le gusta y disfruta con ello, escala todos los “ochomiles” de nuestro planeta. El mismo que hace quince años, con igual humildad y honestidad, se peleaba con la pértiga por volar cerca de los cinco metros, cuando el resto de compañeros de prueba “raspaban” los cuatro. Hoy tiene que servirnos de ejemplo a todos los que amamos el deporte, por su capacidad de superación, por poder despojarse de todo atisbo de egoísmo para volver a subir a la cima e intentar salvar a los miembros de otra “cordada” que habían quedado en peligro...Y sin dar publicidad de tal hazaña. Aun recuerdo cuando, hace unos años, un periódico le entrevistó tras un fallido intento de cumbre y con síntomas de congelación en alguno de sus dedos . Nada dijo entonces sobre el socorro que, como médico, sirvió a una cordada de alpinistas Chilenos, creo, que días después hicieron público su agradecimiento en todos los medios de comunicación. Eso es la actitud vital de un deportista; nunca los cabezazos a los contrarios, las salidas de tono o la supercompensación que ciertas figuras mediáticas reflejan en los distintos soportes, por falta de autoestima. Heri Gutiérrez García |
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