miércoles, septiembre 13, 2006

El último traductor de Ginsberg: Entrevista a Rodrigo Olavarría, responsable de la edición aniversario de “Aullido”.



"Aullido", el mítico poema que este año cumple medio siglo, fue traducido por un poeta chileno, Rodrigo Olavarría, que a los 14 años fue cautivado por la literatura anglosajona y el espíritu rebelde que caracterizó a la generación beat. Su versión del poemario es la editada recientemente por Anagrama en el aniversario.

Publica El Mercurio

Por Álvaro Matus

El árbol genealógico de los beat, ese grupo de muchachos revoltosos que escribían al ritmo afiebrado de las anfetaminas y del jazz envolvente de Charlie Parker, ha extendido sus raíces hasta lugares insospechados. Los hippies, los punks, los raperos. Todo lo que tenga un toque de disidencia, aventura y excesos huele a beat, a Kerouac, a Burroughs, a Cassady, a Corso pero, sobre todo, huele a Ginsberg.

"Aullido", un extenso poema que es todo vísceras y desparpajo, se sigue leyendo como una crítica furibunda al american way of life. "Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas", dice el primer verso de este poema que ha nutrido también la obra de autores nacionales como Bolaño, Lira y Bertoni.

Más al sur, en Puerto Montt, las raíces del árbol beatnik alcanzaron a un inquieto muchacho que comenzó a leer, tanto para acelerar las tardes de verano como para mejorar su inglés, la novela “On the road” (En el camino) de Jack Kerouac. "Me volví loco, no hallaba qué hacer, sonreía leyéndolo, qué felicidad", recuerda Rodrigo Olavarría, que ya no tiene 14 años, claro, sino 25.

Tomando un agua de manzanilla en un café de Providencia, con una singular mezcla de aplomo e ingenuidad, cuenta cómo llegó a convertirse en el traductor de la reciente edición de Aullido (Anagrama), volumen que recoge, además del texto mítico, otros 11 poemas que estaban incluidos en la primera edición del libro. "Pocos días después de la muerte de Ginsberg, ocurrida el 5 de abril de 1997, se me presentó la oportunidad de traducir el "Aullido". No deseaba leer el poema según la traducción de Visor, que nunca me gustó, así que traduje la primera parte para ser leída en ese evento. Tiempo después, Javier Bello leyó la traducción y me pidió que completara las dos partes restantes para publicarlas en la revista Cyber Humanitatis, de la Universidad de Chile".

- ¿Cuál fue la primera impresión que te causó el "Aullido"?

- Tener 17 años y leer el "Aullido" es una experiencia alucinante. Puedo decir que leí el poema y supe que esa mixtura de alucinaciones poéticas, drogas, música, repulsa por la institución y la autoridad, era lo más honesto y real que había visto sobre una hoja de papel. Además, yo mismo era el sujeto de ese poema. Vi que la estructura residía en la repetición de ciertas cláusulas, como "Who", "Moloch" y "I"m with you in Rockland", que daban unidad al poema y lo sostenían en su exceso. Vi que el poema era una letanía por el sacrificio de la juventud.

En cuarto medio, Olavarría no sentía el menor interés por la novela, pero sí era un lector voraz de poesía: Maiakovski, Rimbaud, Lautréamont y, por supuesto, los anglosajones que leía en el idioma original: Blake, Poe, Whitman, Carroll, Kerouac, Ginsberg y Dylan Thomas. "De él encontré una edición de Collected Poems en una librería de viejo en Puerto Montt, el año 1996. Y la antología de poesía surrealista, traducida por Aldo Pellegrini, era una Biblia para mí".

Por esa época también tuvo una banda punk que tocaba covers de los Ramones, Sex Pistols y The Chash, pero tras salir del colegio se fue a estudiar Derecho a Concepción. "Estuve un año y medio, hasta que me di cuenta que lo único que hacía era ir a la Facultad de Letras a sacar libros y escribir poemas. Era un desastre". Cuando llegó a Santiago empezó a estudiar literatura en la Universidad de Chile, carrera que terminó el año pasado después de varias digresiones. Pero el ocio, contrario a lo que muchos piensan, da buenos frutos. Olavarría publicó un poemario, tradujo un grueso libro sobre la minería no metálica y un diccionario mitológico chilote, pasó por la Fundación Neruda como becario y escribió la biografía de una adinerada mujer que, durante siete meses, estuvo contándole los dramas que vivió junto a su ex esposo.

El 2004, dos años antes de que Aullido cumpliera 50 años, Jorge Herralde encargó una nueva versión a uno de sus traductores, quien después de hacer varias averiguaciones le comentó que en internet circulaba una traducción inmejorable. "Cuando Anagrama me contactó empecé a trabajar en el resto de los poemas incluidos en la edición original de City Lights de 1956. Al mismo tiempo, trabajé con la edición de los Collected Poems publicada por Harper & Row en 1984. El libro de ahora incluye dos poemas inéditos hasta ahora en castellano: "The Green Automobile" y "Psalm III". Con lo cual se reproduce la edición realizada en Francia por Christian Bourgois Éditeur".

- ¿Cuál fue la mayor dificultad que enfrentaste?

- Lo más complejo a la hora de traducir a Ginsberg es de orden rítmico. Ginsberg una vez citó a Artaud, cuando éste dice que cierta música es capaz de alterar el sistema nervioso a nivel molecular. Si entendemos que Ginsberg tenía eso en mente a la hora de escribir sus propios cantos, el traductor debe por fuerza intentar hacer lo propio. Hay poemas de mayor dificultad en el libro, por ejemplo, "Sutra del Girasol", pero curiosamente es también el poema que más me gusta.

- ¿Por qué?

- Porque ilustra la visión que tengo de la generación beat, más allá del sexo, las drogas y la publicidad negativa de los medios norteamericanos. Dos amigos sentados en un enorme basurero contemplan una locomotora abandonada y un girasol cubierto de hollín, "toda esa civilización que mancha tu loca corona dorada", una repentina iluminación. "No somos nuestra piel mugrienta, no somos nuestra triste espantosa polvorienta locomotora sin imagen, todos somos hermosos dorados Girasoles por dentro". Este poema ilustra la definición que Jack Kerouac da a la palabra beat, no como beat de derrotado, sino como beat de beatífico, iluminado, santo.

- Con esta traducción, ¿se amplió o se achicó el mito beat para ti?

- La generación beat, como mito, sólo existió para mí entre los 16 y 17 años. El tiempo y la lectura se encargaron de poner en perspectiva la obra de la generación beat, la cual, para mí y otros autores contemporáneos, aun es un referente. Las novelas Amuleto y Los detectives salvajes, de Bolaño, son también himnos a una generación sacrificada. Recordemos que la línea final de Amuleto es: "Y ese canto es nuestro amuleto". Ese canto es la misma letanía, el mismo llanto de saxofón que recién mencionaba.

- Fernando Alegría hizo una traducción al español. ¿La conocías, te apoyaste en ella?

- Claro que la conozco y, pese a que pienso que es pobre en varios sentidos, también es cierto que se debe celebrar la rápida reacción de Alegría. Digámoslo: "Aullido" fue publicado por City Lights en octubre de 1956 y justo un año más tarde se publicaba en Chile, en la revista de la SECH.

- ¿Qué condiciones debe reunir un buen traductor?

- Un traductor del poeta Arquíloco de Paros dice que la primera cualidad de un traductor debe ser la humildad, la capacidad de desaparecer, porque el lector de una traducción no tiene por qué verse obligado a prestar atención al traductor. Concuerdo con él. Nada peor que instrumentalizar una obra. También pienso que el desconocimiento de la lengua a traducir ha probado no ser un obstáculo para un buen traductor. Ezra Pound tradujo del anglosajón, del francés, del provenzal, del castellano, del chino, del japonés, del griego arcaico y del latín. Algunos seudoeruditos lo critican por eso, pero que se jodan.

- Y ahora, ¿tienes alguna traducción a la vista?

- Terminé hace un par de meses “Ariel”, de Sylvia Plath. La idea es restaurar las intenciones de Plath, porque, unas dos semanas antes de que se suicidara, ella hizo un índice para Ariel. Ordenó los 38 poemas, pero luego, cuando Hughes fue a la editorial, le dijeron que el libro no lo publicarían así como estaba, sino con algo poco menos que del día mismo del suicidio. Hughes leyó el libro, sacó los poemas menos buenos y colocó unos buenos que conocía. Y así salió el Ariel que hasta hoy se publica. Por otro lado, con Anagrama estoy conversando la posibilidad de traducir “Desolations Angels”, de Kerouac, que reúne las dos vertientes suyas: por un lado un ritmo poético, más concentrado en el objeto, como en las novelas “Big Sur”, “Tristeza” o “Las visiones de Gerard”. Pero la segunda parte es torrencial, tipo “En el camino”. Me encantaría que eso se concretara. Lo pasaría súper.

Fuente Escuela de Letras