martes, octubre 17, 2006

A MUHAMMAD YUNUS, UN NOBEL DE LA PAZ



Cuando en el pasado puente del Pilar, me enteré de a quien se le había otorgado el último premio Nobel de la Paz, he de reconocer que sentí una gran alegría. “Se había llevado el gato al agua” alguien al que en el argot deportivo se le podría considerar un “tapado”. Un individuo por el que nadie apostaría, por heterodoxo y por ir contra el sistema. El citado “señorín” es Muhammad Yunus, hace unos años Premio Príncipe de Asturias de la Concordia y creador del Banco Grameen o de los pobres. Particularmente es un triunfo absoluto para los Economistas que creemos que las soluciones a los problemas de la pobreza y el subdesarrollo vienen de la mano del compromiso y de la Cooperación Internacional y nos consideramos en el otro lado de la barricada, aunque no sé si todo es solo imaginado y un espejismo que la sibilina mente crea para narcotizar los impulsos de nuestra conciencia. Y, de todas formas, debe suponer, por extensión, un hálito de esperanza para toda la humanidad. Parece que aún hay reconocimientos hechos con el corazón. Por eso y aún sabiendo que la probabilidad de que el Sr. Yunus lea esta carta, es infinitamente pequeña, por no decir nula, quisiera dedicarle unas líneas de reconocimiento.
¿ Quién es? Y ¿ Por qué merece esta distinción? Nacido en 1939, en el seno de una familia acomodada de Bangladesh, estudió Economía en las mejores Universidades de U. S. A. De tal manera que conoció, por nacimiento, la pobreza del tercer mundo y, por formación, las maneras de superar los círculos viciosos con que el subdesarrollo siembra los campos de los países en que campa.
Nombrado director del Departamento de Economía en la Universidad de Chittagong, su ciudad natal, él mismo comentaba encontrarse vacío cuando, en el camino, de ida y vuelta, de su casa al trabajo, y en plena hambruna de 1974, veía a las personas morir en plena calle. Y, amigos míos, lo comprendo; por que aunque yo no me tope de frente con personas muriendo en las urbes de mi Asturias, alguna vez he interiorizado la sensación de ser casi improductivo dedicándome a la formación. Cuando el cuerpo y el alma, si existiera, te piden más caña, más compromiso. Como si sintieras un quemazón que te dice que lo hecho en el trabajo diario es poco, una insignificancia. Como que afortunadamente hay más cosas en la vida que explicar Teoría Económica a unos alumnos más o menos motivados. Y eso, para el que lo ha padecido, en sus carnes, alguna vez, es duro de sobrellevar.
Pero volvamos con Yunus; en esos paseos, de mañana y al atardecer, veía mujeres, a las puertas e sus casas, dedicadas a trabajos artesanos, unos días, y pidiendo limosnas, otros. Su lado de investigador le hizo comprender que éstas trabajaban, como esclavas, o mendigaban para poder hacer frente a los usureros que les prestaban dinero para comprar hilo, bambú o cualquier materia prima con que realizaban sus artesanías. El que se enriquecía era el prestamista, nunca la trabajadora, que se veía envuelta en una progresión de intereses que transcurrido poco tiempo eran imposibles de devolver. Decidió prestar, de su bolsillo, a esas mujeres, la cantidad exacta que las liberara del avaro. Estimados lectores, la ingente y estratosférica cantidad de 27 dólares. Si habéis leído bien, 27 míseros dólares. Este fue el inicio del microcrédito en el que se basa el Banco Grameen. Y de ello hace treinta años. En la actualidad, después de luchar contra los prejuicios de algunos integristas musulmanes del propio país y de la ortodoxia de la Economía Neoliberal del Occidente Desarrollado, el Banco da trabajo a más de doce mil personas, repartiendo cada año quinientos millones de dólares en créditos, para los que no se exige ninguna garantía firmada de devolución; tan solo el compromiso por invertir ese dinero en la actividad para la que se concedió. Todo ello muy lejos de los supuestos tintes capitalistas que algunos detractores pretenden darle al modelo; por que no es economía de mercado “pura y dura” es parte de las teoría del desarrollo. Por que los que saben de Economía Internacional ya no miden en términos de Renta Per Cápita o Producto Interior Bruto; analizan realidades respecto al índice de Desarrollo Humano que considera, entre otras cosas, la alfabetización, consumo de agua potable, mortalidad infantil, médicos por mil habitantes, accesibilidad de la mujer al mercado de trabajo, igualdad social, etc.
En fin; un merecido reconocimiento para quien acuña ideas como: “ Paz y Economía van unidas”; “ Si hay pobreza, no puede haber Paz” o que “La lucha contra la pobreza es lo más importante”. Desde mi rincón; un sonoro reconocimiento a un maestro, líder comprometido y economista capaz. Quizás algo podríamos aprender en nuestra cuenca, en nuestra Asturias del alma.

Heri Gutiérrez García.