El amor por la vida ascética, la espontaneidad, la concisión y la sacralización de lo mínimo, son rasgos que el "haiku" heredó de sus raíces: el taoísmo, el confucionismo y el budismo zen. La conferencia "La poesía tradicional japonesa ante el mundo hispánico", dictada en Santiago de Chile por el académico japonés Norio Shimizu, revela la gran importancia que tiene la poesía tradicional japonesa, no sólo por su enorme belleza y representatividad cultural, sino también como estímulo inspirador para los poetas hispanoamericanos.
Publica El Mercurio en su edición del 14/3/2005
Por Isabel Ossa Guzmán
Japón ha sido una inspiración irresistible para soñadores occidentales de todos los tiempos y lugares, a través de cuyos recuerdos e imaginaciones todos hemos podido transportarnos a un mundo extraño y desconocido, un planeta distante, habitado por misteriosas mujeres de ojos rasgados, campos eternos sembrados de arroz, aroma de teteras humeantes, hechizo de flautas saltarinas y seducción de templos misteriosos.
Y esta fascinación no sólo tiene que ver con el furor del sushi y los "japanimation" o dibujos animados nipones: la poesía de Occidente, en especial la compuesta por escritores hispanoparlantes, no ha estado al margen de este influjo inspirador. Poetas de la talla de Mario Benedetti, Jorge Luis Borges, Rubén Darío, Julián del Casal, José Martí, Amado Nervo, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, José Juan Tablada y Octavio Paz se dejaron cautivar por la belleza y el exotismo de esa tierra, que algunos tuvieron la dicha de caminar y que otros, simplemente, imaginaron y reinventaron en sus rimas.
Sencillo no es simple
Pero la tierra japonesa y su gente no han sido mera inspiración para nuestros poetas. Así como muchos de sus versos hablan de hermosas emperatrices niponas, ciudades sagradas, budas abandonados en el camino y flores de loto, así también muchos de ellos se acercan o imitan las delicadas formas de la poesía tradicional japonesa, que tiene siglos de existencia y una esencia particular que la ha hecho merecedora de cientos de admiradores a través de todo el mundo.
El "haiku" es la forma más conocida de la poética tradicional japonesa y probablemente la más hermosa. Se trata de un poema corto de diecisiete sílabas, que se distribuyen en tres versos y que hacen confluir lo eterno con lo instantáneo en un lenguaje sencillo y cotidiano.
Lo que caracteriza al "haiku" y lo distancia de otras formas poéticas, es su contenido, que trata de describir de forma muy breve una escena vista o imaginada, con una sobriedad lingüística rayana en el enigma. El "haiku" aspira a captar el momento de una forma tan radical, que los límites entre el observador y lo observado se disuelven para procurar en el poeta una experiencia mística de totalidad.
Esta estética de lo esencial tiene su origen en la filosofía budista Zen, que es enemiga de la verborrea y de todo tipo de teorización, por lo que desarrolla métodos que apuntan directamente a la verdad, con palabras repentinas y espontáneas, que preparan para la experiencia espiritual. De esta manera, los versos "haiku" están gobernados por ciertos preceptos "zen", como la asimetría, la simplicidad, la austeridad, la naturalidad, la sutileza, la libertad y la serenidad, lo que hace de ellos verdaderos exponentes del corazón japonés, amén de un enorme desafío creativo para quienes intentan condensar un instante lírico, y ciertamente, un placer ilimitado para los sentidos del lector.
En el "haiku", las palabras deben ser herramientas al servicio de lo sugerido y deben ser seleccionadas con la intuición y la intención, no de ahorrar términos, sino de hallar la esencia de lo versado, valiéndose de las voces que, de manera más honda e imaginativa, lo simbolizan. Porque, como afirma Norio Shimizu, académico de la Facultad de Letras de la Universidad de Sofía en Tokio, "la sencillez, en el caso del "haiku", no significa de ninguna manera simpleza".
Según el profesor Shimizu, uno de los temas favoritos de los poetas "haiku" es la naturaleza, lo que los hace especialmente atractivos para los poetas latinoamericanos, que siempre han sido amantes desenfrenados de su tierra. "El propio Gonzalo Rojas -asegura Shimizu- afirma que hay una manía en los países iberoamericanos de que la poesía tiene que amarrarse necesariamente a lo natural, lo que tiene que ver con un trauma primario que todos llegan a sentir en un momento dado de su vida y que es ese amar apasionado de esta zona infinita, andina y oceánica que es América".
Así, para los poetas "haiku", la simple caída de una flor de cerezo o la dispersión de las hojas por el viento, son trasunto melancólico del paso del tiempo y la brevedad de la existencia humana, y, como asegura Shimizu, "hasta un bicho insignificante es entonces esencial para el hombre, en el sentido de que reclama su nimia existencia ante los cinco sentidos de éste".
Caído del cielo
La creación del "haiku" constituyó para muchos europeos y americanos, a principios del siglo pasado, una práctica original y exótica, pero para muchos otros representó una causa afín con el lema del despojamiento de lo superfluo, tras el cual se organizaron los movimientos del arte en general y de la literatura en particular, que querían terminar con el reinado de lo que consideraban excesivo.
A comienzos del siglo XX aparecieron en Francia las primeras traducciones de poesía tradicional japonesa y entonces se produjo una verdadera locura "haikana". En Occidente se crearon revistas especializadas en este tipo de verso, se organizaron escuelas para aprender su técnica, se formaron clubes de aficionados, y varios poetas latinoamericanos -como José Juan Tablada- viajaron a Japón con la esperanza de aprender a dominar esa poética ancestral y conocer la cuna de Matsuo Basho, el más importante escritor de "haiku" y el hombre que rescató esta técnica del olvido y le devolvió su carácter de obra de arte.
Fuera de Japón, el "haiku" se convirtió en una forma poética muy atractiva. Así, a principios del siglo XX los llamados "Imagist Poets", encabezados por Ezra Pound, encontraron en la concisión verbal del "haiku" un modelo poético depurado y una fórmula de síntesis largamente buscada. De igual modo, la apodada "Generación Beat" norteamericana acogió el "haiku", y asumió su escritura como "el método de tender directamente a las cosas, puramente, concretamente, sin abstracciones ni explicaciones de ningún tipo".
No obstante, la imitación occidental del "haiku" no ha estado exenta de discusión. Algunos críticos han afirmado que este tipo de verso no es un fenómeno literario, debido a su sencillez, falta de retórica y escasa complejidad creativa, características simplemente incomprensibles y extrañas para el canon poético occidental.
Sin embargo, otros, muchísimos otros, han hallado en este verso la perfección, la sublimación poética y la constatación de que no existe una proporción necesaria entre la forma y el contenido de un poema. El propio Borges, en un relato de "Atlas", atribuye la invención del "haiku" nada más y nada menos que a las divinidades que, supuestamente compadecidas de la humanidad, le habrían obsequiado bondadosamente este verso celestial.
Europa y Estados Unidos fueron consumidos por el hechizo de este género poético, pero fue sin duda en Latinoamérica que el "haiku" encontró a la mayor parte de sus seguidores y al quizás más enérgico de sus estudiosos: Octavio Paz. Fue él quien, con la ayuda del erudito japonés Eikichi Hayashiya, se aventuró en 1956 a traducir "Sendas de Oku" del gran maestro Basho. Una tarea de titanes ha de haber sido esa traducción, pero gracias a ella el mundo hispanoparlante tiene la posibilidad de viajar a Japón en una travesía poética, que es a la vez física y espiritual, indiscutiblemente inolvidable.
Pero no todo ha sido color de rosa para los amantes del "haiku", sobre todo por los tortuosos problemas que entraña la traducción que, si en circunstancias normales es dificultosa, en el caso del japonés es sencillamente imposible de realizar.
No sólo por la obviedad de que el japonés tradicional se escribe verticalmente, de derecha a izquierda, y de que sus letras son más bien conceptos, sino porque además implica un sinfín de paradojas semánticas que son producto de la abismante diferencia cultural y religiosa que existe entre Japón y Occidente, y entre la lengua nipona y la española.
De acuerdo con el profesor Shimizu, las traducciones en estos casos no pueden ser mucho más que un estímulo para que el lector curioso se sienta atraído por el original. "Un poema, señala el académico, es una obra ya acabada y no se puede repetir el contenido acudiendo a otras formas, y menos aún utilizando una lengua ajena a la original.
Es imposible dar una nueva imagen estética a lo que ya la tiene y, por eso, lo que debe buscar el traductor no es un imposible doble del texto original, sino más bien un estímulo para acercar al lector a éste". Estímulo que, sin duda, está perfectamente logrado en las traducciones de Paz, quien compensa dichas diferencias y paradojas con una imaginación desbordante y seductora. "Hayashida me ha dicho -asegura Norio Shimizu- que a veces Paz se excedía en la traducción de "Sendas de Oku", porque los versos que él transcribía al español decían mucho más que los versos originales de Basho".
Con el paso de los años, el "haiku" ha sufrido algunos cambios temáticos que dicen relación, sobre todo, con los grandes cambios que, asimismo, han vivido Japón y el mundo. Ahora la técnica es un tanto más libre y la naturaleza y el amor romántico no son los únicos objetos que los cultivadores de esta técnica se dedican a observar y cantar. Los discípulos de Basho transforman también la guerra, el Occidente, la globalización y otros muchos asuntos de moda, en preciosos versos de pocas palabras y amplio sentido.
Y la locura sigue, aparentemente sin querer extinguirse. Todos quieren leer "haiku" y todos quieren también escribirlo. En Japón y en el mundo entero hay cientos de revistas especializadas en poesía tradicional japonesa, en internet está repleto de sitios que ofrecen talleres de aprendizaje, foros de conversación y antologías con lo mejor del "haiku", y la producción mundial de este verso fascinante es de varios millones al año.
Así las cosas, está claro que aprender el idioma japonés no sólo puede servirnos para "manejarnos mejor en un mundo globalizado", como rezan las escuelas de idiomas, sino también para acercarnos a universos, mentalidades y poéticas sorprendentemente diferentes y parecidas a las nuestras.
"Haiku" made in Latinoamérica:
Breve cortejo nupcial
las hormigas arrastran
pétalos de azahar.
(José Juan Tablada)
Los charcos
abren ojos aterrados
al oír a los patos.
(Jorge Teillier)
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o es una luciérnaga?
(Jorge Luis Borges)
Los pies de lluvia
nos devuelven el frío
de la desdicha.
(Mario Benedetti)
La luna nueva
ella también la mira
desde otro puerto.
(Jorge Luis Borges)
Sobre la arena
escritura de pájaros.
Memorias del viento.
(Octavio Paz)
Caracol:
la mínima cinta métrica
con que mide el campo Dios.
(Jorge Carrera Andrade)
Como anoche ha llovido
se le ha refrescado
la voz al río.
(Alberto Guillén)
La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.
(Jorge Luis Borges)
Una campana
tan sólo una campana
se opone al viento.
(Mario Benedetti)
Devuelve a la desnuda rama,
nocturna mariposa,
las hojas secas de tus alas.
(José Juan Tablada)
Hecho de aire
entre pinos y rocas
brota el poema.
(Octavio Paz)
Busco en vano en la carta
de adiós irremediable
la huella de una lágrima.
(José Juan Tablada)
Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.
(Jorge Luis Borges)
Ilustración de Yuko Shimizu
Posted by Hello
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