miércoles, abril 20, 2005


Puerto Vitrina

X. Andrade
“El sitio tendrá palmeras y una imitación del letrero luminoso de Hollywood esta vez sobre el cerro y con el nombre del nuevo espacio” rezaba la noticia al publicitarse el proyecto Puerto Santa Ana hace un par de meses. “Similar al Coconut Grove o Coco-Walk” de Miami, añadía, al referirse a la más ambiciosa extensión del proceso de renovación urbana. El que desplegara palmeras, por supuesto, a estas alturas a nadie sorprende. Esta parece ser, de hecho, la clave que define al impulso renovador en su conjunto: la ilusión de una mayor ciudadanía. Menos ecología, menos historia, menos identidad arquitectónica, conjuradas mágicamente bajo el lema de “más ciudad”. Curiosas son, sin embargo, las contradicciones implícitas en una reforma urbana que por imitar fórmulas turísticas termina constituyéndose en un simulacro de algo inalcanzable.

Menos ecología. Anunciado como “un gran parque contemplativo”, me pregunto si Puerto Santa Ana no es precisamente todo lo contrario. El Río Guayas y parte del Cerro Santa Ana son dos símbolos de la ciudad que correrán suertes distintas. La ría será privatizada a través de la instalación de muelles para los yates de los nuevos habitantes de los inmuebles residenciales. Así como podría ocurrir con el Estero Salado, el flujo turístico terminará saturando aquello que era, hasta ahora, paisaje a contemplarse. Oasis visuales en extinción en una ciudad que se encamina rápidamente a sentirse tan caliente como un desierto. Como es a estas alturas característico, el espacio a crearse se verá recargado de áreas comerciales y carente de áreas verdes (intocables jardines y palmeras que continuaban sin producir sombra la última vez que intenté guarecerme bajo una de ellas, serán accesorios imprescindibles del nuevo paisaje).

Menos historia. Colocar un letrero que emule el de Hollywood es hasta risible pero no para funcionarios que están convencidos de que hamburguesas y hot-dogs son ejes civilizatorios en el afán municipal por estandarizar los quioscos de comida callejera por donde la renovación avance. De acuerdo a ellos, la historia de un ícono que simboliza el origen mismo de la ciudad puede acomodar sin problema una superposición artificiosa, ésto, claro, sin pensar dos veces, en que el resultado será folklórico en el peor sentido de la palabra, un toque innecesario, para decirlo elegantemente, a un punto referencial de la ciudad. Guayaquil no necesita más rótulos, peor para publicitar proyectos que se apropian de bienes públicos, como el propio cerro, para hacer propaganda de intereses privados.

Menos identidad arquitectónica. Por supuesto, fui presto a ver la maqueta exhibida como un regalo divino para engendrar la magia desarrollista entre los habitantes. “Coco-walking” frente a ella, un modelo tan acartonado como su propio futuro, aquél que no fuera discutido ni tampoco consultado con los ciudadanos. Cuando los proyectos urbanos masivos se conciben como distintas encarnaciones de shopping malls emplazados en espacios diversos y aderezados con jardines ornamentales, el resultado es un paisaje serial, parques temáticos donde “contemplar” es una posibilidad nula frente al espíritu esencial, de vitrina, de la renovación urbana.

Foto:Gonzalo Vargas . como los anteriores ensayos
Posted by Hello