lunes, mayo 23, 2005


Humeante Golosina



El verano tocaba a su fin y estaba en la amplia cocina de la casa familiar haciendo mermelada de moras.

El olor cálido de las negras bayas cociendo despacio en el azúcar de caña, envolvía la habitación de un nostálgico perfume a infancia perdida. Hundí la cuchara de madera en la profundidad granate de la cazuela para comprobar el punto de cocción.

Al acercar a mi boca la humeante golosina la vieja estancia se llenó en un instante de vidas lejanas:
Marie, la maciza normanda que ayudaba en los quehaceres de la casa, derritiendo en un pequeño cazo de cobre la parafina en medio de su incesante charla.

Mi abuela, con su moño tirante, trayendo despacio, con pasos de ratoncito asustado, los frascos de cristal.

La puerta acristalada, abierta al jardín, donde mi madre leía recostada en una chaise-longue, a la sombra de un manzano.

Mis dos hermanos sentados a sus pies, custodiándola como dos esfinges sonrosadas embadurnados de chocolate.

Mi padre abriendo enérgicamente la puerta, husmeando el aire perfumado con sonrisa satisfecha.

Y las tres hermanas imbuidas de la importancia del momento:
La elaboración de una buena confitura que saborearíamos a lo largo del invierno.

Probábamos por turnos la exquisita textura. Me tocaba a mí, me quemé la lengua. Dejé la cuchara en el cazo con la extraña sensación de no tener que ponerme de puntillas. La espuma de la mermelada se expandía con rapidez y tuve que bajar la llama.

El sonido de mi corazón retumbaba con violencia en medio del silencio de la solitaria cocina.



Autor: Anne Fatosme Perrouelle
Lunes 16 de Mayo de 2005, a las 12:10
Posted by Hello