lunes, agosto 08, 2005

Alejandro Thornton







Recuerdo (pero qué puede valer el recuerdo de una pintura) una de las obras de Thornton de su individual del año pasado, una tela de aproximadamente un metro de lado, cubierta de impresiones deficientes de una cama esquemática, dispuestas simétricamente bajo una grilla de un azul aguado, casi desleído. Una repetición de la que, en principio, podía suponerse fácilmente el modelo, la lógica de su reproducción, su secreta jerarquía, pero que deliberadamente un trazo amarillo, desprolijo, apurado, ciego, diría, que encerraba una de las veinticinco impresiones, venía a hacer tambalear, hendiendo la tela en el centro, arrugándola en pliegues, liberando, en fin, su más íntima diferencia, que de pronto surgía desde el fondo como un murmullo profundo, que acá y allá parecía articularse en palabras reconocibles, que enseguida se encerraba en su más hermético silencio, que volvía a hablar, y volvía a volver, presa de una incomprensible voluntad de retornar a lo mismo. La recuerdo, digo, pero en el recuerdo ese mismo movimiento la ha inmovilizado.
En la medida en que sigue viva, la obra de Thornton no se detuvo. La vuelta de los mismos motivos es, tal vez, el signo más potente de su propia diferencia. Una diferencia que se dice por repetición. De las repeticiones mecánicas y estereotipadas del comienzo a la repetición vertical, como en profundidad, de los motivos aislados, recontextualizados o fuera de contexto, y de ahí, nuevamente, a desdoblarse en un movimiento que ya no presupone la identidad de su objeto, sino que se asume como efecto (en los dos sentidos de la palabra, efecto causal y efecto óptico) de una diferencia genética y de una génesis en la repetición. Un poco como si estas obras explorasen la frontalidad, la perspectiva y la destrucción de este nuevo orden que quiere sustituir al de la representación clásica ("Be", "Walking & Falling", "Trip"). Un poco, también, como si la dotasen de una historia propia ("Search", "The Joker", "X Bacon", "X Tapies").
Son fácilmente reconocibles
conceptual. Pero el primitivismo de las formas, la exploración del color y de los soportes materiales, toda la rugosidad de sus telas, exceden el concepto que las determina. "Letter to", "Blue Trip" y "Mail", entre otros trabajos, son la asunción, concien dan, permanecen estáticos, quietos, nunca en su lugar. Desconocedoras de su propia ironía, nos dicen cosas que no avalan, o que sobredeterminan hasta volverlas increíbles. No hay definiciones de nada, sino un devaneo contínuo en torno a leiv motivs que se vierten y pervierten sobre la superficie de las telas ("No te duermas", "Search", "trip").
Si es posible exceder las categorías clásicas, más allá de todos los compromisos entre el expresionismo, en sus infinitas variantes, y el conceptualismo más estricto, Thornton pareciera querer establecer los principios de un idealismo expresionista (como del que hablaba Deleuze), del que todavía nos falta todo para la teoría.
¿Esta cama que vuelve es símbolo de qué? Los leiv motiv que se le unen no nos dicen nada. A fuerza de multiplicarse la destruyen. La cama no es representación de ninguna cosa, no es la expresión de ningún sujeto, el sentido de nada. Es, antes, esta interrogación persistente que recorre la serie de las cosas y de los sentidos, lanzándolas a nuevas aporías y a nuevos problemas. Figura descontextualizada o contexto desfigurado. Comodín. En todo caso, y siempre, problema irresoluble que retorna sobre sí, como el diferenciante de su propia diferencia.
Thornton es utilizado por la pintura para plantear su propio problema. No deja de desconcertarnos que pasen, como simulacros de su propia repetición, las obras de Bacon, de Duchamp, de Tapies, pero la verdad es que Thornton no ha inventado los colores que utiliza, no ha inventado las técnicas de las que se vale, no ha inventado (nunca hubiese podido inventar) estas inesperadas pinceladas, por un momento sueltas y complejas, por un momento rigurosas y simples. Son, si se quiere, estas cosas las que lo han inventado a él, para pensarse, para retomarse y reflexionarse sobre estas telas tan semejantes y tan disímiles, y también para destruirse. Lo que es como decir: para la vida lo mismo que para la muerte.
¿No son estos cuatro trazos estigmatizados en la repetición el lugar de un despertar y de un adormecimiento? ¿No son la conciencia (la falsa conciencia) de un saber que se dice nuestro, esta verdad adulterada por los transportes del vino, y la conciencia de esa conciencia, y así?
Estas telas que se pliegan sobre sí mismas, como constrañidas por la inactualidad de lo que dicen, lugar de re-velación, nos abren a la perplejidad propia de un pensamiento que no deja de preguntarse desesperadamente por lo que es pensar.
Y tal vez la pintura de Thornton se agote en la repetición desarreglada de esa pregunta última, alegre en el insomnio de un sueño que no tarda en llegar, trayéndonos, como relámpagos de otros sueños, las imágenes fragmentarias de una pintura que alguna vez será necesario pintar.


Lic. Eduardo Pellejero
Universidad de Lisboa
Lisboa, 30 de mayo de 2001.

Sobre la Técnica:

Base: copias Xerox sobre papel de imagen generada por computadora, pegadas sobre tela montada en bastidor. Estos papeles pegados sobre la tela provocan las texturas y pliegues que se ven en las fotos. Texturas que simulan una sabana
Pintura acrilica, grafito, pastel tiza, collage de textos.