lunes, noviembre 08, 2004

El impostor benévolo



--¡Mamita bonita! ¿A que no sabes quién ha venido a verte? le dijo en inglés americano el impostor en cuanto que atravesó la puerta de la habitación a la buena mujer que agonizaba, parándose teatralmente en el quicio. --¿No vas a darme un beso siquiera, bonita mia?.
--¿Quién es éste? ¿Qué dice? ¿No será mi niño, mi Julianín? -la pobre señora pasaba de la sorpresa a la incertidumbre a la velocidad de la luz. -- Pero, Adela este es mi pequeño Julián, que pase, que se acerque que lo quiero ver mejor. ¡Que flaco, hijo! No me dirás que tus padres no te enseñaron ni una palabra de español, ¡que vergüenza!.
--Sí, abuela es el Julián que acaba de llegar en un barco americano. Está en el servicio y a podido venir a verte -explicó Adela con gran entusiasmo de la abuela que revivía por momentos dejando a toda la concurrencia atónita y perpleja. --Te dice bonita y te pide un beso. Anda y no le hagas esperar.

(Este será el secreto que debo guardar toda la vida. Dos meses sin tocar tierra y en lugar de correr a buscar una mujer en este puerto, la mujer me encuentra a mí, y agoniza mientras hago un teatro nauseabundo para que sus familiares puedan heredar. Pero qué hago metido en este gran fangal. ¡Oh, Dios mio! ¡Aparta de mi este cáliz!)