martes, mayo 31, 2005


Caro amigo: El Cuenco de Plata publica parte de la nutrida correspondencia de Pier Paolo Pasolini.
A treinta a�os de su muerte, y habi�ndose reavivado el pol�mico caso de su asesinato, las cartas de Pier Paolo Pasolini encierran todav�a los anhelos y tensiones de la pasi�n, el arte, la pol�tica y la religiosidad. Una oportuna selecci�n de su correspondencia entre 1940 y 1975, seleccionada y prologada por Diego Bentivegna y Daniel Link y publicada por El Cuenco de Plata con el t�tulo de �Pasiones her�ticas�.

Publica Radar Libros en su edici�n del 22/5/2005

Por Sergio Di Nucci

�Extra�o destino tener un destino�, adoraba decir Italo Calvino. Y de Pier Paolo Pasolini se puede decir todo, salvo que hoy cuenta con un destino m�s o menos reconocido. Es que no hay descanso para �l: luego de su muerte, ocurrida el 2 de noviembre de 1975, se inici� una autopsia, incluso sobre su obra, que todav�a sigue.

Hace dos semanas, nuevo revival del caso cuando el ex �ragazzo di vita� Pino La Rana Pelosi, acusado de asesinarlo, alent� la hip�tesis de un ajuste de cuentas mafioso. Luego, el circuito que se ha repetido en estos treinta a�os que nos separan de la muerte de Pasolini: im�genes del cad�ver por TV �de un cad�ver desfigurado y cubierto de sangre por los golpes que recibi� y el autom�vil que le pas� por encima�, consternaci�n, y la ira �y las demandas� de las asociaciones de defensa de los derechos del ni�o y la TV.

El cineasta, actor y amigo de Pasolini, Torquato Tessarin, ofreci� una vez m�s su opini�n del asesinato: �Incluso si Pelosi lo hubiese golpeado traicioneramente, si, digamos, le hubiese dado de improvisto una patada en la ingle, nunca hubiera podido reducirlo as�. Pasolini hubiese vencido. Y despu�s, quiz�s, lo hubiera perdonado. El estaba hecho as�. Era un se�or�.

Las incertezas se multiplican en el plano ideol�gico. Desde izquierda y derecha se ha hecho uso de la cr�tica pasoliniana a la modernidad para levantar las banderas de un tercermundismo ret�rico o de una tecnofobia acr�tica e indiscriminada. Y todo porque Pasolini reivindic� el dialecto o la sociedad preindustrial. Hoy, advirti� Sandro Modeo desde las p�ginas del Corriere della Sera, existe una nueva apropiaci�n del legado de Pasolini que est� en t�ndem con nuestra contemporaneidad: �La distorsi�n de su marxismo-anarquismo, problem�tico y abierto, en una versi�n ante litteram de lo �pol�ticamente incorrecto��.

Hay que decir que Pasolini hab�a previsto estas consecuencias sobre su vida y obra: �Siempre en la ambig�edad, llevo a cabo una guerra en dos frentes, contra la peque�a burgues�a y contra su espejo que es ese cierto conformismo de izquierda. Y as� no contento a nadie, me peleo con todos, quedo sujeto a relaciones complicad�simas, hechas de explicaciones continuas�.

Pasiones her�ticas: Correspondencia 1940-1975, el libro prologado por Daniel Link y traducido y seleccionado por Diego Bentivegna, contribuye a entender m�s la vida, a la vez �nica y ejemplar, de este extremista �con todos los defectos de los extremistas�, cuyo legado d�scolo habla, primeramente, de la riqueza de quien lo anima.

El volumen re�ne una ajustada selecci�n de la correspondencia pasoliniana entre el a�o fascista de 1940 y el de la muerte en la arena: es decir, desde sus comienzos como poeta dialectal que buscaba en la regi�n norte�a del Friule una lengua �m�s pura� que el italiano, hasta sus finales como director de cine internacional. El itinerario de Pasolini queda sujeto a m�s de trescientas p�ginas de cartas: doscientas cincuenta corresponden al per�odo 1940-1960 y s�lo unas cincuenta a los �ltimos quince a�os.

Y est� bien que as� sea, que la mejor parte de la antolog�a quede para los comienzos, m�s dif�ciles, m�s dolorosos. �Todo comienzo es imperfecto�, dice Hegel, y Pasolini se lo recuerda en una carta al jovenc�simo e in�dito Alberto Arbasino, donde le se�ala su falta de plasticidad. Es que, contra todo mito rom�ntico, la plasticidad se conquista, y nunca est� ganada desde la primera l�nea, sino al cabo de esfuerzos que duran a�os.

La sucesi�n de las series que propone Bentivegna est� ordenada bajo los siguientes criterios: la lengua (�lenguas, dialectos, graf�as�), la escritura, la familia (�madre, padre, el hermano�), la rabia (�discusiones, refutaciones, broncas, pol�micas�), la escucha (�m�sica, letra, lectura�), la pedagog�a, el cinemat�grafo y la religiosidad (�Cristo, la Iglesia, la religiosidad campesina, lo sagrado�). Los corresponsales, al principio italianos (grandes poetas como Franco Fortini y enormes fil�logos como Gianfranco Contini), llegan a ser cosmopolitas, de San Francisco a Mosc�.

Y ah� est�n los iconos de los �60: Allen Ginsberg, Evgenij Evtushenko, Jean-Luc Godard. Las series entrelazadas nos llevan a la �ltima carta, casi un fuera-de-serie, al novelista Alberto Moravia, sobre �Petr�leo�, la novela inconclusa e in�dita hasta 1992, celebrada por Link en el pr�logo. Se tradujeron las cartas a Sergio Citti, Luchino Visconti, Nico Naldini, Italo Calvino, Giulio Einaudi, a su querid�sma Silvana Mauri, entre otras.

Al incesante experimentar con todos los lenguajes posibles, hasta el punto de que sea imposible decidir si Pasolini era poeta o narrador o cineasta o ensayista o polemista, Pasiones her�ticas hace justicia. Y revela la unidad, si es que unidad hay que buscar: de la humillaci�n s�lo salva el trabajo.

Como escribe Pasolini en su carta a Massimo Ferretti de diciembre de 1956: �No impulsado por un maloliente romanticismo, sino por el deseo de mejorar intelectualmente... [hasta] ser plenamente y completamente hombre en la medida de lo posible. Coraje, y a trabajar�. Y todav�a m�s en la �poca que se satisface �de manera muy poco pasoliniana� en la castidad con el ser que uno adora y en el placer con los seres que uno no quiere.

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Ficha:
Pasiones her�ticas
Correspondencia 1940-1975.
Pier Paolo Pasolini.
El Cuenco de Plata
346 p�ginas
Agencia Asturiana Informal de Noticias