domingo, enero 15, 2006

Bebiendo en Obona



De la que se toma el camino que baja al monasterio el viajero reparó en unas manzanas de aspecto tentador, e ignorante hasta extremos que él mismo desconocía cayó en la tentación primigenia. Comió de la manzana del paraíso e incurrió por ello en el pecado original. Desconocer la ley no exime de su cumplimiento. Dura Lex, sed Lex. Al llegar al monasterio se percató de que si bien en el pasado, en tiempos de Adelgaster, aquello había sido un gran abrevadero de peregrinos, en la actualidad beber siquiera unos sorbos de la afamada agua del lugar resultaba cuando menos arriesgado. Optó por dar una vuelta por las ruinas y cansado de tanta flor de plástico comenzó la subida hasta la carretera.