jueves, enero 26, 2006

El ángel caído, caído



JAVIER CUERVO
¡Mira que el demonio fue un personaje para la literatura y para las homilías! Pues desde el Concilio Vaticano II se ha quedado en nada. Eso tiene que ver con la creencia. La Virgen se aparece en lugares donde se da una devoción mariana de una fibra mágica (pagana) y basta una zarza o un árbol para que tres pastorcitos o la pitonisa de un canal local de televisión se la encuentren al caer la noche y les diga cosas poco útiles.

El demonio no tiene lugares de culto y desde el Vaticano II ya no está en El Vaticano mismo, que sería el lugar adecuado para un príncipe de las tinieblas con ambición como el que nos describieron las novelas y las creencias preconciliares.

A falta de la fe de los demás es como si hubiera perdido la fe en sí mismo y ha acabado refugiándose en parroquias de Galicia, por ejemplo, y en mujeres mayores, seguramente beatas, para que el párroco de Nuestra Señora del Corpiño, José Donsión, lo expulse de manera organizada algunos martes de mes. Es así porque el párroco sí cree en el demonio y está muy atento porque está seguro de que el maligno no ha muerto, sino que sólo se hace el dormido. El diablo se manifiesta de maneras impresionantes si se quiere, pero poco prácticas: blasfemias incontenibles, convulsiones, algo parecido a eructos y una mirada vacía en aquellos a los que llena. No deja de parecer una mezcla de Alzheimer que se manifiesta con coprolalia (los cagamentos, vaya) y meteorismo (esos cuescos y regüeldos, entiéndase) muy poco práctica y muy al menudeo para la fe.

En cambio, la leyenda del diablo sigue siendo grande. El presidente de los Estados Unidos, George Bush, por ejemplo, creyó ver al diablo en Irak y haber oído a Dios decirle que fuera a echarlo con la aviación estadounidense y el apoyo de los aliados que consiguiera. No se le ocurrió llamar al cura de de Lalín, pese a su larga experiencia.

Del lado «progre» no se cree en el diablo, pero sí en su metáfora y se le ve en Wall Street o impartiendo cursillo en Davos. Hay quien cree verlo en su televisor, controlando los contenidos de las cadenas o los de internet, en resumen, en los grandes mercados financieros, en los grandes pincheos plutocráticos o en las últimas tecnologías, sin darse cuenta de que se avecinda en el interior de campesinas, de que anda de «okupa» por las parroquias rurales y que, en vez de inspirar las grandes explosiones de Nueva York, Londres, Madrid, Bagdad, se dedica a producir gases a señoras mayores que están que las lleva Dios con sus digestiones. ¿Y si el diablo está en los grelos?
Publicado en La Nueva España de hoy mismo. Buenísimo. Celebérrimo Javier Cuervo