martes, marzo 23, 2004

ESTAMPIDA


4.
Recuerdo el tiempo en el que buscábamos con fruición los movimientos sincopados y nos balanceábamos reclamando aquella libertad que hasta entonces se nos negaba. Todas las transgresiones que éramos capaces de imaginar las llevábamos a efecto con el único fin de pasarlo bien. Había cierto grado de intrepidez ya que no sabiamos como iba a reaccionar la gente, ni cuánto tiempo lo podríamos mantener funcionando.
Eran nuestos nuevos espacios culturales e intentábamos transformar la calle con la palabra.
Antón Reixa no cansaba de repetir vosotros dentistas sodes os terroristas, mari ponte quieta, e outras lindezas de groso calibre, y nosotros sólo intentábamos subirnos a aquella ola atlántica que amenazaba con ser lo más creativo de los últimos cuarenta años. Pero era tal nuestra precaridad para confeccionar un mandanga que nuestro esfuerzo era como estornudar al oído de un pensionista del parque y luego pedirle disculpas limpiándole los mocos con un kleenex. El mensaje resentido se instaló en mis sueños y allí permanece. Ahora forma parte de ese sentimiento que algunos llaman galeguidade.



El interrogatorio del hombre que salió de casa después del toque de queda comenzó hace quince días y todavía no acabó
Los investigadores hacen una pregunta cada sesenta minutos veinticuatro por día y exigen cincuenta y nueve respuestas diferentes para cada una
Es un método nuevo
Aseguran que es imposible que no esté la respuesta verdadera entre las cincuenta y nueve dadas
Y cuentan con las perspicacia del ordenador para descubrir cual de ellas sea y su ligazón con los otros
Hace quince días que el hombre no duerme ni dormirá hasta que el ordenador no diga que no necesita más o el médico que no necesita tanto
Momento en que tendrá su sueño definitivo
El hombre que salió de casa después del toque de queda no dirá por qué salió
Y los investigadores no saben que la verdad está en la sexagésima respuesta
Mientras tanto la tortura continúa hasta que el médico declare
No vale la pena