jueves, mayo 20, 2004

El elefante

El elefante

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El arma más terrible de la guerra del desprecio fue el elefante.
Porque entonces habían diseñado los ocupantes de la ciudad perseguir en los campos a las hordas asustadas de hombres que se arrastraban entre cielo y cielo.
Todos los animales del jardín zoológico fueron paralizados por la acción de mezclas químicas nunca antes vistas.
Y vivos aún abiertos sobre grandes mesas de disección vaciados de entrañas y de sangre que chorreó por hondos canales hacia el interior de la tierra donde apenas salía para ciertos baños de las prostitutas principales.
Transformados de este modo piel masa muscular y esqueleto fueron provistos los animales de poderosos mecanismos internos ligados a los huesos por circuitos electrónicos que no podían fallar.
Y estando todo esto en el cumplimiento de onda del ordenador central le fue introducido el programa de odio y la memoria de las humillaciones.
Entonces se abrieron las puertas de la ciudad y los animales salieron a destruir a los hombres.
No precisaban de dormir ni de comer y los hombres sí.
No precisaban de descanso y lo máximo que el hombre sabía era terror y fatiga.
Esa guerra fue llamada del desprecio porque ni siquiera la sangre luchaba contra la sangre.
Quedó dicho ya que el elefante era la máquina más terrible de aquella guerra.
Quien sabe tal vez porque había sido domesticado muchas veces y ridiculizado en los circos cuando hacía equilibrios con su estatura sobre una absurda bola o se levantaba de las patas traseras para saludar al público.
Mientras el mayor sabio de los ocupantes insiste en afirmar que ha de hacer reír el ordenador hipótesis que no sorprende teniendo en cuenta los hechos relatados.