martes, octubre 05, 2004

CHARLES BUKOWSKI O EL ÁCRATA SIMULADO



Linealmente tópicos, los cuentos de Bukowski reflejan, a veces, pequeños puntos de originalidad, pero sólo en un aspecto: el argumental (y no siempre). Estéticamente su única innovación consiste en introducir, en cantidades desmedidas, palabras y escenas cuyo nexo semántico es siempre la extrema sordidez, lo pornográfico, lo obsceno, lo excecrable…

Contactar con Bukowski es atenazarse el corazón sediento de belleza literaria (o de feísmo literario, es lo mismo) con una antibelleza/fealdad (que no feísmo) que ronda no solo lo grosero sino también lo inestable y lo antiliterario, que últimamente parecen estar tan de moda (postmodernidad, puede decirse). Críticos hubo que, en el ínterin de la moda, o en la depravación del gusto, o simplemente críticos de broma o críticos falsos (que, por otro lado, está lleno de ellos) alabaron en su momento algunos engendros que presumían de ácratas cuando, en el fondo, conservaban el más puro germen de la reacción y, valga la redundancia, del conservadurismo, tanto en lo literario como en otros aspectos: socio-políticos o éticos…

Socio-políticamente, si se nos permite hablar así, parece que critica pero solamente alaba a una sociedad que, según se desprende de lo más superficial de su obra, es pura basura; en el fondo él y sus personajes están a gusto en ella, bebiendo, defecando, peleándose o diciendo que leer a Bernard Shaw o a Carlos Marx es malo (¿cómo iba a ser bueno para los conformistas leer a los revolucionarios?). Pura alienación, digamos. Pretende ser progresista, ir “en contra”, ser “protestatario”, casi políticamente, de lo establecido, pero sólo en la superficialidad (Bukowski es, por tanto, extremadamente superficial), porque, en realidad, muestra la más absoluta reacción, el tradicionalismo, el conservadurismo político a la americana que, casi siempre, suele ir disfrazado de algo más “ofertable”. Y Bukowski se disfraza, en este carnaval del Norte de América, de anarquista degenerado, degradado, de viejo verde y perverso, de inconformista radical “sui generis”; pero es todo lo contrario: pretende, pues, engañarnos.

Estéticamente los mensajes que se desprenden, que no moralejas (y esto de las moralejas es de lo poco que se le puede agradecer), son infinitamente inválidos. Es la alienación, como ya hemos dicho, a la que nos atrevemos a llamar “consciente”, pero al servicio de las tradiciones reaccionarias, uno de tantos supuestos factores críticos surgidos al “establishment” burgués que suelen aparecer de tarde en tarde potenciados por ese mismo “establishment” para disimular sus propias enfermedades y para tapar las verdaderas críticas que surgen y que son aplastadas, reprimidas con una brutalidad y una violencia tanto “cultural” -permítasenos el giro- como física, por medio de fuerzas especialmente adiestradas para ello. Se le podría perdonar a nuestro autor una alienación por la alienación, que en algunos autores no solo es perdonable sino tranquilamente loable, extraordinaria a veces. Pero es que, realmente, el underground Bukowski (no el movimiento underground, que, a nuestro entender, nada tiene que ver con él) no opera en tal dirección. Resulta mucho más fuerte, incluso más underground, si a aquel período de nuestra cultura se pudiera llevar ese calificativo, el poeta latino Catulo, siglo I a.C., cuando llama guarro a un celtíbero por lavarse los dientes con orines, que Mr. Bukowski cuando describe, con nulo gusto y escasa sensibilidad, cómo en un retrete (“cagadero”, lo llama él) un individuo le afeita el vello pubiano a otro, mientras él mismo se alivia los intestinos.

Creemos que el solo hecho de describir situaciones desagradables o asquerosas, con palabras más o menos soeces, no tiene nada de crítico, ni mucho menos de interesante. Si no fuera así tendrían un excelente valor artístico-literario los textos de las revistas pornográficas que circulan, tapas negras, por el mercado de los insatisfechos. Y es que son, claramente, un producto del sistema, por y para el sistema, como Bukowski. Por eso mismo, no me hablen de crítica, ni de respuesta, ni de actitud agresiva. Háblenme, mejor, de conformismo, de alienación, de actitud conservadora.

Reseña de lectura escrita por Francisco J. Lauriño
(Rey Lagarto Núm. 3, 1989, III)