lunes, marzo 29, 2004

El Club de los Poetas y los Muertos

¡Y arderás en la hoguera del Invierno!

7.
A estas alturas merece la pena detenerse y tratar la espinosa cuestión del Club de los Poetas y los Muertos, en constante crecimiento lo que en ocasiones obliga a admitir a personas que todavía, y tras una simple exploración ocular, no están suficientemente preparadas para acreditarse como miembros de tan prestigiosa sociedad.
En seguida que preparan un fregado importante meten en la representación un vate, rodeado de víctimas, con vida a ser posible pues da más juego. Se adereza la función con diferentes aliños dependiendo de la zona y las constumbres locales. En unas ocasiones se acuña moneda, en otros se les nombra presidentes de los gabinetes de guerra; se los encarcela y se les amputan las manos; se utiliza su obra con fines humanitarios en labores de exterminio y limpieza étnica -ritmo y rima al servicio de la máquina-. Pero no hay que apurarse, todo el mundo tararea que son malos tiempos para la lírica, no hay porque temer una revuelta popular por cargarse a dos o tres bardos inútiles que no supieron ni qué decir cuando las patrullas los conducían a las zonas de seguridad.
La fama que se gana a pulso cuesta mucho para malgastarla intentando agradar al lector con historias delicadas en fina caja labrada a mano y con incrustaciones.
Todo el mundo acaba acongiéndose al mundo de la novela como tabla de salvación, con la vana ilusión de que terminen para siempre con las guerras y con los poetas, por si acaso.



El comandante de las tropas de ocupación tiene un hechicero en su estado mayor
Pero el sentido de la honra militar aunque condescendiente en otros casos siempre le impidió utilizar esos poderes sobrenaturales para ganar batallas
El hechicero apenas interviene cuando el comandante de las tropas de ocupación le apetece usar el látigo
En esas ocasiones salen ambos a los alrededores de la ciudad y puestos en un punto alto convoca el mago los poderes ocultos y por ellos reduce la ciudad al tamaño de un cuerpo humano
Entonces el comandante de las tropas de ocupación hace estallar tres veces la punta para habituar el brazo y a continuación latiguea la ciudad hasta cansarse
El hechicero que entretanto asistirá respetuosamente alejado apela a los poderes ocultos contrarios y la ciudad vuelve a su tamaño natural
Siempre que sucede esto los habitantes al encontrarse en las calles se preguntan unos a los otros qué señales son aquellas de latigazos en la cara
Estando tan seguros de que nadie les latigueó ni tal consentirían