domingo, abril 18, 2004

Bebiendo en Obona


10.
De la que se toma el camino que baja al monasterio el viajero reparó en unas manzanas de aspecto tentador, e ignorante hasta extremos que él mismo desconocía cayó en la tentación primigenia. Comió de la manzana del paraíso e incurrió por ello en el pecado original. Desconocer la ley no exime de su cumplimiento. Dura Lex, sed Lex. Al llegar al monasterio se percató de que si bien en el pasado, en tiempos de Adelgaster, aquello había sido un gran abrevadero de peregrinos, en la actualidad beber siquiera unos sorbos de la afamada agua del lugar resultaba cuando menos arriesgado. Optó por dar una vuelta por las ruinas y cansado de tanta flor de plástico comenzó la subida hasta la carretera.



Ciertos hombres aunque no adaptados morfológicamente pasaron a vivir debajo del suelo
Utilizaron la técnica del topo a cielo cerrado por sufrir de limitaciones físicas semejantes
Y es verdad que con el tiempo desarrollaron las uñas en largura y resistencia
Nunca pudieron cavar galerías profundas
Les costaría probablemente distanciarse del sol
Caso en el que tendría mucha más razón que el topo que es ciego o casi y el hombre no aunque en ese sentido haya hecho algunos progresos
Por eso es fácil descubrir los túneles cavados por estos hombres que se apartan del mundo exterior
Con la preocupación de romper camino tan cerca de la luz estallan la costra de la tierra y son como los avestruces que se suponen escondidos
Los perseguidores ni siquiera dudan entre los dos extremos del túnel como se podría dudar delante del riego hecho en la arena por aquellos bivalvos de agua dulce que creen en el destino
Porque donde la tierra esté más fresca allí estará agitándose lo oculto
Una lanza clavada levemente o una estaca traspasarán por la costillas al hombre de uñas largas y coraje escaso
Buena celada sería sin embargo la galería cavada en la superficie
Si los hombres que así escogieron vivir comprendiesen que tienen que cavar para abajo y hondo un pozo antes que vengan la lanza y la estaca
Para que el perseguidor muera enterrado en el preciso momento en que iría a matar y para que comiencen a igualarse las pérdidas
En nombre de la simple y necesaria justicia