jueves, abril 08, 2004

PSIQUIATRÍA DILUIDA


8.
Me duelen los mios como nunca. Son descargas que se hacen insoportables. Miro los folletos de un viaje a Nueva York y el nombre de un hotel me narcotiza, el hotel Madison. Sentado simplemente en la agencia de viajes con un panfleto publicitario entre las manos. En el nuevo concepto de psiquiatría diluida todos participamos en un docudrama coral y callejero.
Los reflejos del papel couché me ciegan y el problema se queda varado a la vuelta de la esquina, magnéticamente colgado de un semáforo.


Está determinado que hoy se librará una gran batalla y no obstante el número de muertos previsto así se hará
Nunca la certeza de los muertos evitó una guerra mucho menos en 1993 cuando los escrúpulos no son prisión e impedimento
No los tienen los perseguidores a los perseguidos se aconseja que no los tengan
Solo al final de la batalla el cómo se va a saber porque el recuento de los muertos será contra la costumbre repartida por los dos campos
Apenas porque el odio entró al fin en el cuerpo de las mujeres
Está escrito que estando muertos los hombres perseguidos los perseguidores las han de violar conforme mandan las inmemoriales reglas de la guerra
Todo esto ya sucedió infinitas veces tantas que no se debe decir violación por el contrario entrega
Por eso la larga hilera de las mujeres echadas espera con indiferencia que es simulada la penetración de los perseguidores
Ellas mismas levantan las ropas y ofrecen a la luz del sol y a los ojos las vulvas húmedas
Silenciosamente soportan el asalto y abren los brazos a la vez que la rabia corre por la sangre hacia el centro del cuerpo
Hay un último momento en que el perseguidor todavía podría retirarse
Mas luego es tarde y en el exacto instante en que el espasmo militarmente iría a deflagrar
Con un estallido seco y definitivo los dientes que el odio hiciera nacer en las vulvas frenéticas
Cercenan los penes del ejército perseguidor que las vaginas escupen fuera con el mismo desprecio con el que los hombres perseguidos habían sido degollados
Una sola mujer sin embargo mientras las otras celebran la justa victoria retira suavemente el miembro amputado que todavía tuviera tiempo de eyacular
Y levantada comprime el sexo con las manos y se aleja por la planicie en la dirección de las montañas

In Memóriam de Julio A. Parrado y de Pepe Couso. También de todos los periodistas muertos en el desempeño de sus labores y de los que nunca tendremos noticia porque son perdedores.