Ciges Aparicio. Una Visión de Mieres
El escritor valenciano se trasladó a Mieres para informar sobre la represión que siguió a la «Huelgona» de 1906 y retrató la sociedad local en «Los vencedores» Yo no sé si la clase de literatura que quiero firmar es ésta, pero la vida me está convirtiendo en testigo de unos acontecimientos que me siento obligado a escribir para que no se olviden, y así debo dejar apartados otros proyectos más ambiciosos. España está llena de injusticias y es necesario que cada uno de nosotros colabore con lo que pueda para regenerar la situación. Soy escritor y periodista y a veces me cuesta diferenciar lo uno de lo otro porque todo debe ir destinado a la información del lector, aunque las crónicas de los diarios envejecen pronto mientras que los relatos más largos permanecen en el tiempo; por eso me gusta convertir mis recuerdos en novelas. Cuando el periódico «España Nueva» me propuso ir hasta Asturias en 1907 para cubrir la situación que se estaba viviendo tras el fin de una huelga minera, me encontraba ultimando la serie de cuatro narraciones autobiográficas sobre la cárcel cubana de La Cabaña. Estuve encerrado en ella siendo soldado con la acusación de rebelión militar por criticar la actitud de los mandos coloniales en la isla. También acababa de publicar «El vicario», una obra en la que trato de narrar la miseria y la pobreza de nuestras zonas rurales. Así que la idea de cambiar de ambiente y conocer el mundo de la industria me pareció buena. Y fue verdad que lo que encontré en Mieres era diferente a todo. Nunca había visto un lugar tan lleno de recelos e intrigas, todos desconfiaban de todos y el miedo a perder el trabajo hacía que se viviese en un ambiente cerrado y hostil. Después de buscar una habitación -lo que no fue sencillo- la labor más difícil fue que alguien quisiese contarme lo que estaba sucediendo. Así supe que todo había comenzado el 7 de febrero de 1906 cuando los obreros afectados por una reducción de salarios decidieron abandonar el trabajo en una mina de la omnipresente Fábrica de Mieres, llamada Baltasara, y que desde allí el conflicto se fue extendiendo a los demás pozos. Según me explicaron, lo excepcional de la situación vino por la duración del paro que sobrepasó los dos meses llevando el hambre a los hogares que vivían al día. Entonces se vio quién era cada cual: unos resistieron como pudieron, formando incluso piquetes para impedir la entrada al tajo de los demás, mientras otros, controlados por un llamado «gabinete negro», se infiltraban en las reuniones elaborando listas de revoltosos que luego entregaban a la empresa. Yo acabé sufriendo en mis carnes los métodos de aquel «gabinete», que aún funcionaba cuando llegué y a quienes lógicamente no les gustaban los artículos que se fueron publicando desde Madrid y después de varias amenazas tuve que abandonar el pueblo; pero para entonces ya tenía todo el material que precisaba. La sociedad de Mieres es un reflejo de lo que ocurre en otras zonas industriales de Europa: hay una masa de obreros que malvive enriqueciendo a unos pocos y perdiendo las pocas fuerzas que les deja el trabajo en las tabernas mientras a su lado un pequeño grupo de personajes lo controlan todo como verdaderos caciques. La Fábrica es propiedad de la familia Gilhou desde que la compró, cuando era un negocio ruinoso, el abuelo de los dueños actuales, un judío francés que llegó a España negociando en lanas. Luego su hijo se hizo protestante y se casó con una católica, ahora los descendientes no creen en nada aunque viven rodeados de curas y frailes. Junto a ellos, otros personajes conocidos como el presidente del consejo de administración, don Alejandro Pidal, o el conde de Guadalhorce, fomentan esta situación de la que obtienen grandes fortunas. La otra gran empresa del concejo es la Hullera Española, que está en Bustiello, donde todo funciona como se le ocurre al segundo marqués de Comillas, que va para santo, pero que quiere llevar con él al cielo a todos sus trabajadores. Su padre hizo un imperio comercial llevando esclavos a Cuba y él es amigo del mismísimo Rey y uno de los hombres más ricos del país. En su coto el poder del clero es absoluto y se intenta desarrollar un modelo de relación social que algunos llaman «paternalismo» y en el que el amo es considerado más como padre que como patrón. Precisamente en estos meses ha traído a los hermanos de las Escuelas Cristianas para que se encarguen de la enseñanza de los hijos de los mineros y a las Hijas de la Caridad para llevar el sanatorio de la empresa, construido en 1902. Mientras tanto, en todo el concejo las asociaciones obreras permanecen cerradas y se ha dejado de financiar a las escuelas obreras. En el otro lado, tras la huelga, las organizaciones que empezaban a crear los trabajadores han desaparecido. Algunos se han vuelto a sus provincias de origen y otros, como Manuel Llaneza, un joven socialista, que ya tenía alguna fama, han tenido que exiliarse en Francia. Ahora, por fin he logrado que la novela en la cuento todo esto, «Los vencedores», esté en la calle. El editor Pérez de Villavicencio ha accedido a publicarla y acaba de salir en Madrid; quiero pensar que cuando la lean los mierenses vean en ella el retrato de esta época negra que debe dejar de serlo. Yo, sinceramente, ahora que voy conociendo otras esquinas de España, veo por delante un siglo lleno de violencia. --------------------------------------------------------------------- Manuel Ciges Aparicio nació en Enguera (Valencia) el 14 de enero de 1873 y falleció en Ávila en agosto de 1936 cuando era el gobernador civil de aquella provincia. Escritor de numerosas novelas y trabajos históricos, entre ellos una biografía de Joaquín Costa, se trasladó a Mieres para informar acerca de la represión que siguió a la «Huelgona» de 1906 y tras residir aquí unos meses escribió la novela «Los vencedores» en la que retrata la vida de las diferentes clases sociales de la villa en estos años. La implacable crítica que se hace en sus páginas a la familia Gilhou, propietaria de la Fábrica de Mieres en cuyas minas se había desarrollado el conflicto, determinó que fuese perseguido y amenazado por el llamado «gabinete negro» hasta que tuvo que abandonar la región. «Los vencedores» se publicó en 1908 y todos los ejemplares que llegaron a Asturias fueron adquiridos por los dueños de la Fábrica. Dos años más tarde vería la luz «Los vencidos», donde el autor retrataba la vida en otras dos cuencas mineras: Río Tinto y Almacén. Amigo personal de Manuel Azaña, durante la II República Ciges Aparicio fue gobernador civil de Baleares y después de Ávila, donde fue fusilado al comienzo de la guerra civil. Otras obras suyas son «España bajo la dinastía de los Borbones», «La romería», «El juez que perdió la conciencia», «Circe y el poeta» y «Los caimanes». La reedición de «Los vencedores» es una deuda histórica para la cultura mierense. Este artículo pertenece a Ernesto Burgos y aparece publicado en el diario "La Nueva España" en su edición del Lunes 30 de agosto de 2004. En el intento de rescatar del olvido a determinados autores POPNOX no duda en colaborar a la extensión masiva de todos los trabajos que tengan idéntico propósito. |