domingo, mayo 30, 2004

La luz del sol robada

La luz del sol robada



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Muy cerca del lugar escogido para el nuevo campamento las cuatro mujeres que transportaban el fuego gritaron de desesperación.
Nadie había muerto súbitamente nadie había sido alzado por los aires por las águilas mecánicas que los ocupantes lanzaban sobre los bandos fugitivos.
Pero al apagarse el fuego sucedió la desgracia más temida de todas porque con ella llegaría el tiempo del pavor sin remedio de la negrura gélida de la soledad.
Y la mitad de la horda sucumbiría con seguridad en la tentativa de arrancar una nueva lumbre en las ciudades ocupadas si tuviesen coraje para tanto.
Se reunieron alrededor de las cenizas y allí mismo el jefe fue depuesto y las cuatro mujeres apedreadas pero no hasta la muerte.
Porque los perseguidos estaban tan seguros de morir que respetaban la vida y probablemente por eso morían con tanta facilidad.
Así comenzó aquella primera noche de oscuridad con toda la banda amasada en un nudo de sombra bajo el pálido y distante lucero de las estrellas.
Como siempre hacían al finalizar el día se contaron y supieron que faltaba uno.
Y cuando a pesar de su enorme miseria volvieron a lamentarse por este poco un niño dijo que había visto alejarse en dirección al puente a un hombre de la tribu y que eso fue después de apagarse el fuego.
La noche fue como un lastre de lodo porque las estrellas estaban lejos y ardían fríamente.
Y el día siguiente nació y pasó sin que se moviesen de allí comieron durmieron y algunos juntaron los sexos para no tener tanto miedo.
Otra noche se levantó de tierra y vieron los lobos mecánicos que se llevaron consigo arrastras los diez hombres más fuertes.
Sólo se alejaron cuando el sol comenzó a aparecer y aullaron de lejos con sus gargantas de hierro mientras de las heridas de los muertos goteaba la sangre.
Entonces sobre el disco rojo vieron los hombres y las mujeres sobrevivientes un punto negro que aumentaba y barruntaban que el propio sol se iba a apagar.
Hasta el momento en que distinguieron al hombre que corría hacia ellos el compañero que los había dejado hacía dos noches y que en ese hombre había también un punto luminoso.
Una antorcha que traía en el brazo levantado y que era la propia mano ardiendo de la luz del sol robada.


IN MEMORIAM ALLEN COHEN, POETA.

jueves, mayo 20, 2004

El elefante

El elefante

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El arma más terrible de la guerra del desprecio fue el elefante.
Porque entonces habían diseñado los ocupantes de la ciudad perseguir en los campos a las hordas asustadas de hombres que se arrastraban entre cielo y cielo.
Todos los animales del jardín zoológico fueron paralizados por la acción de mezclas químicas nunca antes vistas.
Y vivos aún abiertos sobre grandes mesas de disección vaciados de entrañas y de sangre que chorreó por hondos canales hacia el interior de la tierra donde apenas salía para ciertos baños de las prostitutas principales.
Transformados de este modo piel masa muscular y esqueleto fueron provistos los animales de poderosos mecanismos internos ligados a los huesos por circuitos electrónicos que no podían fallar.
Y estando todo esto en el cumplimiento de onda del ordenador central le fue introducido el programa de odio y la memoria de las humillaciones.
Entonces se abrieron las puertas de la ciudad y los animales salieron a destruir a los hombres.
No precisaban de dormir ni de comer y los hombres sí.
No precisaban de descanso y lo máximo que el hombre sabía era terror y fatiga.
Esa guerra fue llamada del desprecio porque ni siquiera la sangre luchaba contra la sangre.
Quedó dicho ya que el elefante era la máquina más terrible de aquella guerra.
Quien sabe tal vez porque había sido domesticado muchas veces y ridiculizado en los circos cuando hacía equilibrios con su estatura sobre una absurda bola o se levantaba de las patas traseras para saludar al público.
Mientras el mayor sabio de los ocupantes insiste en afirmar que ha de hacer reír el ordenador hipótesis que no sorprende teniendo en cuenta los hechos relatados.

sábado, mayo 15, 2004

Hoxe a brincadeira acabó no chao



Dentro de Lo demás es silencio (la vida y la obra de Eduardo Torres),
aparece recogido el relato titulado Decálogo del Escritor que figura en el índice en la Segunda Parte: Selectas de Eduardo Torres. En realidad son doce los mandamientos tratados. A pie de página se hace referencia a su publicación original en el número 404 de la revista Siempre! dentro del suplemento La Cultura en México y se recogen datos esclarecedores acerca del decálogo que debe tener en cuenta el escritor.

Todo esto lo leí en CUENTOS, FÁBULAS Y LO DE MÁS ES SILENCIO MONTERROSO editado en ALFAGUARA EN 1996


In Memoriam. Augusto Monterroso, escritor guatemalteco.

Verano del 66. El Japón

Verano del 66. El Japón

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Con mi guitarra eléctrica esperaba cautivar al fotógrafo y sacar de cuadro al mocoso de Ulises que acababa de irrumpir aquel invierno en mi vida para joderme. Pero no lo conseguí. Hacía calor y mi abuela no tardó en volver a mi. Of course.



Podía haber sucedido a cualquier hora del día
Cuando debajo del sol la horda se deslizase sobre la rasa y dura planicie
O cuando la penumbra miserable hiciese desear una lenta disolución en el espacio.
Más fue de noche en la negrura angustiosa de la caverna allá donde sólo el ojo rojo de las brasas tenía pena de los hombres
Donde el dolor de los cuerpos humillados de gases de sudor de descargas de semen
Y donde interminables vigilias se resolvían en suicidios
Que de pronto un hombre descubrió que no sabía leer.
En vano recordaba las letras en vano las diseñaba el mismo en la memoria
Eran rasguños ciegos en la oscuridad de Marte Mercurio o Plutón o incluso la escritura del sistema planetario de Betelgeuse.
Nada que fuese humano y fraterno nada que tuviese el gusto común del pan y la sal.
Cuando el sol nació y la horda salió al aire libre y al mundo prisionero
El hombre se sentó en el suelo doblado como un feto.
Y prometió morir sin resistencia si la lepra que le nació durante la noche no fuese nunca descubierta por los compañeros que tal vez todavía supiesen leer.




miércoles, mayo 12, 2004

Recuerdo de "ESTA NOCHE: La Cantante Melenuda"

ESTA NOCHE: La Cantante Melenuda.
CON UN POCO DE AYUDA DE MIS AMIGOS.
CADA COSA
TODOS
QUISIERA QUE TÚ
Y LA PRESENCIA DE LOS ÁRBOLES NEGROS
INQUIRIENDO PRETENCIOSOS
AL FIRMAMENTO.
EL REMANSO REFLEJO DE LOS FOCOS (DESTELLOS)
DERRAMA LA PAZ QUE NOS ESPERA
Y PENETRA
Y FORMAMOS CON ELLA UNA COMISURA
INDESCIFRABLE
COMO EL TOQUE DE LAS PIEDRAS.
LOS FUEGOS, LOS PECES
Y ESAS TRIPAS FORRADAS QUE TENEMOS AHÍ
REBOSANDO LAS MESAS, SALIÉNDOSE DE MADRE
A CADA INSTANTE.
ENTRE TANTO
AYUDADME A BEBER
ESTA TAZA DE CAFÉ QUE NO
ES
MI
SANGRE.

Barlovento


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Todos los vientos del mundo caben en una caja y sin embargo el mundo entero es incapaz de contenerlos.



Pero no debemos olvidar el mar que es el principio y el fin de todas las cosas
Es cierto que en los días de 1993 pocas personas todavía serán capaces de imaginar los primeros tiempos del mundo
Cuando ningún animal recorría la tierra o volaba sobre ella
Cuando nada que mereciese el nombre de planta rompía el suelo inestable
Entonces la enorme caldera del mar elaboraba la alquimia de la piedra filosofal que todo lo convertía en vida y alguna cosa en oro
También por aquellos días de 1993 el futuro más allá del futuro
Parecía imposible.
Cuando el mar cubra los continentes gastados y la tierra relumbre
En el espacio como un espejo helado.
Y otra vez ninguna planta a no ser las algas marinas ningún animal
A no ser los más pesados y ya moribundos peces.
Ahora los hombres apenas buscan el mar para lamentarse
Delante de la gran voz de las olas.
Y puestos de hinojos en línea con los brazos abiertos
Recibiendo en el rostro el azote del viento y de la espuma
Gritan ensordecidos por el estrépito de la miseria extrema
Que por ahora los dispersa por la tierra.
Y cuando al fin se callan asombrados por el pavor que son capaces
De soportar.
El mar súbitamente se aquieta y un lento murmullo de un lado y otro reconsidera los hechos
Que ciertamente no excluyen una mar renovada y un coraje a la medida del tiempo que pasó desde la primera de todas las muertes.
Sin lo que no sería posible juntarse otra vez los hombres y subir el acantilado camino de la tierra ocupada.



domingo, mayo 09, 2004

Rosa de los vientos


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No hay poética posible en la destrucción y el caos.



En los cuatro puntos cardinales los vigías defienden el sueño cansado de la tribu o rebaño de gente que vaga por los campos
Un hombre al norte una mujer al sur otro hombre a oriente y a occidente la segunda mujer
Están sentados de piernas cruzadas atentos a todas las sombras y gritan cuando hay peligro
Pero porque los perseguidores odian atacar en la oscuridad la noche discurre muchas veces en una calma apenas fría
Al amanecer la tribu revive y se divide en cuatro grupos conforme a los puntos cardinales y va a agradecer a los vigías la vida conservada
Después el hombre del norte y la mujer del sur el hombre del oriente y la mujer del occidente juntan los sexos porque así fue decidido que debería suceder todas las mañanas
Mientras dura la unión cantan alrededor la única canción feliz que no olvidaron
El sol se levanta sobre los cuatro cuerpos desnudos que son la esperanza inconsciente de la tribu
Entre tanto se enciende la primera hoguera y el humo azul de la leña sube para el cielo


lunes, mayo 03, 2004

Rumores del Este


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Cielos limpiamente arrastrados
por los vientos.
Coches que se arremolinan
en los cruces. Un cautivo
espera a la hora señalada,
en el lugar indicado.
Una bolsa de papel
rebota sobre el piso alquitranado.
Murmullos de gente sentada.
Brisas en las casas, arboledas
entrechocando sus ramas.
Fragmentos de música electíficada
zigzaguean entre los edificios.
Llegan rumores del Este
que despejan la noche
y apuntan de nuevo en las esquinas
el aire gélido del porvenir.




Todo el sistema penitenciario fue reformado por el ocupante incluyendo los propios edificios
Se acabaron los calabozos subterráneos las mazmorras las celdas oscuras las empalizadas los muros altos los espigones de hierro
En el lugar de los antiguos penales se construyeron edificios de seis pisos todos de vidrio transparente
Los únicos elementos opacos son los jergones y las cerraduras de las puertas
Cada prisión tiene centenas de celdas de forma hexagonal como cubículo de colmena
Todo aquello que un preso hace lo tiene que hacer a la vista de los otros presos de los guardias y de la ciudad sin espectáculos públicos
En la más importante ocupación que es la de pensar nadie repara
Más consonante con los gustos no faltan espectadores para los actos de comer defecar masturbar con perdón de ojos delicados
O para las sesiones de interrogatorio y de tortura que se practican a la luz del día
Como prueba de que el nuevo sistema penitenciario acepta la observación libre y se ofrece al testimonio general las paredes sólo se vuelven opacas cuando todos los presos duermen y no hay nada más que ver