martes, marzo 30, 2004

ASOCIACIÓN CULTURAL "CAUCE DEL NALÓN": JORNADAS SOBRE LA ORDENACIÓN DEL TERRITORIO PARA EL FUTURO DEL VALLE DEL NALÓN


La tercera mesa redonda se celebrará el próximo Viernes día 2 de Abril a las 20'00 horas en la Casa de la Cultura de El Entrego.
Intervendrán:
-Ignacio Fernández Vázquez, alcalde de San Martín del Rey Aurelio
-José Marciano Barreñada Bazán, alcalde de Laviana
-Arturo Gutiérrez Terán, arquitecto
Presenta:
-Tomás Fernández Antuña, miembro de Cauce

lunes, marzo 29, 2004

El Club de los Poetas y los Muertos

¡Y arderás en la hoguera del Invierno!

7.
A estas alturas merece la pena detenerse y tratar la espinosa cuestión del Club de los Poetas y los Muertos, en constante crecimiento lo que en ocasiones obliga a admitir a personas que todavía, y tras una simple exploración ocular, no están suficientemente preparadas para acreditarse como miembros de tan prestigiosa sociedad.
En seguida que preparan un fregado importante meten en la representación un vate, rodeado de víctimas, con vida a ser posible pues da más juego. Se adereza la función con diferentes aliños dependiendo de la zona y las constumbres locales. En unas ocasiones se acuña moneda, en otros se les nombra presidentes de los gabinetes de guerra; se los encarcela y se les amputan las manos; se utiliza su obra con fines humanitarios en labores de exterminio y limpieza étnica -ritmo y rima al servicio de la máquina-. Pero no hay que apurarse, todo el mundo tararea que son malos tiempos para la lírica, no hay porque temer una revuelta popular por cargarse a dos o tres bardos inútiles que no supieron ni qué decir cuando las patrullas los conducían a las zonas de seguridad.
La fama que se gana a pulso cuesta mucho para malgastarla intentando agradar al lector con historias delicadas en fina caja labrada a mano y con incrustaciones.
Todo el mundo acaba acongiéndose al mundo de la novela como tabla de salvación, con la vana ilusión de que terminen para siempre con las guerras y con los poetas, por si acaso.



El comandante de las tropas de ocupación tiene un hechicero en su estado mayor
Pero el sentido de la honra militar aunque condescendiente en otros casos siempre le impidió utilizar esos poderes sobrenaturales para ganar batallas
El hechicero apenas interviene cuando el comandante de las tropas de ocupación le apetece usar el látigo
En esas ocasiones salen ambos a los alrededores de la ciudad y puestos en un punto alto convoca el mago los poderes ocultos y por ellos reduce la ciudad al tamaño de un cuerpo humano
Entonces el comandante de las tropas de ocupación hace estallar tres veces la punta para habituar el brazo y a continuación latiguea la ciudad hasta cansarse
El hechicero que entretanto asistirá respetuosamente alejado apela a los poderes ocultos contrarios y la ciudad vuelve a su tamaño natural
Siempre que sucede esto los habitantes al encontrarse en las calles se preguntan unos a los otros qué señales son aquellas de latigazos en la cara
Estando tan seguros de que nadie les latigueó ni tal consentirían


viernes, marzo 26, 2004

Obsesión iconoclasta


6.
Sigo adormecido contra los cristales traseros del automóvil. Al despertar descubro el rock'n'roll de las gasolineras. Mi lengua pastosa no descansa, tengo que echar un cigarro y tomar un café. El contador dispara frenético su chorro. Se enciende la máquina del hielo mientras frena un camión. Vuelvo a cerrar los ojos entre cimbreantes acordes de guitarras eléctricas. Las ideas resbalan sobre cristalinas pantallas suaves, uniformes, traslúcidas sobre tonos verde y azules, miles y miles de granos sobre el sucio suelo del asiento trasero del coche. La velocidad entrevista por la ventana me agita y me aferro al sueño para seguir viviendo.




Ningún lugar es suficientemente bello en la tierra para que desde otro lugar nos desplacemos a él
Pero una razón habrá para que a todas las horas del día vengan andando grupos de personas en la dirección de la calle de las estatuas
Sobran los callejeros y los mapas una vez que todos los caminos vienen a dar a esta calle y no a Roma donde todavía hoy no faltan las estatuas más ninguna que a éstas se compare
No es difícil llegar basta mirar el suelo y seguir siempre por los caminos mas pisados también reconocibles por las dos estelas de excrementos que los bordean
El sol los reseca rápidamente y si la lluvia los deshace nunca tanto que restituya al suelo a una virginidad común
El hombre aprendió por fin a orientarse sin brújula le sobra con pasar por donde otro hombre pasó antes
Las personas van conversando numerosamente y de vez en cuando una se separa del grupo y se agacha al lado
Mientras los otros se alejan atrasando el paso para que no se quede atrás aquél que señalara el camino
Pasado el último horizonte está la calle de las estatuas
Ningún excremento en las inmediaciones
Hete aquí que cincuenta estatuas de cada lado increíblemente blancas a las que los juegos de las luces y de las sombras alternas hacen mover los miembros y las facciones
Muestran a quien pasa viniendo de lejos como podrían haber sido los hombres
Pues hay motivos para pensar que nunca fueron así


A mayor gloria de mister LOU REED!

miércoles, marzo 24, 2004

VIAJEM A LISBOA


5.
El día que los milicianos serbios comenzaron a retirar las piezas de artillería que asediaban Sarajevo y replegarse a posiciones más retrasadas empecé a sentir el peso de la guerra. Una vez más comienza el largo camino de la retirada. Viajé a Lisboa con el impetu entumecido, ahíto de rutina, y a los dos días recuperé el gusto por las cosas, por el callejeo diurno. Las pantallas se trasladan a las ruas y lo voy grabando todo para un documental. La vieja Lisboa estaba electoralmente vacía y de férias, una campaña muy parca en medios, muy sosa. Los eléctricos lentos y atestados de italianos están asistiendo a su velatorio con sus familiares, una especie de nova ave del paraíso que transita desde el confort del aire acondicionado por la rede dos carris. La Cámara Municipal restaura la estatua del Marqués de Pombal dentro de una estructura rascacielista que rompe la foto que todos nos sacamos. De vuelta al hotel unos cabos primeros dan un golpe de estado en Sao Tomé e Principe que dura cuarentayocho horas. Me alojo a espaldas de la mezquita de Lisboa, en Seteríos, en la calle se sitúan cinco iglesias de otras tantas confesiones. Espero el buc cada mañana con ansiedad, tanta espiritualidad concentrada en tan pocos metros cuadrados me incomoda, me desasosiega. Prefiero el aire que dejan los taxis bajando por la Avenidad da Liberdade camino de Restauradores. Los techos empiezan a bajar y la ciudad vuelve por momentos al tiempo del que nunca podrá escapar.



La ciudad que los hombres dejaron de habitar está ahora sitiada por ellos
No debe pasar inadvertida la exageración que hay en la palabra sitiada
Como exageración habría en la palabra cercada u otra cualquiera sinónima sin querer levantar la polémica de la sinonimia perfecta
Los hombres están apenas alrededor de la ciudad tan incapaces de entrar en ella como de alejarse mucho definitivamente
Son como polillas de la noche atraídas no por las luces de la ciudad que hace mucho se apagaron
Mas por el perfil desarticulado de los tejados y los penachos y también por la red impalpable de las antenas de televisión
De día una enorme ausencia guarda las puertas de la ciudad
Y las calles tienen aquel exceso de silencio que hay en lo que fue habitado y ahora no
En la ciudad apenas viven los lobos
De este modo se invirtió el orden natural de las cosas están los hombres fuera y los lobos dentro
Nada sucede antes de la noche
Entonces salen los lobos a cazar a los hombres y siempre apañan alguno
Que entra al fin en la ciudad dejando por donde pasa un reguero de sangre
Allí donde en tiempos más felices combinara con parientes y amigos almuerzos intrigas calumnias
Y cacerías de lobos

martes, marzo 23, 2004

ESTAMPIDA


4.
Recuerdo el tiempo en el que buscábamos con fruición los movimientos sincopados y nos balanceábamos reclamando aquella libertad que hasta entonces se nos negaba. Todas las transgresiones que éramos capaces de imaginar las llevábamos a efecto con el único fin de pasarlo bien. Había cierto grado de intrepidez ya que no sabiamos como iba a reaccionar la gente, ni cuánto tiempo lo podríamos mantener funcionando.
Eran nuestos nuevos espacios culturales e intentábamos transformar la calle con la palabra.
Antón Reixa no cansaba de repetir vosotros dentistas sodes os terroristas, mari ponte quieta, e outras lindezas de groso calibre, y nosotros sólo intentábamos subirnos a aquella ola atlántica que amenazaba con ser lo más creativo de los últimos cuarenta años. Pero era tal nuestra precaridad para confeccionar un mandanga que nuestro esfuerzo era como estornudar al oído de un pensionista del parque y luego pedirle disculpas limpiándole los mocos con un kleenex. El mensaje resentido se instaló en mis sueños y allí permanece. Ahora forma parte de ese sentimiento que algunos llaman galeguidade.



El interrogatorio del hombre que salió de casa después del toque de queda comenzó hace quince días y todavía no acabó
Los investigadores hacen una pregunta cada sesenta minutos veinticuatro por día y exigen cincuenta y nueve respuestas diferentes para cada una
Es un método nuevo
Aseguran que es imposible que no esté la respuesta verdadera entre las cincuenta y nueve dadas
Y cuentan con las perspicacia del ordenador para descubrir cual de ellas sea y su ligazón con los otros
Hace quince días que el hombre no duerme ni dormirá hasta que el ordenador no diga que no necesita más o el médico que no necesita tanto
Momento en que tendrá su sueño definitivo
El hombre que salió de casa después del toque de queda no dirá por qué salió
Y los investigadores no saben que la verdad está en la sexagésima respuesta
Mientras tanto la tortura continúa hasta que el médico declare
No vale la pena



viernes, marzo 19, 2004

La hora azul


3.

Siempre tienen que salir a colación los funcionarios. Aunque intentes cambiar de nombre y busques nuevas identidades siempre se cruzan funcionarios en tu camino, ¿qué eres tú sino un funcionario?. Regreso a Saramago y a lo que malogré en otros momentos, Héroe Veloz: Nada que ver con la imagen que se había formado de él en sus escasas conversaciones telefónicas, el gesto adusto y la bilis que se adivinaba rezumando por los intersticios más recónditos de su alma rompían con aquella dulzura percibida en las charlas y con el porte adjudicado en ese momento. Lo cierto era que el señor Segrob mantenía una postura distante y fría tras una enorme mesa de caoba repleta de libros y papeles milimétricamente situados. Ella se encontraba sumida en la más profunda decepción. Incómoda. Todo lo que se había imaginado de un plumazo desapareció. Hundida en el amplio sillón de piel la turbaba el desamparo ante aquel extraño que la escrutaba con lascivia no reprimida. Quería salir huyendo y él le ofrecía una copa demorando así su contemplación. Al declinar el ofrecimiento el recordó una importante cita de negocios y la volvió a citar para otro día. Agradeció salir de aquel despacho. Abandonó el Distrito Federal al atardecer en una hora azul que le pegó contra el cristal del cercanías. Las nubes parecían ir dejándose caer con suavidad y murmuró –cabrón.-. Llegó a casa abatida y llorando, la noche la pilló desnuda y desarmada. El aura que ella le otorgaba antes, emanaba de la fama que se había labrado entre sus amigos, ¿realmente seguirían siendo sus amigos?. Lembrar-os de mim.

El elevador dejó de funcionar no se sabe cuando mas la escalera todavía sirve
Lo que está para arriba no importa del suelo raso al piso vigésimo es señorío del viento y de las pocas aves que sobrevivieron
A pesar de que se afirme que en uno de los miles de compartimentos del edificio todavía no paró una mujer el gemido más largo de la historia
Y también se dice que en otro de los compartimentos un hombre aguarda a que le crezcan las uñas lo suficiente
Para espetándoselas en los ojos llegar con ellas cóncavo del otro lado del cráneo hasta hacer callar por ventura el gemido invisible y abrir nuevos ojos para un mundo anterior a éste
Mas el camino hacia abajo menos uno menos dos menos tres dichas cavas o subterráneos o cajas fuertes
Entre el primero y el segundo el elevador muestra lo que falta del continuo y del director principal
Aunque no sea posible distinguir uno de otro ni preguntando
Por si acaso quedarán todas las puertas abiertas o tuvieran fuerzas para abrirse en el último momento que les quedara para eso
Razón por la que podemos percibir sin necesidad de una mejor lección la diferencia entre riqueza mobiliaria y riqueza inmobiliaria
Por los corredores y salas reforzadas consonantes las corrientes de aire las notas vuelan con aquel rumor que hacen las hojas secas cuando rozan unas en las otras
Mientras los lingotes de oro brillan sobre una luz que misteriosamente no se apagó
Como una especie de putrefacción fosforescente y venenosa



lunes, marzo 15, 2004

AGENCIA ASTURIANA INFORMAL DE NOTICIAS (AGAIN)

PANORAMA TEATRALPANORAMA TEATRAL

El Viernes día 19 de marzo a las 20’15 horas, la compañía “Higiénico Papel” pondrá en escena “En clave de monólogo”. Espectáculo multilingüe porque participan: Pilar Murillo, José Rico, Adolfo Camilo Díaz, Jorge Moreno, Eladio de Pablo y Roberto Corte, bajo la dirección de Laura Iglesia. La cita tendrá lugar en el Teatro Palacio Valdés de Avilés.

El sábado día 20 de marzo a las 19’00 horas, el grupo “Barataria Teatro” pondrá en escena la obra “Hasta que la boda nos separe” con la que su autor Roberto Lumbreras alcanzó el Alejandro Casona 2001. La convocatoria es en el Teatro de Sanmartín en El Entrego.

El viernes 26 de marzo a las 20’15 horas, Vania, Portía Viñs y Pla.Tea Social presentan SUPER-RAWAL Suburbio de Eric Bogosian una adaptación de Marc Martínez y Miguel Casamayor, en el T eatro Palacio Valdés de Avilés.




jueves, marzo 11, 2004




Llega la noche


La oscuridad nos envuelve
e intenta ahogar nuestro grito aullido
de dolor de rabia de desesperación.
Nuestra pena es más fuerte
y con la luz del día que ha de venir
destrozará esa sensación plomiza
que nos aplanó este once de marzo maldito.

miércoles, marzo 10, 2004

¡Y arderás en la hoguera del Invierno!

2.



Los habitantes de la ciudad doliente de peste están reunidos en la plaza grande que así acabó siendo conocida porque todas las otras se abarrotaron de ruinas
Fueron sacados de sus casas por una orden que nadie oyó
Mas según estaba escrito en antiquísimas leyendas habría voces venidas del cielo o trompetas o luces extraordinarias y todos quisieron estar presentes
Alguna cosa podía suceder tal vez en el mundo antes del triunfo final de la peste aunque fuese una peste mayor
Allí están pues en la plaza angustiados y en silencio a la espera
Y después no se oye nada más que una dedicada y aérea música de clave
Cualesquiera fuga compuesta hace doscientas cincuenta años por Juan Sebastián Bach en Leipzig
Es entonces cuando los hombres y las mujeres sin esperanza se dejan caer en el pavimento estallado de la plaza
Cuando la música se aleja y vuela sobre los campos devastados


Siempre será la misma historia y no se si podré escribirla igual ni una sola de las veces que la lea. Lo mismo me sucede con Augusto Monterroso, doy vueltas y más vueltas sobre sus cosas y no consigo sino leer, maldecir, ya lo han dicho y cómo, que hostias puedo hacer sino callarme y leer, leer como un animal desesperado, como un alma en pena, como el desdichado, como cualquiera que esté en su sano juicio. Era un poco tarde ya cuando el funcionario decidió seguir de nuevo el vuelo de la mosca. La mosca, por su parte, como sabiéndose objeto de aquella observación, se esmeró en el programado desarrollo de sus acrobacias zumbando para sus adentros, toda vez que no sabía que era una mosca doméstica común y corriente y que entre muchas posibles la del zumbido no era su mejor manera de brillar, al contrario de lo que sucedía con sus evoluciones cada vez más amplias y elegantes, en torno del funcionario, quien viéndolas recordaba pálida pero insistentemente y como negándoselo a si mismo lo que él había tenido que evolucionar alrededor de otros funcionarios para llegar a su actual altura, sin hacer muco ruido tampoco y quizá con menos gozo y más sobresaltos pero con un poquito de mayor brillo, si brillo podía llamarse sin reticencias lo que lograra alcanzar antes de y durante su ascenso a la cumbre de las oficinas públicas. Lo escribí hace unos años y vuelvo sobre ello, lo diré las veces que haga falta pero este relato se leerá no solo en los libros de Augusto Monterroso. Imprimiré copias del texto, mondo y lirondo, y las lanzaré por las calles, también por la Calluca, en San Vicente y por Sorriego en los alrededores del Nuevo Nalón, que imita a la perfección un estadio berlinés con la naturalidad con que lo hacemos todo aquí. Después, venciendo el bochorno de la hora, se acercó a la ventana, la abrió con firmeza, y mediante dos o tres bruscos movimientos del brazo el antebrazo y la mano derechos hizo salir a la mosca. Fuera el aire tibio mecía con suavidad las copas de los árboles, en tanto que a lo lejos las últimas nubes doradas se hundían definitivamente en el fondo de la tarde. Simple y sencillo, marcando desde luego el territorio con fuego, a quién no apetece dar un manotazo a la mosca de una vez por todas

martes, marzo 09, 2004

AGENCIA ASTURIANA INFORMAL DE NOTICIAS (AGAIN)

Como todo lo informal esta agencia surge espontáneamente y pretende crecer del mismo modo. Aquellas noticias que pasan desapercibidas para el resto de agencias y medios de comunicación tienen hueco en este espacio. Necesitamos colaboradores. Nuestro objetivo es cubrir la totalidad de municipios asturianos con un corresponsal o varios, aunque también nos importa lo que pasa en otras partes del mundo y estamos abiertos a cuantas colaboraciones nos lleguen. Si conoces a algún posible colaborador háznoslo saber y ponnos en contacto. Gracias.
AGENCIA ASTURIANA INFORMAL DE NOTICIAS (AGAIN)

DENTRO DE BREVES INSTANTES CONTINUAMOS LA EMISIÓN

La narrativa minera de Víctor Montoya, por Benigno Delmiro Coto.






La narrativa minera de Víctor Montoya

Benigno Delmiro Coto * 16/12/03 (Bolivia)


Víctor Montoya (1) es un escritor cuya fibra creadora se nutre de la energía mítica y legendaria de las minas bolivianas. Ya de entrada, confiesa las raíces de su pasión por los mineros Conozco la miseria de sus hogares, el drama de sus luchas y la tragedia de sus vidas, más trágicas todavía cuando se sabe que estos hombres mueren con los pulmones perforados por la silicosis.

Los mineros bolivianos, que durante decenios constituyeron la columna vertebral de la economía nacional y el bastión de las luchas reivindicativas, cargan a cuestas las experiencias de lo vivido y sufrido; ellos son los fantasmas que habitan mis sueños, los héroes que guían mis ideales y los maestros que estimulan mi fantasía, a ellos les debo mi eterno agradecimiento... (2)

El laberinto del pecado (3) es una novela que registra, en sucesión temporal, la serie de impactos emocionales que configuran de manera indeleble la constitución psicológica de un joven llamado Manuel Ventura. Un personaje inocente señalado de antemano por el destino para experimentar con él sus componentes más amargos. Sus precedentes familiares ya prefiguran su desastrado futuro. En los orígenes está el abuelo, que acaba rebajado de sus rasgos humanos mitad blanco y mitad indio, murió aplastado bajo un bloque de varias toneladas, que sus compañeros tuvieron que trocear días y noches para encontrarlo. Cuando dieron con el cuerpo plegado como una lata de conservas, la cabeza hundida en el pecho, los huesos tronchados, la piel convertida en un cuero de color café y los ojos secos mirando la nada, todos pensaron que no se trataba del minero accidentado, sino de un sapo disfrazado de humano. (4)

El progenitor, por su parte, entró a trabajar en reemplazo del abuelo muerto. Luego de ocupar distintos oficios, ascendió al cargo de dirigente sindical influido por el ideario de una organización política clandestina que reivindicaba la dictadura del proletariado, hasta que un sicario a sueldo del gobierno lo asesinó en la puerta misma de la administración de la empresa cuando acababa de dejar un pliego con las peticiones de los trabajadores aprobadas en la última asamblea. A Manuel Ventura lo único que le queda como herencia paterna es el casco, las botas de goma, un sacón rasgado por las gotas de sílice y el puesto de trabajo en la mina dejado vacante por el padre.

El arranque de la novela se desarrolla con el motivo temático del estallido social. Cuando su padre se estrenaba como minero, en diciembre de 1942, los trabajadores, armados con piedras, palos y barrenos, se organizaron para exigir al gobierno una mejora de sus condiciones de vida y trabajo, reducción de los precios y respeto para las organizaciones sindicales. Como única respuesta les enviaron al ejército que los ametralló sin miramientos. Llama la atención la presencia en vanguardia de mujeres como María Luisa, "La palliri" (5), que no puede evitar que una bala asesina acabe con el niño que lleva en brazos como emblema de su apuesta por un futuro mejor para los descendientes.

Cuando lo que se espera en la biografía del protagonista es que se cumplan los jalones agridulces propios del zangoloteo de un estudiante de bachillerato en plena fase de experimentación vital:
asimilación de las enseñanzas impartidas por los distintos profesores del colegio, diálogos cordiales con su familia, interrelación amistosa con los amigos de su pandilla, exhibición de sus habilidades deportivas y de sus descubrimientos eróticos... todo lo que afecta a Manuel Ventura se trueca en su contrario: en mojones que señalan los torcidos garabatos de la desgracia.

La novela desgrana, al tiempo que Manuel Ventura deambula por los distintos lugares del poblado minero, las cuentas -y los cuentos- de un rosario fatídico: sus compañeros de pandilla más afines violan a dos compañeras de estudios y sólo les preocupa que alguien pueda denunciarlos; el puente por el que pasa a diario evoca la historia del atroz asesinato de un comerciante árabe a manos de una vendedera de bebidas; su profesora de inglés fue raptada por un maniático que abusó de ella y la dejó en perpetuo desequilibrio; otra mujer, apodada "la Solterona", es también asesinada de manera brutal por un desconocido; el violinista que pide limosna delante de la iglesia ha sido un soldado de la guerra del Chaco y, como consecuencia de una explosión, ha quedado ciego y paralítico; los distintos aportes del discurso de los profesores del colegio al que acude demuestran cómo se sacrifica la pedagogía en aras del adoctrinamiento clasista y patriotero; su compañera de clase Clarice, el único personaje positivo y con mentalidad abierta de entre todos los que se relacionan con Manuel Ventura, acaba casada con un primo militar que, arruinado por los celos, la hace sufrir lo indecible hasta que, finalmente, termina con ella a balazos; con su madre, Inmaculada, "devota en apariencia y pecadora en esencia", mantiene una comunicación superficial y ha de sufrir que desprecie expresamente a su enamorada por el hecho de pertenecer a una raza diferente a la suya.

Manuel Ventura pasa de un soplo de la etapa adolescente a la adulta.
Mas apenas ha tenido tiempo de realizar estudios de bachiller e iniciarse en las cuitas sentimentales bajo la tutela de su compañera de clase Clarice y de Candelaria, una chola joven que entró a trabajar en su casa contratada por su madre para dedicarse a las faenas domésticas. Pronto desaparecen sus padres, con quienes apenas había mantenido una relación propia de adultos, y se queda en casa en compañía de su amada Candelaria a la espera de tener un hijo fruto de la unión entre ambos. Remata en la mina en cumplimiento de su inexorable hado familiar, y es ahora cuando la novela pergeña un retrato del interior de la explotación que demuestra la dureza del faenar minero

En el nivel 280, donde el laberinto de las galerías se enraizaba en la montaña, Manuel Ventura ajustó el barreno de la perforadora entre la penumbra y roca dura, con el rostro desencajado por la luz de la lámpara enganchada en el guardatojo. Su cuerpo era sacudido por el traqueteo de la máquina, aunque tenía los pies plantados en la tierra. Después paró la herramienta y se retiró a un paraje aledaño, a la espera de que las corrientes de aire ventilaran las partículas de sílice. Se quitó el trapo que le cubría la boca, se lavó las manos con su orín y se sentó sobre un callapo. Abrió su bolsa de nylon, cogió un manojo de hojas de coca y se las introdujo una tras una, entre los carrillos de sus dientes menudos y apretados. (6) Allá abajo el hombre es una prolongación de la máquina, preso entre tinieblas e inerme ante los desprendimientos de rocas del techo, sólo puede ver una línea de luz procedente de su casco que siempre le señala el tajo. Respira sílice corrosiva y masca coca con la que intenta filtrar el polvo y neutralizar el cansancio. De vez en cuando, suena en la distancia la descarga de la dinamita en una galería lejana y se hace presente el galope de los caballos de la muerte conducidos por el Tío y la Chinasupay, deidades que vigilan atentamente la extracción del mineral y los pasos inciertos de los trabajadores por los socavones.

De las profundidades rescatan un día a Manuel Ventura para que asista al nacimiento de su hijo. Cuando llega a casa se encuentra con Candelaria muerta sobre las mantas ensangrentadas y a su hijo, convertido en despojo humano, arrojado debajo de la cama. La parte final de su vida está regida por el alcohol que le sirven en las tabernas y la cháchara de los borrachos. El último relato que escucha Manuel Ventura, antes de desaparecer para siempre, incapaz de soportar su soledad y desvalimiento, es el de un ex-guerrillero que, en la taberna, rodeado de beodos, explica por enésima vez cómo se las ingenió para salvar la vida en aquella emboscada tendida por los militares que exterminó a todos sus compañeros de partida.

La mina y su entorno actúan de nuevo como el Saturno que devora a sus servidores. En el interior de las instalaciones se suceden los accidentes mortales y está presente el polvo de piedra que destruye secretamente los pulmones de los trabajadores. En el exterior, estallan los conflictos sociales cada vez que los mineros y sus familias se reagrupan para demandar alguna mejora en las condiciones de su vida y faenas laborales. Los poderosos responden siempre echando mano del ejército y con la masacre de los más débiles. Así los condenan una y otra vez al desastre y a la falta de perspectivas para sus descendientes. Un día estalla el polvorín de la empresa y ocasiona un reguero de muertos, en otro asesinan impunemente a un dirigente sindical o los policías arrastran por la calle a un obrero ensangrentado con los ojos vendados y maniatado, seguido del coro que forman su esposa y tres hijos pequeños que gritan su desesperación ante la presunción de que será torturado y, tal vez, embalsamado en un bloque de hormigón... no parece que haya salvación social posible y el caso de Manuel Ventura viene a corroborar que tampoco existen salidas individuales. Con el juego de palabras que esconde su apellido se busca representar la desventura de los hombres y de las mujeres de todo el continente latinoamericano condenados a permanecer varados a la espera de que otros muevan los hilos de un porvenir incierto.

Llama la atención la presencia abundante de mujeres: la palliri María Luisa, símbolo de la maternidad, del arrojo y de la lucha frustrada por un mañana más halagüeño para sus hijos. La estudiante Clarice, hija de un técnico de la empresa de ideología comunista, destaca por su consistencia ideológica y sus ansias de libertad, anuladas por una mala elección de pareja y por la violencia con la que se organiza todo a su alrededor. Otras dos estudiantes y la profesora de inglés del colegio son víctimas sometidas a la violencia sexual. La madre del protagonista es ejemplo de la hipocresía social de quien, por su origen criollo, busca una mejor relación con la iglesia y las exigencias sociales dominantes. La novia, Candelaria, representa la inocencia de los indígenas que se han insertado en el sistema a cambio de convertirse en sus siervos: paga con su vida cuando se atreve a dar rienda suelta a sus sentimientos más nobles.

El laberinto del pecado destaca dentro del concierto de la literatura minera internacional por tratarse de una novela que, sin descuidar los aspectos esenciales de la denuncia social, da prioridad al pergeño minucioso de unos personajes impulsados por emociones y sentimientos que ganan pronto la simpatía del lector. Más que un antihéroe al uso, Manuel Ventura (y sobremanera Clarice) deslumbra como modelo de persona que en cualquier otro medio más favorable podría haber alcanzado fácilmente la felicidad. Pero aquí, en estos andurriales trenzados a base de infortunios, está condenado a perecer irremisiblemente, y lo que es aún peor: se desenvuelve como un ser incapaz de tomar conciencia del porqué es imán de las catástrofes y cómo evitar el circuito que lo azacanea hasta la consunción. Hay pesimismo en el tono, por ser fieles con la razón histórica insoslayable, pero de ése cuya sustancia invita a no decaer en el optimismo de la voluntad: desvela entresijos sociales y descubre la interioridad profunda de unos personajes vigorosos y plenos de bríos saludables.
Cuentos de la mina (7) está formado por dieciocho relatos, precedidos de un esclarecedor prólogo de Alberto Guerra Gutiérrez. Recogen de una tradición oral, que probablemente se remonta al laboreo de los incas, el sistema completo de creencias, ritos, leyendas y símbolos con el que las poblaciones mineras bolivianas han abordado la explicación de cuanto les rodea. Ese ámbito se desborda en múltiples ocasiones y sume a los mineros en tragedias tan repetidas como incomprensibles: de ahí que tengan que valerse de una serie concadenada de mitos para encajar y esclarecer el origen de tanta desgracia.

La literatura minera en todas las partes del mundo ha asumido, entre otras, dos funciones primordiales ante la sociedad. De un lado, se ha encargado de dar cuenta de la evolución de la realidad social en cada etapa histórica del proceso industrializador. De otro, ha generado en cada país una muy particular mitología. Y ello ha sido así porque la extracción de minerales del fondo de la tierra se apresta más que ningún otro oficio a las simbolizaciones: se lucha contra la piedra (lo imperecedero) y contra el fuego (la destrucción regeneradora), el aire está plagado de gases traicioneros (que actúan como fantasmas) y el agua provoca torrentes insospechados y destructivos; es decir, la magia de los cuatro elementos constitutivos de la tierra se reencarna en variadas figuraciones simbólicas encargadas de evitar que le esquilmen las riquezas milenarias tan celosamente guardadas.

La presencia y movimientos constantes por el interior y exterior de los yacimientos de la figura central de estos cuentos, el Tío, tiene como primer antecedente en la cadena mítica al Hades griego. Aquel rey de lo subterráneo que es a la vez mina, fragua e infierno y que posee tantos metales preciosos que se le representó acompañado del cuerno de la abundancia. La Chinasupay, la esposa del Tío, que se inmiscuye en los sueños de los mineros, tiene algo de Perséfone: la mujer de Hades, que alude a la semilla que penetra en las capas del subsuelo hasta que germina y brota. En ocasiones, el Tío recuerda también a la figura de Sílfax: aquel personaje, mitad hombre y mitad diablo, que habita en las profundidades y que se convierte en el principal antagonista en Las Indias Negras de Julio Verne.

La figura del Tío se muestra como la deidad omnipotente. Con él se inicia el libro ("¿Por qué el diablo se llamó Tío?") vinculado con la figura del demonio que seduce a una mujer con el fin de procrear un hijo. El poder eclesiástico, como fuerza mágico-religiosa antitética, impide su nacimiento y quema en la hoguera tanto a la madre inocente como al hijo tan deseado por la bestia. Ésta reacciona y se venga de los mineros arrasando todas sus pertenencias. El monstruo no ceja en su empeño hasta que los mineros ceden y firman con él un pacto que incluye su dominio absoluto sobre yacimientos y minerales. Desde entonces, el diablo se reencarna en el Tío y exige acatamiento en forma de rituales (a base de ofrecimientos de hojas de coca, cigarros y botellas de aguardiente) y subordinación absoluta a sus designios.
Alrededor del Tío concluye el libro ("El último pijcheo") con otro relato que reproduce la despedida histórica entre el último minero (8) y este dios de las profundidades. El Tío justifica con detalle su genealogía (relacionada con las creencias de los urus), su gresca con el dios Inti, el envío contra los humanos de las cuatro plagas (serpiente, lagarto gigante, hormigas voraces y sapo) que tuvo que contrarrestar la ñusta Anti-Wara y su posterior conversión en el Supay protector de los mineros. Éstos, gracias al poder de la superstición, que mezcla elementos paganos propios de la cultura ancestral con otros procedentes de la tradición religiosa de raíz cristiana, lo confunden con Lucifer y lo tratan con una mezcla de temor, cariño y respeto. Le llaman Tío

Desde cuando los primeros mineros entraron en mi humeante cueva, horadando las rocas como topos humanos. Aquí me encontraron transformado en roca de la roca, en polvo del polvo y en barro del barro. Pero como ellos tenían miedo a la oscuridad y el silencio y cargaban ya en su mente las imágenes demoníacas que les inculcaron los hombres blancos, reconstruyeron mi imagen en cuarzo y barro mineralizado, dándome formas desproporcionadas y terroríficas. Me pusieron ojos de cristal, cachos de macho cabrío, orejas largas, nariz horrible, dientes sobrenaturales y un enorme pene para penetrar las rocas y reventar las vetas. A mí, que era bello y sumiso como la vicuña, me hicieron feo y feroz como el diablo del infierno. Me bautizaron con el nombre de Tío y empezaron a rendirme tributos y pleitesía (...)

Me rinden tributo porque soy el amo y señor de los recintos de la oscuridad y de las riquezas minerales que encierra el subsuelo. Soy uno de los espíritus masculinos de la fertilidad que fecunda a la Pachamama. Puedo ser dadivoso con quienes me rinden pleitesía con sumisión y respeto, y puedo ser cruel con quienes me ignoran y no cumplen sus obligaciones conmigo. (9) El Tío está presente con mayor o menor protagonismo en la mayoría de los cuentos, a excepción de "La K'achachola", "El Lamero", "La Chinasupay" y "El Makipura y la Condenada". En "La K'achachola", una mujer hermosa y elegante, cuya imagen recordaba a la venerada Virgen del Socavón, se le apareció al charanguero Florencio Nina el día en que se internó por el interior de los tajos dispuesto a acabar con su vida, después de verse rechazado por su enamorada. La K'achachola le ofreció la ilusión de su cuerpo, que está en todas las partes sin estar en ninguna en concreto, y le condujo hasta un abismo donde despeñó al galanteador despechado. Las acciones de "El Lamero" transcurren dentro de la mina. Allí un hombre, que en el pasado cometió un crimen pasional, destaca por ser el obrero más respetado por todos sus compañeros. El día de su muerte desoyó los consejos de su compañera que le rogaba que no acudiese al trabajo porque había tenido un sueño que presagiaba su muerte. Se precipitó al vacío, dando tumbos entre los riscos afilados de la roca, cuando preparaba, como tantas otras veces, el tiro de la dinamita. En "La Chinasupay", ésta se aparece en sueños a un minero, adornada de signos terribles y contradictorios que el matrimonio no sabe descifrar. En "El Makipura y la Condenada", un minero ebrio se encuentra en su camino de retorno al hogar con la Condenada. Ésta adopta la sonrisa amable de la Chinasupay y lo invita a seguirla hasta el lago. Allí penetra en sus aguas, entre carcajadas de júbilo, seguida del Makipura que llevaba prendida en sus ojos la ilusión del enamorado. Cuando las heladas aguas le llegan a la altura del pecho, el Makipura reacciona y las abandona librándose así de una muerte segura. Florencio Nina, el Makipura y el Lamero son mineros gobernados por unas fuerzas misteriosas situadas fuera de su control. La presencia femenina, revestida de diversas formas, reales o simbólicas, es la encargada de manejar los secretos resortes que conducen a los hombres hacia el cumplimiento de destinos para ellos ineludibles.

El motivo del accidente minero se reitera en cuentos como el de "El Lamero" y en otros como "El Timbrero" y "El Juku y la Viuda". En "El Timbrero" se desploma el ascensor de la mina sin que el encargado del mismo pueda evitarlo. Como consecuencia, fallecen diez mineros y se salva inexplicablemente el comportero responsable de la jaula. En el informe del accidente se declara que todo se debió a un fallo técnico, pero "el Timbrero" no es capaz de reponerse de su complejo de culpa. Cuando ya nada ni nadie pueden sacarlo del marasmo, un día, después de un sueño reparador y misterioso, sale a la pampa y un rayo lo mata y resucita a un tiempo. Desde entonces, adquiere unas dotes prodigiosas de carácter físico y adivinatorio que lo hacen famoso en la comunidad. Empero no es capaz de hallar un remedio eficaz para vencer la esterilidad de su esposa. Ésta desconfía de él y lo abandona. Pierde así el interés para todos aquellos que tanto le admiraron y acaba siendo víctima de las asechanzas de otro hechicero, tras el que se escondían los familiares de los mineros aplastados por el ascensor de la mina (que jamás creyeron en su inocencia). En "El Juku y la Viuda", un minero entra por las noches a los yacimientos y roba el mineral de estaño. En un momento de descanso, el Juku es acometido por un sueño profundo en el que se le aparece la Viuda y lo invita a disfrutar de su cuerpo. Cuando cree estar acariciándola, ésta prorrumpe en sonoras carcajadas que asustan al ladrón y lo devuelven al estado consciente. Allí quien realmente se encuentra es el Tío que lo viola y lo revienta por dentro. Detrás de cada accidente siempre hay algún compromiso incumplido con el vengativo Tío.

Ocupa un lugar central del libro "El diablo de la envidia", en donde refiere de manera pormenorizada todos los componentes del Carnaval de Oruro. Se baila por las principales calles de la ciudad hasta desembocar en el Santuario del Socavón. Una de sus danzas más famosas es la diablada, en la que los mineros se disfrazan de diablos y homenajean tanto a la Virgen como a la figura del Tío.

Los Cuentos de la mina rinden tributo a las tradiciones orales que permitieron a los mineros bolivianos relacionarse entre sí, explicar conductas y sucesos, anclarse en un espacio social y cultural, dar cuenta de sus deseos más íntimos y desarrollar sus proyectos más queridos. Su objetivo primordial es preservar en la memoria colectiva las leyendas, la simbología y los rituales que conforman la identidad sociocultural de un pueblo sometido a unas condiciones económicas específicas. Se trata de un universo impulsado por mecanismos afincados en el interior de la tierra y que utiliza las fórmulas clásicas del relato mítico: ¿por qué el cerro conserva la silueta de la chola uncieña y actúa como imán que atrae hacia sí a los hombres desprevenidos?, ¿cómo es que en las noches de luna llena puede verse aún a la palliri Soledad Chungara vagando por el campamento minero, a pesar de que los policías la registraron como muerta en un accidente de tráfico?, ¿por qué se salvó solamente el Timbrero en el accidente que acabó con la vida de los diez mineros?, ¿qué fue lo que aplastó a la mujer de aquel minero que se atrevió a apostar con el Tío a costa de su esposa inocente?, ¿cuál es la verdadera causa de la enfermedad del abuelo del narrador?... Las deidades de esta singular mitología se entremezclan con las vidas, los afanes, las pasiones, los miedos, las angustias y los sueños de los mineros para servir de estandartes de su pobreza, de su desvalimiento, de su arrojo, de su imaginario colectivo y, sobre todo, de la injusticia social cometida contra un grupo humano cuya desaparición fue fríamente ordenada por las leyes del mercado internacional. Una organización económica insensible al hecho de que con la desaparición de los mineros del estaño se han extraviado también unas formas de comunicación interpersonal y de representación del mundo, una identidad sociocultural y, en fin, una manera de confrontarse con la realidad que estos Cuentos mineros tienen el mérito de dejar registrada para siempre en la historia literaria.
1 Víctor Montoya nació en La Paz (Bolivia), en 1958. Su infancia y primera juventud discurrieron en el pueblo minero de Siglo XX-Llallagua, al norte de Potosí, donde se descubrió la veta de estaño más grande del mundo. En 1976 fue perseguido, torturado y encarcelado. Permaneció en el campo de concentración de Chonchocoro-Viacha hasta que, en 1977, fue liberado tras una campaña de Amnistía Internacional. Desde entonces reside en Suecia donde se dedica profesionalmente a la escritura. (regresar)
2 En Víctor Montoya, Cuentos de la mina (Dedicatoria), p. 10.
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3 Víctor Montoya, El laberinto del pecado, Malmö (Suecia), Luciérnaga, 1993,140 pp. (regresar)
4 Op. cit., p. 104. (regresar)
5 Recogedora de trozos de roca mineralizada en los depósitos de estériles. (regresar)
6 Op. cit., p. 127. (regresar)
7 Víctor Montoya, Cuentos de la mina, Estocolmo, Luciérnaga,
2000,125 pp. (regresar)
8 Las minas de estaño se cerraron definitivamente en Bolivia a partir de 1986, más precisamente en 1985, después del decreto supremo
21060. Alrededor de la figura de este diablo-Tío gira también el libro de Víctor Montoya, Fugas y socavones, Editorial Ficticia, México, 2002, formado por una recapitulación de relatos recogidos de la tradición oral minera. (regresar)
9 Op. cit., p. 107. (regresar)



* Benigno Delmiro Coto (Asturias, España, 1952). Doctor en Filología.
Catedrático de Lengua y Literatura en el Instituto de Enseñanza Secundaria "Rosario de Acuña" de Gijón (Asturias. España). Es especialista en literatura minera (La voz en el pozo. El trabajo en las minas y su presencia en la literatura, Madrid: Akal, 1993 y Literatura y minas en la España de los siglos XIX y XX, Gijón:Trea,
2003). Coordinador de talleres literarios e investigador en didáctica de la escritura creativa (La escritura creativa en las aulas. En torno a los talleres literarios, Barcelona: Graó, 2002).

http://w1.876.telia.com/~u87607739/rodelu/montoy10a.htm



CUEVA REBELDE ITZCUINTLI
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Gentileza:: Pedro Flecha pedroflecha@yahoo.com



lunes, marzo 08, 2004

¡Y arderás en la hoguera del Invierno!

1.


Algo así me vino a decir mi abuela poco antes de morir, poco, muy poco antes. Y si es cierto espero hacerlo por algo que merezca la pena. Encontré al fin el libro que volveré a escribir palabra a palabra, poco, muy poco a poco. Lo haré una y otra vez, abocado, como todos, a mis propios abismos cotidianos. Paco no se lo creía cuando se lo estaba contando. En aquella taberna frente al mar. Ni yo mismo lo imaginaba en los paseos que pude pegar en los últimos tiempos. Cruzando frente a Correos, el nuevo edificio, o en el paseo del río llegando hasta la tienda de informática de la esquina, los ocho pisos ganaron cuando abrió la tienda. Pero contra todo pronóstico comienzo a escribir mi libro que no es mío, que es de otro, de Saramago. Don José me perdonará el atropello. Debo aprender de los maestros, por lo menos lo intento. Voy traduciendo con cuidado, leyendo atentamente, degustando cada una de las palabras desplegadas. Las personas están sentadas en un paisaje de Dalí con las sombras muy recortadas por causa de un sol que diremos quieto.
Cuando el sol se mueve como sucede fuera de las pinturas la nitidez es menor y la luz conoce mucho menos su lugar
No importa que Dalí haya sido tan mal pintor si pintó la imagen necesaria para los días de 1993
Este día en que las personas están sentadas en el paisaje entre dos plomadas de madera que fueron una puerta sin paredes por encima y a los lados
No hay casa ni siquiera la puerta que podría no abrir precisamente por no haber para donde abrir
Apenas el vacío de la puerta y no la puerta
Y las personas no se sabe cuántas no fueron contadas deben ser por lo menos dos porque conversan levantan los cuellos de las chaquetas para defenderse del frío
Y dicen que el invierno del año pasado fue mucho más dulce o suave o benigno aunque (por mas que) la palabra sea antigua en 1993
Mientras hablan y dicen cosas importantes como esta
Una de las personas va garabateando en el suelo unos trazos enigmáticos que tanto pueden ser un retrato como una declaración de amor o la palabra que faltaba inventar
Ahora se ve que el sol al final no estaba parado y el paisaje por eso es mucho menos daliniano de lo que quedó dicho en la primera línea
Y una sombra estrecha y cumplida que es tal vez de una piedra aguda espetada en el suelo o de una plomada distante de la puerta que ya perdió compañía y por eso no atrae a las personas
Una sombra estrecha y cumplida toca en el dedo que rasca el polvo del suelo y comienza a devorarlo
Pasando luego a los huesos del metacarpo y después subiendo por el brazo devorando
Mientras algunas personas continúan conversando
Y ésta se calla porque todo esto sucede sin dolor y cuando la noche desciende


Hace tiempo que no me escribe nadie y realmente tengo la sensación de que se han olvidado de mi. No será así, pero el olvido resulta un pesado abrigo que te aleja un poco más de la realidad que escogiste para vivir. La nostalgia me aprisiona contra los huesos impidiéndome dar un solo paso que no sea hacia la eternidad, no hay vuelta de hoja y camino con paso firme hacia la nada absoluta con predisposición de pionero. Como siempre apretando los puños en los bolsillos para que no se vean y silbando mi canción. Labrando surcos propios sobre la pantalla del televisor. Dejando un rastro hertziano para que no os olvidéis de mi. Para que me recordéis. Lembrar-os de mim.

¡Y arderás en la hoguera del Invierno!

jueves, marzo 04, 2004

/Bellas proletarias







Hoy me ha salvado la vida un desconocido asiéndome del brazo en el último momento cuando un bólido me iba a lanzar a varios metros de donde estaba. Estaba y no estaba, ya no lo sé, pero no me importa. El buen hombre me preguntó si me encontraba bien y le contesté que bueno, que ya había estado de todas las maneras posibles, más bien y más mal también. Luego me invitó a tomar algo y tenía hambre, mucha, así que acepté. Se interesó por mi y al calor de un buen café yo puedo contar lo que no está escrito. Creo que me confesé con él. Al fin y al cabo con un desconocido es la mejor manera de proteger tu integridad y confesar hasta la muerte de Manolete. Al principio él también se me quiso confesar y así me coló que se llama Ariel Pérec, no sé qué de que había estado viviendo en un kibutz en el desierto del Negev, que su familia era toda laborista y que él mismo había combatido en los Altos del Golán contra Hizbulá y los palestinos del Sur del Líbano. Me parece que le miré con un profundo vacío y que me dolió más que a él mismo. Pero siguió contándome que trabajaba en una emisora de radio que emitía en ladino, decía que lo había dejado todo y que con lo puesto y poco más se había largado, que no soportaba lo que está haciendo Sharon y que se piraba, que había ido a ver a su madre, a despedirse y que ella le había alargado una llave de la casa que había tenido la familia en Toledo, que la buscase y que la airease en honor de los mayores y de elohim por siempre. Cuando me lo estaba contando tenía una mirada como extraviada pero fue algo fugaz. No le di tiempo para que siguiera contando algo más, el necesitado era yo así que sin venir a cuento se lo largué todo mientras comía los bocadillos que fui pidiendo al barman que de muy mala gana me los ponía, todo el tiempo preguntando al tipo éste que si los ponía o los dejaba de poner, un perfecto lacayo del sistema, como un perro de guardia. No sé por dónde empecé, lo de siempre ¿qué te cuento, lo de ahora mismo que estoy jodido y sin un duro, vuelvo a ser Peculiar Ninguém y nadie me mira a la cara, o lo de hace sólo diez años cuando estaba en la cresta de la ola, me creía Kid Creole con las Coconuts incluidas y tocaba el saxo en las fiestas con los amigos? Aquella alegre muchachada que bullanguera pululaba por los antros más adorables de cualquier ciudad, o más lejos hace veinte años y los apuros otra vez, el inicio del libro de haikus que siendo Petrus Nombela tuvo lugar en un antro oscuro y húmedo. Bellas proletarias, las palabras, siempre le habían parecido las más hermosas herramientas para cambiar el mundo, había que encontrar las mejores para que en un espacio tan reducido como las cinco, siete y cinco sílabas del haiku fueran capaces de provocar un explosión de imágenes en el cerebro, al ser leídas en voz alta o mentalmente, que las ineludibles réplicas lograran conciliar al lector consigo mismo como si hubiese paseado por un jardín cen suspendido de un arnés. Por supuesto no quiso ser él el que tuviera que tomar la decisión y a mi me pareció bien, al fin y al cabo el que se estaba confesando era yo. Cómo le podía contar que hace veinte años estaba en un arrabal de cualquier sitio con todo lo que tenía encima y la firme intención de escribir el libro total, ese libro único y torrencial que todos queremos escribir. También tenía todo el tiempo del mundo y deambulaba por ahí viendo a la gente y charlando. Bebía y charlaba, cantaba y escribía procurando operar lo mínimo sobre el silencio, con el metro del haiku tenía suficiente, y el mundo va a cambiar. Salid! Divinas/a este inhóspito/ruedo del vicio. Escribía y tenía problemas para saber quién era, la mayoría me conocía como como Petrus, Petrus Nombela, pero para otros era Pedro Nicea y para otros Meter Neuman, al respecto había escrito algo que me repetía de vez en cuando. Llevo una vida entera luchando contra legiones de albertos, con muchedumbres de roberto, con gualbertos, adalbertos y norbertos, rigobertos e incluso alfredos un poco sordos. Una vida entera consumida en la estúpida pretensión de disfrutar de mi propio nombre, con el que me conocen los que me rodean, e incluso con el que trabajo para la administración. Un nombre sencillo, que recuerda a todos los que mencioné y alguno más que se me olvida, seguro, pero un nombre en toda regla, que no me viene ancho como un Kevin o un Jonathan, ni estrecho como un Ivy o un Usmade. Un nombre de carne y hueso para, después de despedazarlo, quedar un rato regodeándose. Con regusto a anises, no sé. Mamerto , Mamerto por parte de abuelo paterno, Mamerto para siempre, Mamerto dormido y Mamerto despierto. Mamerto del derecho y Mamerto del revés. Una suerte de yo mismo que me acompaña como una bandera claro que yo me conozco simplemente como yo o mí, o me o conmigo si me apuras. La verdad es que prefiero que me llamen Mamerto antes que cualquier otra cosa pero también, ya que tanto se confunden con el nombre, tengo que reconocer que en ocasiones me invento nombres para que no me den tanto la vara y así soy simultáneamente Mamerto y el otro, Mamerto y Juan Luis, Mamerto y Pedro, Mamerto Carlos y Elías, Mamerto y los Tres Sudamericanos, Mamerto y Tino, y yo que me parto de risa por culpa de mi abuelo. Él debió flipar después de la retahila pero me salía de un tirón. No le dí tiempo a que reaccionara y mientras íbamos hacia el parque a sentarnos un rato a fumar un cigarro continué hablando como una cotorra, estaba hasta algo cansado pero no quería dejar pasar la oportunidad de encontrar alguien que te escucha. Creo que me entendió porque hablaba bastante bien el español.